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CRÍTICAS - CINE

Una Familia Espacial (Atrapa la Bandera)

(España, 2015)

Dirección: Enrique Gato. Guión: Jordi Gasull, Neil Landau y Javier Barreira. Elenco: Dani Rovira, Michelle Jenner, Carme Calvell, Javier Balas, Camilo García, Toni Mora, Marta Barbará, Fernando Cabrera, Xavier Casán, Oriol Tarragó. Producción: Jordi Gasull, Ghislain Barrois, Nicolás Matji, Edmon Roch, Álvaro Augustín, Javier Ugarte e Ignacio Fernández-Vega. Distribuidora: UIP. Duración: 94 minutos.

El fracaso en tanto maldición.

El tono insulso y predecible es la característica más insoportable de gran parte del cine de animación de nuestros días y de los relatos épicos en live action que nunca bajan de las dos horas de metraje, cara y ceca de la misma moneda dirigida a niños, adolescentes y adultos que no maduraron (para algunos la sonsera y la irresponsabilidad constituyen una verdadera adicción). Pensemos por ejemplo en los “caminos del héroe” ultra pasteurizados símil Disney o en la interminable catarata de adaptaciones de cómics de DC/ Marvel: los purretes actuales -enfrascados en los productos mainstream- deben estimar que efectivamente todo el espectro narrativo se reduce al anclaje en las películas de acción con chistecitos fatuos y una pluralidad de personajes que se confunden entre sí gracias a este atolladero impersonal.

Si nos sinceramos podemos afirmar que nadie esperaba demasiado de Enrique Gato, el realizador español responsable de Tadeo Jones, ese aventurero protagonista de dos cortos apenas potables y de un film en 2012, bastante limitado por cierto. A diferencia de aquella cruza de naturaleza paródica entre el ideario de Indiana Jones y la estética de Wallace & Gromit, Una Familia Espacial (Atrapa la Bandera, 2015) sí posee una identidad propia y hasta se toma su tiempo para construir un retrato muy afable de los Goldwing, un clan de astronautas que arrastra una maldición en torno al anhelo de pisar la Luna, con los rencores del caso: Mike pretende que su padre Scott y su abuelo Frank vuelvan a hablarse luego de décadas de un distanciamiento en el que mucho tuvieron que ver las jugarretas del destino.

Como no habría película sin el viaje del jovencito como polizón al satélite de la Tierra, la ocasión se presenta cuando se reactiva el programa espacial de la NASA para intentar “ganarle de mano” a Richard Carson, el villano de turno, un magnate energético que desea volar a la Luna para extraer Helio 3 y destruir la bandera plantada por la misión Apollo XI, con vistas a tomar posesión del cuerpo celeste. Bajo la supervisión de Frank y junto a su amiga Amy, Mike deberá sobrevivir a una gesta en la que coinciden el afán retro en pos de surcar el firmamento y la ponderación del éxito a nivel profesional como un mecanismo de reconstitución del eje familiar, esquema a su vez condimentado con una crítica contra el monopolio de los recursos naturales y toda exclusividad relativa a la “camarada nocturna”.

Por suerte el director obvia la estructura hollywoodense estándar hoy por hoy (basada en un popurrí de escenas de acción sin sentido, protagonistas escuálidos y latiguillos para lelos), privilegiando en cambio un ritmo narrativo sosegado que combina mucho desarrollo de personajes y un verosímil muy prudente en consonancia con los coletazos que suele generar la frustración en nuestro entorno cercano (el hecho de que el pivote de la historia sea el sueño de Mike de conciliar posiciones resulta un detalle gratificante). Lamentablemente la propuesta no va más allá de su corazón artesanal pero sin dudas señala un horizonte para la animación hispanoamericana, en el que el modelo estadounidense debería ser tomado sólo como referencia y no tanto en términos de un dogma que garantiza el triunfo en taquilla…

calificacion_3

Por Emiliano Fernández

 

Una Familia Espacial es el último film del director español Enrique Gato Borregán, creador del personaje Tadeo Jones, que lo llevó a la fama en 2006 y con el que ganó dos Premios Goya al Mejor Cortometraje de Animación. Diez años después, mantiene el espíritu de aquella animación y pone en pantalla grande su visión del hecho histórico que marcó a la humanidad el 20 de julio de 1969: La llegada del hombre a la Luna.

La mirada pro-estadounidense del director se observa cuando pone en la piel del villano a un multimillonario texano, Richard Carson, que -como indica el título inicial – quiere capturar (léase y archívese bajo el sinónimo robar) la bandera estadounidense plantada por los astronautas del Apolo XI en el suelo lunar. Su objetivo es cambiar la historia televisada y colonizar el satélite para comercializar sus recursos naturales y obtener de ellos la futura fuente de energía: Helio 3. Hasta aquí pareciera susurrarse, desde lejos, la pregunta: “¿Y ahora quién podrá defenderme?”. Como era de esperarse, no será el Chapulín Colorado sino la NASA quien estará a cargo de abortar el plan maléfico. La presidenta, con el objetivo de salvaguardar el honor de la Nación, ordena a la agencia de investigación aeroespacial que capturen la bandera para evitar que se ponga en duda el “logro” de los Estados Unidos frente a la URSS (Cabe destacarse que retoma el contexto de la década del 60 cuando estos dos bloques se disputaban constantemente la conquista espacial, y por ello la NASA realizó su emisión televisiva). A fin de mantener el honor, reúne astronautas expertos -pero ya retirados del oficio- con los comandantes actuales. En este mix generacional se encuentra el hijo del comandante de la misión, Mike Goldwing, de 12 años, que junto a sus amigos Amy,  Marty y un lagarto llamado Godzilla serán parte de la misión. Mientras el film avanza, en torno a cómo se preparan tanto nuestros héroes como el villano para realizar el viaje espacial, en paralelo pivotea con las aventuras de los niños que imitan los métodos de la NASA para prepararse físicamente y viajar en el cohete.

La parte psicoemocional de los astronautas no queda fuera de la animación. El abuelo de Mike, ex comandante espacial, abandona su familia en 1969 para ir a la misión, pero lo desvinculan del proyecto y se decepciona tanto que nunca más regresa a su ciudad y se interna en un asilo para astronautas. Aunque, inconscientemente, su accionar le crea un trastorno mental a su hijo, el director elije perdonarlo bajo la premisa “A la familia se le perdona todo“. Así, con el ojo puesto en rememorar el pasado se entrevé nuevamente la mirada proestadounidense de la que hablaba párrafos arriba,  y se evidencia, aún más, al pasar por alto éstos errores garrafales donde el afán de llegar a la Luna pesa más que la familia. Porque quien lo logre será televisado como un héroe cuyo único trofeo es la bandera.

Una historia bien lograda sobre la conquista espacial que, pese al intento mediático,  hoy continúa en duda la incógnita que perdura de generación en generación.

calificacion_3

 

 

Por Luly Calbosa

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