La insoportable levedad del ser:
La muerte es aquello que se presenta como imposible de representar y de decir. En este sentido, I Was At Home, But (2019), de la realizadora alemana Angela Schanelec, puede entenderse como un ensayo cinematográfico que intenta un acercamiento a la experiencia de la muerte.
De la muerte solo se puede hablar metafóricamente. Y la poesía acaso sea el modo privilegiado de tocar aquello que está por fuera de los límites de nuestra comprensión e imaginación. Un perro salvaje que come a su presa en una casa derruida y deshabitada. La desaparición enigmática de Phillipe, el hijo adolescente de Astrid, luego de la muerte de su padre. Astrid y sus hijos intentan seguir como pueden con sus vidas, pero el dolor por la pérdida se expresa en su estado exasperado, en su enojo. Un vendedor de bicicletas que apenas puede hablar por una traqueotomía. El deterioro natural e irreversible de los objetos que se expresa en la conversación de Astrid con este hombre de voz apenas susurrada, donde le señala lo irreparable de aquello que se rompe (aunque uno lo intente). La representación de distintos fragmentos de la tragedia de Hamlet (cuyo centro es la dificultad para elaborar el duelo por el asesinato del padre), por parte de los compañeros de escuela de Phillipe. La conversación de Astrid con un director de cine sobre la distancia que hay entre la verdad de una persona que está a punto de morir y la mentira de la ficción actoral, que intenta en vano capturar la verdad de esa experiencia mediante su interpretación.
Es inútil intentar construir una narrativa plenamente coherente y comprensible. Y sin embargo, no se trata de una disposición caprichosa. En cada uno de esos fragmentos de la película está presente una poética de las imágenes que apunta a bordear el agujero de lo indecible, de lo doloroso en relación con la pérdida de un ser querido, y que puede llevar al sinsentido de la vida. La suspensión del propio titulo del film (Estaba en casa, pero), la paleta de colores fríos y apagados del invierno berlinense, la quietud de los cuerpos, e incluso la fragmentación y la elipsis narrativa tienen un sentido, acaso no evidente a primera vista. Una cierta lógica aparece como si se analizara un sueño, si se leen desde el prisma del quiebre en la narrativa de la vida cotidiana que supone la experiencia de la muerte.
Pero no todo es oscuro en la película de Schanelec. La escena del baile de la familia al ritmo de una versión acústica de “Let’s Dance” de David Bowie y la cálida luminosidad del bosque en el tramo final son de una gran belleza simbólica. Aquí, recordando el lema de José Martínez Suárez (“Hacer cine es hacer vida”), el cine se impone en todo su esplendor y emotividad como una forma de trascender el desencanto de la vida.
La directora alemana arriesga con su radical y singular propuesta. I Was At Home, But es una película que exige que el espectador ponga en juego herramientas y claves de otras disciplinas (filosofía, psicología, literatura, pintura), para poder leerla sin quedarse afuera. Este ensayo fílmico de Schanelec es una lograda apuesta sublimatoria, un notable saber hacer con lo imposible de soportar del límite de la experiencia de no ser.
© Carla Leonardi, 2019
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