El despliegue que puede prometer una comedia romántica basada en ciertos equívocos que incluyen choques generacionales, eventualmente falla si las condiciones de construcción no se respetan. Eso es lo que le ocurre a Un asunto familiar, el film estrenado recientemente en Netflix, dirigido por Richard LaGravenese y protagonizado por Zac Efron (interpretando a Chris Cole), Nicole Kidman (como Brooke Hardwood) y Joe King (en el papel de Zara).
El punto de partida es bueno, pero se nota algo acelerado. Esa sensación, que es muy clara a los ojos del espectador, se diluye amparada en la presencia de Kidman y Efron, quienes juegan a tener química y se los banca porque, aún a media máquina, pareciera que simulan querer resultar creíbles juntos.
Por supuesto, cierta cuota de drama para balancear el ritmo de la idea, para cortar con el conflicto principal o, en todo caso, para plantear una situación alternativa, ayuda a los personajes a replantearse aquello que no harían. De no ser por esa misma intervención, claro.
La instalación de la disyuntiva que se genera para la pareja protagónica, integrante del tridente que lleva adelante el conflicto (y que se completa con King), a la vez da paso a la palabra de la experiencia, elemento simbólico representado por Kathy Bates (Leila Ford) cuyo oficio le permite capear con éxito los roles más simples o bochornosos, y depende del momento en el transcurso de la historia, el que le toca en suerte es ambos.
De este modo Bates juega al policía bueno/policía malo dependiendo de con quien interactúe y, entiendo, dado el desarrollo de los acontecimientos, sin aparente interés solapado más allá de conseguir la felicidad para su hija y la tranquilidad para su nieta. Como buena abuela, está de vuelta de todo.
Navidad parece ser el punto obvio de convocatoria para que todos los convidados dejen atrás sus diferencias y coincidan en la alegría de vivir. Por supuesto, el cliché de la mesa decorada para la ocasión y el despliegue de anécdotas no faltan y resultan en escenas algo vergonzantes.
La autorreferencia de Hollywood en el marco de las producciones de acción y fantasía con argumentos insólitos no puede faltar. De algún modo el personaje de Efron se alimenta de eso, pero llega un punto en que abusa de su propia inconsistencia estructural, en pos de la búsqueda de la risa fácil.
Otro tanto le ocurre a Kidman, quien procura construir a su personaje sin demasiada convicción. Este tipo de comedias funcionan, ocasionalmente, dada la aparente sencillez en el planteo que les da vida. No piden ni dan mucho más de lo obvio, y en el caso de estrenos dirigidos directamente a plataformas, rinden sobre todo para llenar catálogo y hacer bulto.
No es que antes no existieran películas como Un asunto familiar, preparadas para consumo ligero en un fin de semana sin mucho que hacer, pero este fenómeno que, según mi ver, era ocasional se ha vuelto ciertamente una apuesta constante para los espacios de exhibición virtual. Es evidente que el mercado y la planificación del contenido cambiaron, y eso sacude también la estructura de las historias ofrecidas al público.
En este caso el quiebre previo a la resolución es insulso y sobreactuado. Se cae a pedazos de tan burdo, y al ver a los protagonistas habitar las escenas hasta es posible sentir cómo la incomodidad traspasa la pantalla. Si quieren verla aún a pesar de lo que les conté, quedan bajo su propio riesgo, mientras esperamos ver el próximo film de Nicole, La pareja perfecta, que debe venir en el combo de proyectos para Netflix que la incluyen.
(Estados Unidos, 2024)
Dirección: Richard LaGravenese. Guion: Carrie Solomon. Elenco: Nicole Kidman, Zac Efron, Joey King, Kathy Bates. Producción: Jeff Kirschenbaum, Joe Roth. Duración: 111 minutos.