Desolación afectiva en medio de la hiper-abundancia de la gran ciudad:
Family Romance (2019), lo último de Herzog, sigue en la linea de sus preocupaciones de Lo and Behold respecto de la época contemporánea, pero se mantiene fiel al rasgo de autor que lo caracteriza en términos de lo que él mismo llamó “la conquista de lo inútil”: el hombre busca siempre ir más allá de los límites de lo posible con resultados generalmente desastrosos.
La película está construida como una ficción pero sin abandonar el espíritu documentalista que da cuenta de la tensión entre lo ancestral y lo contemporáneo en la cultura japonesa a través de planos generales cenitales. Se desarrolla en torno a distintos proyectos que lleva a cabo Ischii Yiuchi, creador de la empresa Family Romance (de existencia real), que se encarga de venderle a sus clientes las fantasías que precisen para embellecer su realidad.
Un padre sustituto para la novia en el día de la boda. La representación de la sorpresa de ganar un cuantioso premio para una mujer que busca repetir (sin suerte al momento) la alegría de haber ganado algo una vez en su vida. Un compañero de un empleado de ferrocarril que acepta el reproche y castigo severo del jefe por el descalabro en el sistema al ordenar la partida del tren 20 segundos antes de horario. Un conjunto de fotógrafos que hacen vivir a una joven la experiencia de ser una celebridad en plena calle céntrica. Estos son algunos de los trabajos en los que toman parte Ischhi y su equipo de actores. Pero la película desarrolla en profundidad una misión en concreto, la de representar al padre de Mahiro, una niña de 12 años a la que este abandonó recién nacida. Entre ambos, compartiendo diversas tardes en parques públicos, se va desarrollando un vínculo de afecto que contradice la política de la empresa. Aquí vemos cómo el capitalismo rechaza al amor, que está en sus antípodas ya que supone lo que ocurre por azar y lo que no puede contabilizarse en términos económicos.
A lo que apuntan los servicios de Family Romance, como todo producto capitalista, es a negar el malestar y la pérdida que son parte de la vida humana; a taponarlos rápidamente mediante un sustituto de ficción (lo cual podría llegar hasta el extremo de un hiperrealismo monstruoso recurriendo a sustitutos idénticos mediante robots de inteligencia artificial).
En Family Romance encontramos un Herzog vivo que innova en su filmografía transitando la ficción, y que a la vez nos brinda un agudo retrato de la época contemporánea con su profunda contradicción entre una sociedad hiper-tecnificada y desarrollada en términos de consumo (que hasta lleva a anhelar la experiencia de la muerte como modo de agujerear tanta plenitud) y la emergencia de una naturaleza cada vez más individualista, resultando casi imposible sostener en el tiempo lazos sociales. Un acertado retrato de la “vida líquida” (al decir de Bauman), donde los sujetos se ven embargados por una angustia y una soledad desgarradoras.
© Carla Leonardi, 2019
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