“Hablar a través de una pregunta”. La variación de sonidos, partes del cuerpo, colores, reflejos, voz e historia confluyen en Popurrí (2022) como búsquedas memoriosas.
Para rememorar -y colateralmente reflexionar-, Hernán Khourian aprovecha la borradura de imágenes. Pájaros atrapados y fallecidos, y fotografías familiares son algunos elementos en los que él se refleja. A partir de ellos, él se pregunta dónde queda la libertad a través del vínculo con su abuelo y su hermano.
La borradura, por cierto, será una palabra recurrente en esta obra de Khourian. También es una pista verbal de toda su filmografía en términos aurales. Es probable que pronunciarla tanto no habría sido necesario en esta oportunidad. Los tachones se sienten en sus escenas y reflexiones.
“Hay fragmentos de imágenes adentro de todas las memorias de las cosas”. La plasticidad de su obra produce preguntas y respuestas donde crear y asociar van de la mano. De esta manera memoria es vinculable simbólicamente con familia, fotografía con voz, e individuo con pájaro y mantis.
Como en un collage, cada una de estas asociaciones entre recuerdos e imágenes ofrece una unión paradójica gracias a la voz sosegada de Khourian y la sutileza de los efectos sonoros. Para ello el realizador trabaja la importancia del reflejo. Por ejemplo, en la escena de las sobreimpresiones, la imagen del desierto armenio refleja el retrato enmarcado de su abuelo y a su vez, Hernán y su cámara están reflejados.
En este caleidoscopio conciso de imágenes, los tropiezos de pronunciación, ecos, susurros, pausas y el recitar reconstruyen un rompecabezas con piezas faltantes. Esto también podemos decirlo del cuerpo fragmentado de Hernán. Entonces sus pies, manos, piernas, rostro y voz solo pueden unirse en nuestra percepción como espectadores.
En algunas de sus obras anteriores, Khourian también ha trabajado la fisiología desde la técnica. La respiración jadeante y la gripe se oía en Esplín o errar o sin embargo (2007). Aquí reafirma lo que había tanteado a través de planos detalle, como en la antes mencionada y Los silencios y las manos (2014).
Las diferencias entre este popurrí y esas obras es el tono menos experimental y las decisiones múltiples en términos técnicos. La cámara en mano es más puntual que en otras oportunidades y la fija acentúa el reflejo del sujeto en su entorno.
Khourian aquí afianza la necesidad de un reflejo, no como capricho, deformación ni reafirmación. Como si el cine fuera una ciencia especular -mucho más allá del psicoanálisis-, el realizador platense construye la certeza de lo que podemos llamar un desierto seguro: el lugar desde el cual el arte encuadra desastres, carencias y desórdenes.
(Argentina, 2022)
Guion, dirección: Hernán Khourian. Elenco: Edgardo Saavedra, Hernán Khourian. Duración: 56 minutos.