Me detuve a pensar, y me di cuenta de algo que, pese a su obviedad, se le escapa al ojo mediocre. Pino Solanas, después de 47 años de carrera, y 4 documentales solo, en los últimos 5 años, apenas si logró obtener un 5% de los votos en algunos comicios. Pero luego de un debate televisado por cable, en un canal de noticias, alcanza un 25% ¿Qué ha pasado? ¿Acaso ha cambiado el mensaje?
La respuesta es no, o al menos no pareciera ser esa la causa. Allí no dijo nada que no haya dicho con anterioridad, no expuso, siquiera, algo que el común de la gente no supiera. La respuesta está, sin lugar a dudas, en que uso un medio distinto para transmitir el mensaje, la caja boba (nombre, que tal vez en esta oportunidad, no sea el más propicio, pero no menos verdadero).
Inevitablemente, uno debe replantearse la filmografía de Solanas, no por lo poco efectiva, sino porque algo tiene que haber en esos films, como para que su mensaje haya pasado casi desapercibido por tanto tiempo, o bien, como para que solo unos pocos minutos en televisión hayan sido suficientes para aglomerar tantos conceptos e ideas, y lo hayan transmitido de forma tan contundente como para que ese cuarto de la población de la urbe porteña haya comprendido sus intenciones. A su vez, también tratar de encontrar por qué todo lo que había explayado con anterioridad a través de su propio arte no había tenido tal fuerza. Y aquí, es realmente aquí, donde creo que surge lo más interesante, los films no son malos, distan de serlo, el contenido es, interesante, esta bien presentado. Es más, se podría decir que dentro de sus limitaciones, Fernando “Pino” Solanas, es uno de los últimos Ateurs del cine argentino. El problema es el formato.
Por formato, definitivamente no me refiero a que el cine es un arte menor, no, así como tampoco me refiero a que la televisión sea uno superior. El problema, aquí, es el documental. Pareciera ya no hay público para ese olvidado recurso, que tantas alegrías nos ha brindado, y tantos ojos ha abierto. Pareciera que el análisis ahora proviene de otros lugares, que ya nadie indaga usando una cámara e investigando. Hoy la verdad se sirve fría, sin preparar a través de programas de chimentos y es presentada por vedettes, puesto que hasta el rol del periodista ha sido bastardeado. Hay que reeducar al espectador, y para ello, hay que utilizar los códigos que conoce, los códigos que le fueron impuestos. La televisión fue el primer paso, el primero de, espero, muchos más. Digo esto, no porque crea que Solanas sea quién represente la verdad, sino, porque creo que no hay verdadera elección si no se conoce otra cosa, creo que hay mensajes que deben ser escuchados, y también creo que se lo debemos al espectador. Le debemos una oferta distinta, le debemos variedad. Así que, sin mas remedio, Pino, si queres ganar las presidenciables, hace un blockbuster de izquierda.
Tal vez con un Indiana Jones Comunista que en lugar de un látigo y su sombrero use una hoz y un martillo; un John McClane Trostkista, qué en lugar de tener que viajar a L.A. para entrar al Nakatomi Plaza (¿Globalización? ¿Donde?), vaya a Mexico a impartir cultura, cultura y plomo, por supuesto; o un Jules Windfield que en lugar de recitar la Biblia, recite a Marx, antes de cargarse a un traficante. Tal vez así la gente comience a prestarle atención a otras cosas. Se que suena raro, casi ilógico e incluso chistoso, pero al final de cuentas ¿Cuánta taquilla tiene Transformers y cuanta Michael Moore? ¿Cuántas de Herzog se estrenaron y cuántas de Verbinski? ¿Cuántos vieron Los Infiltrados y cuántos Shine a Light o No Direction Home?
No lo sé, yo pensaba, ese es un comienzo.
Tomás Luzzani