A Sala Llena

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CRÍTICAS - CINE

Violette

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Violette (Francia/ Bélgica, 2013)

Dirección: Martin Provost. Guión: Martin Provost, Marc Abdelnour y René de Ceccatty. Elenco: Emmanuelle Devos, Sandrine Kiberlain, Olivier Gourmet, Jacques Bonnaffé, Catherine Hiegel, Olivier Py, Stanley Weber. Producción: Miléna Poylo y Gilles Sacuto. Distribuidora: CDI Films. Duración: 132 minutos.

La forja de una escritora.

Lo más interesante de Violette, lo universal, está en el hueso, debajo de las capas de citas y de la preciosista ambientación de los años de posguerra. El poder está en la historia de esa mina que la lucha para comer pero también para ganarle a sus miedos y hacer lo que la apasiona. La película se fortalece en esas bolsas de abajo de los ojos de Emmanuelle Devos, y con cómo nos muestra la soledad, la neurosis, la depresión y la necesidad de sobrevivir y, claro, de escribir, de crear, de trascender. Al igual que en Séraphine, Provost elige como personaje central a una artista que tiene que forjarse y que gracias a su talento consigue a alguien que confía y apuesta.

La película recorre el camino que llevó a Violette Leduc a convertirse en escritora. Desde sus experiencias en el mercado negro francés de la segunda guerra y su relación con Maurice Sachs (que hace el papel del tallerista actual: escritor que la incita a seguir escribiendo porque se da cuenta de que en sus palabras hay algo), a su obsesión con Simone de Beauvoir, quien termina siendo su mecenas y su motor emocional. Su enamoramiento no correspondido fue una pieza más en su colección de frustraciones y mala fortuna, y, seguramente, haya sumado potencia a su escritura: las tragedias personales como pozos petroleros artísticos. Y su pozo más profundo fue, sin dudas, la soledad; su castigo y su fuente de inspiración y éxito.

Martín Provost asume riesgos desde la mera elección de su protagonista. No elige hacer una biopic de Beauvoir o Sartre sino de la desconocida Leduc. Y acá el existencialismo asoma más desde las acciones de Violette que desde el pensamiento de los intelectuales. Porque la escritura le sale de las entrañas, no era una teórica. Tal como afirma Provost en una entrevista a los colegas de Escribiendo Cine, Leduc tuvo peso político, claro, pero de una manera más inconsciente que su entorno. Fue pionera del feminismo sin pretender serlo así como su escritura era política de una manera indirecta pero explosiva para ese momento. Y la película se centra en la soledad, en el dolor, en el crecimiento como artista, y comparte con la obra de Leduc su poder político implícito. Y radica allí su sutileza que la convierte en un pequeño oasis dentro de una cartelera pasada de rosca con execrables tanques doblados al español que se roban una altísima cuota de pantalla.

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Por Ernesto Gerez

Eróticamente libre.

El desafío de un escritor es realizar un camino narrativo que le permita encontrar no solo una voz propia sino también un estilo particular que entable una discusión con un tipo de lector. El caso de Violette Leduc es paradigmático en este sentido. Sin pertenecer a la cofradía intelectual de la época y sin una educación universitaria, conoció a través del azar a Simone de Beauvoir, de quien se convirtió en amiga íntima, y comenzó una accidentada carrera literaria que la llevó a convertirse en un ícono de la literatura feminista europea. Sus descripciones de la sexualidad femenina, sus escenas de amor lésbico y su crudeza poética la convirtieron en una de las escritoras más atrevidas y censuradas de su época.

La película de Martin Provost desarrolla la vida de Leduc a partir de su relación con distintos personajes de la cultura que marcaron su vida, en la que se destacan la profunda y fluctuante relación con Beauvoir, su tensa amistad con Jean Genet y sus comienzos literarios en plena ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial empujada por el rechazo de Maurice Sachs, un oscuro personaje que murió en plena guerra en circunstancias poco claras. Violette es un recorrido cargado de emotividad y erotismo sobre la literatura francesa enfocada en una autora que creció y vivió en la pobreza hasta que Beauvoir comenzó a proveerla de un sueldo que le permitió viajar y escribir sin apremios económicos hasta llegar a editar algunas de sus mejores obras como La Bastarda, que le otorgó finalmente el esquivo éxito de ventas y la consecuente libertad económica.

Con un fondo sonoro de violines minimalistas viscerales, Violette representa el sufrimiento, la falta de autoestima, la desconfianza, el rechazo y la hostilidad ante una realidad frustrante y decepcionante que marcó su vida y sus anhelos. La interpretación de Devos de los deseos y las desilusiones de Leduc es extraordinaria y demuestra porqué es una de las actrices más solicitadas por la cinematografía francesa. Sin recurrir al contexto político o social, la película se centra de forma obsesiva sobre Violette como personaje para ofrecer una biografía construida en base a la introspección y las relaciones sociales y no sobre análisis históricos.

La obra de Leduc fue una constante rememoración de sus vivencias basadas en el desencanto y el pesimismo exacerbado por la condición subyugada de la identidad femenina. Violette no fue solo una escritora con un estilo poético sensual sino que abrió un camino a los escritores de su época al narrar la sexualidad abiertamente desde el punto de vista femenino, algo inaceptable para la mayoría de los editores de la época. Todo el film está construido sobre esta base interpelando a la escritora y a su entorno, a la vez que a sus lectores y a los espectadores. Con un espíritu artesanal, Provost indaga pacientemente en estos sentimientos buscando las conmociones y los puntos de quiebre para reconstruir un capítulo muy importante de la historia del feminismo en Francia.

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Por Martín Chiavarino

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