A Sala Llena

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Una de amigos…

Una de amigos…

El pasado sábado me levanté tarde, realmente tarde. Y cuando digo “levanté” lo digo literalmente porque, si bien abrí los ojitos a eso de las nueve y media, no decidí salir de entre las sábanas como hasta la una de la tarde. Desayuné tapadita altura mollera (cortesía del Chuchi), me metí en Netflix para ver alguna serie vintage, le dediqué un tiempo más que prudente a hacer algunas payasadas por WhatsApp con mis amigas, anduve pululando por Facebook y Twitter hasta que, finalmente, hicimos planes para ir al cine. Íbamos a ser familia: mi amiga Luján, José su esposo, el Chuchi y yo. Cuando nos juntamos los cuatro sabemos a qué hora arranca el asunto, pero ni por asomo cuándo termina, así que para empezar, quedamos en pasarlos a buscar para ir a la función de las cinco del Village Recoleta en 3D: Guardianes de la Galaxia.

Y lo bien que hicimos, che…

Yo sabía que iba a estar buena, lo sabía de sobra, pero la verdad no pensé que me iba a volar así la boina. ¡Qué tremendo pedazo de cultura popular hecho película!

Nos sentamos en la fila cinco al centro. Ubicación, más perfecta, imposible. Estábamos de verdad en el vértice de equilibrio justo frente a la pantalla, y en el punto G del audio de la sala. No podíamos pedir nada mejor. Pero aun con todo ese devaneo virtuoso, me pasé unos buenos diez minutos desinfectando mis anteojitos 3D con alcohol en gel. Por alguna razón de verdad los embarré demasiado esta vez, y me tomó casi un paquete entero de carilinas dejarlos potables. Por suerte, pasaron ochenta mil comerciales, que me dieron tiempo de sobra a estar lista para cuando arrancó la función. Si me acercaban un fósforo, era el cierre de los Juegos Olímpicos de Beijing (jejeje), pero la llevaba de puta madre, hasta parecía normal con mis gafas y todo.

La adaptación del comic de Marvel presentaba varios desafíos: el primero era lograr al héroe colectivo que demandaba la patriada y convertirlo en un protagonista carismático, carnal, democrático y jugoso. El segundo desafío, y tal vez el más grande, era conseguir que la historia fuera lo suficientemente genuina y humana, como para que la pandilla se luciera, respetando el espíritu primigenio del comic. Así que la producción estaba frente al pequeño temita, de encontrar un equipo de actores que diera la talla, sin llevarse puesta la película. Lo imperativo: hacerse de un Star Lord que fuera todo lo groso que es, sin ser una estrella rutilante que pusiera a los demás personajes en desventaja. Y lo consiguieron: Chris Pratt es maravilloso. Claro que hay un par de estrellas, pero están confinadas muy inteligentemente, a las voces. Así Bradley Cooper, Vin Diesel o Josh Brolin, prestan sus cuerditas vocales de manera generosa, pero sin robarse la trama, ni la historia. Una elegantísima Glenn Close le aporta clase a todo el asunto, desde una circunspecta perspectiva de personaje secundario. John C. Reilly hace lo mismo por su parte. Así, la película se vuelve una máquina imparable de emoción, efectos especiales y divertimento. Un cóctel infalible que abre un rápido camino al corazón del espectador.

Claro que, un capítulo entero a parte, se merece el soundtrack que le pone suculento swing a todo este dechado de virtudes…

Aquí les enumero las canciones que escucharán, si se tiran de pechito a ver esta maravilla de film: “Moonage Daydream”, de Bowie (ya con eso estaríamos hechos, pero hay más); “Hooked on a Feeling”, de Blue Swede; “I Want you Back”, de Jackson 5 para la escena de créditos finales que es, sin duda, una de las cosas más dulces jamás filmadas y “Cherry Bomb”, de The Runnaways que te vuela la bocha. Como si eso fuera poco, ¡hay muchas más! “Ain´t No Mountain High Enough”, por Marvin Gaye y Tammy Terrell; “Sipirit in the Sky”, de Norman Greenbaun; “Go all the Way”, de Raspeberries… ¡TODOS TEMAZOS MAN!

No parás de bailar en la butaca…

El guion es excelente. Mordaz, provocativo, hilarante, sensible, inteligente, a tono con los tiempos. Está escrito a la perfección en dosis de emotividad, humor, romance, fraternidad, misterio y hasta el infaltable mensaje ecológico trendy de estos días. Por supuesto, la puesta en escena está a la altura.

Nosotros salimos chochos del cine y nos fuimos a cenar. Estuvimos desde las ocho aproximadamente, hasta las doce y pico de la noche hablando sin parar, como buenos buddies que somos. Cuatro horitas de puro cotorreo y divertimento, bien en combineta con el plan cinematográfico. Porque esta cinta se apoya, sobre todo, en la amistad y en la infinidad de puertas que se abren, cuando contás con un compañero que te cuida el trasero.

Así que, amigachos de la vida, no duden en sacar sendas entradas e ir a ver este pedazo de alegría. Y quédense hasta el final de los créditos, que lo que les aguarda es IMPAGABLE.

¡SALUTE AMIGOS!

Esta columna es para mi amiga Luján que me banca en todas y, juntas, somos re Guardianas de la Galaxia.

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