Viernes 28 de noviembre.
El festival está llegando a su fin. De hecho, hoy se proyectan los últimos films de las competencias oficiales, como Le Meraviglie, por el lado de la Internacional, que viene se recibir el Premio del Jurado en la reciente edición del Festival de Cannes. Faltan horas para la entrega de premios, y es posible percibir algo de lógica ansiedad en los cineastas presentes.
Y aún quedan platos fuertes en otras secciones, como La Danza de la Realidad, de Alejandro Jodorowsky.
También se realizaron las últimas actividades especiales. La más destacada tuvo lugar en el Hotel Provincial y fue una charla con el historiador Osvaldo Bayer, quien es el protagonista del documental Osvaldo Bayer “La Livertá”.
Quedan horas para que termine el festival, y por eso no conviene desperdiciar ni un minuto.
Le Meraviglie, de Alice Rohrwacher (Italia, 2014 – Comp. Int.), por Matías Orta
Da la sensación de que Gelsomina (Alexandra Lungu) no tuvo infancia. Hija mayor de una pareja de apicultores, ejerce la actividad junto a sus hermanas menores en una vivienda alejada de la ciudad. Su vida tiene que ver con abejas y miel. La rutina será alterada cuando llega un programa de televisión que premiará a una familia rural. Entusiasmada, Gelsomina accede a participar, aunque el padre (Sam Louvyck), un hombre chapado a la antigua, no está contento. ¿Podrá el concurso mejorar un provenir que parece cada vez más complicado?
Lo nuevo de Alice Rohrwacher cuenta una historia de madurez, de choques culturales dentro de una misma familia, de etapas que son quemadas a una edad prematura, donde también aprovecha para hablar de la situación política y social de la Italia contemporánea.
La joven Alexandra Lungu es quien lleva adelante la película, que cuenta con la participación especial de Monica Bellucci como la estrambótica conductora del programa e ídola de la protagonista.
A veces dramática, a veces tierna, a veces cómica, Le Meraviglie demuestra que el cine italiano pasa por un momento interesante, pero será cuestión de tiempo si logra recuperar el trono de antaño.
Sinfonia da Necrópole, de Juliana Rojas (Brasil, 2014 – Comp. Lat.), por M.O.
¿Un musical ambientado en un cementerio, protagonizado por empleados, con participaciones especiales de ánimas? Suena delirante, pero de eso se trata Sinfonia da Necrópole.
Deodato (Eduardo Gomes) es asiste de su tío, uno de los enterradores, pero odia su trabajo: prefiere tocar música y hacer tareas que le permitan relacionarse con gente viva. En parte lo consigue: su jefe lo designa ayudante de Jaqueline (Luciana Paes), la nueva supervisora de obras que se realizarán en el lugar, a fin de desocupar tierras para sepultar nuevos difuntos. Poco a poco, Deodato y ella se volverán más que compañeros y el muchacho aprenderá más sobre la vida y la muerte. Todo esto, con algunas canciones entonadas por los protagonistas.
Con la importante que parece caracterizar al común del público brasileño, la directora Juliana Rojas compone una comedia sobre un tema siempre delicado como es la pérdida, pero con canciones y coreografías que, lejos de resultar de mal gusto, le otorgan una frescura especial a la historia.
Sinfonia da Necrópole es simpática, y algo amarga en determinado momento, pero no deja de ser un enfoque distinto a un tema tan serio como la muerte.
Electric Boogaloo: The Wild Untold Story of Cannon Films, de Mark Hartley (Australia / USA / Israel / UK. 2014 – VHS), por Ernesto Gerez
Seguramente mucha gente de entre 30 y 40 años recuerde con nostalgia las películas de Cannon que vio por TV de aire o en VHS durante los 80 y principios de los 90. También seguramente muchos no sepan o no recuerden que eran de Cannon films. Después de su fallido paso reciente por la ficción con el cover de Patrick, Mark Hartley -el mismo de la fenomenal Not Quiet Hollywood, que desasnaba sobre el ozploitation- nos trae una catarata de entrevistas a un ritmo infernal que nos acomoda las piezas de la particular historia de la compañía de los hermanos israelíes Menahem Golan y Yoram Globus.
Eliot Gould, Bo Derek, Molly Ringwald, Franco Nero y Tobe Hooper entre muchos otros de una lista de más de cien entrevistados, nos relatan el ascenso y la caída de los dos apasionados productores que se tomaban tan a pecho el cine de explotación que no les pagaban a sus trabajadores y vendían películas de las que solo tenían hecho el poster. Golan y Globus pensaban “una estrella hace una película por año ¿qué hace las otras 40 semanas?” entonces crearon una empresa que no paraba de sacar películas, con una crew que laburaba a full todos los días del año como en una fábrica. Y así salieron glorias como El Último Americano Virgen, que aunque nos haya parecido súper gringa es una remake calcada de una película ultra taquillera israelí. Y así pasó con muchas, porque parte del imaginario yanqui de los 80 que nos armamos fue por Cannon pero, paradójicamente, a la compañía le fue mejor con sus ventas al exterior que internamente porque, nos cuentan, los israelís Golan y Globus no lograban representar del todo bien al estadounidense.
Desde Charles Bronson y Chuk Norris, pasando por las geniales Indiana Jones clase b y la inolvidable épica trash de Masters of the Universe, a sus figuras “serias” como Cassavetes y Schroeder, Electric Boogaloo es un viaje hermoso a esa basura encantadora de los 80, un recorrido por la meca de los guiones delirantes que se llevaban a escena por dos mangos y que dejaron un legado inagotable.
La Danza de la Realidad, de Alejandro Jodorowsky (Chile/ Francia, 2013 – Panorama Autores), por Emiliano Fernández
La oscuridad es la sombra de Dios.
Y finalmente Alejandro Jodorowsky pudo concluir otra película. Transcurrieron 23 largos años desde El Ladrón del Arcoíris (The Rainbow Thief, 1990), aquel trabajo por encargo que le dejó un muy mal sabor de boca y reconfirmó sus “sospechas” con respecto al hecho de que en la industria cinematográfica sobreabundan los necios. Aquí por suerte no tuvo que pelearse con productores cretinos ni nada parecido, ya que es el mismo Michel Seydoux quien apuntaló el proyecto: ambos se reencontraron con motivo de Jodorowsky’s Dune (2013), el extraordinario documental que retrata el intento fallido de adaptar la obra magna de Frank Herbert, y decidieron encarar una nueva epopeya en un contexto que no suele ver con buenos ojos a un cine que escapa a los clichés y las categorizaciones fáciles.
Una vez más la efusividad creativa, el surrealismo y las mitologías trastocadas cubren toda la pantalla en un film que hace foco en la infancia de Jodorowsky en Tocopilla, Chile, durante la Crisis del 30 y la primera presidencia de Carlos Ibáñez del Campo. La Danza de la Realidad (2013) dialoga abiertamente con su carrera y juega con una mirada subjetiva que niega la razón instrumental: incluye alegorías ásperas acerca de los vínculos de pareja en la línea de Fando y Lis (1968), el nudo del relato nos presenta un viaje de reconstrucción existencial símil El Topo (1970), el chamanismo y un imaginario visual extremo nos reenvían a La Montaña Sagrada (The Holy Mountain, 1973), y hasta descubrimos planteos edípicos y una parodia agridulce del fundamentalismo en sintonía con Santa Sangre (1989).
Tomándose muchas libertades para con su propio derrotero, el director traza una cronología tan infausta como poética en la que su “versión niño”, interpretada por Jeremias Herskovits, debe convivir con su padre Jaime (Brontis Jodorowsky), un discípulo irascible de Stalin, y su madre Sara (Pamela Flores), una mujer muy perspicaz que se comunica sólo mediante arias de resonancias operísticas. Los desequilibrios, las humillaciones, el éxtasis, la locura y la transformación constituyen las distintas etapas que atraviesan los personajes a lo largo de un periplo maravilloso caracterizado por la imprevisibilidad, la valentía formal y las encrucijadas de toda índole. El “circo” de Jodorowsky remite a su homólogo de Federico Fellini y nos interpela sobre la necesidad de una vivificación del saber y el goce inmaterial.
Precisamente, las relaciones de poder que la figura paterna pretende imponer a su entorno son sin dudas el gran obstáculo para el crecimiento espiritual y la desaparición definitiva de las cadenas ideológicas que el afán de lucro implanta en el inconsciente colectivo. Hoy no sólo somos testigos del exorcismo personal del cineasta, quien a la Ken Russell subvierte y reconfigura el naturalismo reaccionario que domina en el mainstream, sino que también nos adentramos como espectadores en una odisea mística que adquiere un tamiz refulgente y arrebatador, en el que la angustia y la euforia se confunden constantemente. El Dios que venera Jodorowsky, bajo la sombra del cual nos deja reposar, es una entidad inaprehensible y multidisciplinaria que destruye las instituciones e incorpora al arte al devenir cotidiano…
B.F.E. (Shawn Telford. USA. 2014), por E.G.
Se ha comparado al trabajo de Shawn Telford en B.F.E con el de Larry Clark en Kids, sin embargo, aunque a grandes rasgos utilicen temas similares (adolescentes algo cancheros adeptos a la diversión psicotrópica y un futuro que no promete) hay una diferencia ideológica sustancial. Mientras Clark opta por una postura pesimista y garronera, Telford construye un relato optimista con la idea central del carpe diem y la vida sin miedo. La película tiene como eje la particular eutanasia de un viejo cansado de vivir mal, un triangulo amoroso entre una chica que vive en una cocina de metanfetamina, el nieto del viejo y otro adolescente desesperado por dejar de ser virgen, y un poco de la vida de una madre soltera que no le pone límite a las noches fisuras de su hijo. Entre ellos conforman tres historias que se cruzan y envenenan mutuamente. Un pueblito de unas miles de personas y un soundtrack espectacular con algo de hip hop stoner dan marco a las travesuras del viejo y del grupo de chicos con planos a gran ritmo y mucho groove. Tal vez la visión del realizador se sintetice en una frase que el abuelo le dice a su nieto teenager mientras se fuman un caño: “matá al dragón”. En fin, hacé la tuya, viví la vida, y si tenés que huir de tu infierno, andate ahora.