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35º MDQ FILM FEST | Al morir la matinée

35º MDQ FILM FEST | Al morir la matinée

Encerrado en un cine, un grupo de personas deberá sobrevivir a una inesperada y letal amenaza.

Cualquier similitud con la premisa de Demonios, de Lamberto Bava, no es pura coincidencia. Similarmente, cualquier parecido entre la secuencia de títulos de Al morir la matinée y la de Candyman está lejos de ser un accidente. Y si la caracterización de alguno de los personajes de la película de Maximiliano Contenti acarrea consigo el recuerdo de otro, perteneciente a algún famoso slasher, o si su banda sonora remite a las composiciones de Goblin o de Claudio Simonetti, ello posiblemente signifique que esta coproducción uruguayo-argentina ha expuesto sus múltiples inspiraciones e influencias sin problemas. Dicho esto, tal vez no se haya esforzado demasiado en desprenderse de ellas e intentar construir algo nuevo, menos arraigado y previsible, más local y original.

Tómese a su protagonista, por ejemplo. Encarnada por una competente Luciana Grasso, la “chica final” de Al morir la matinée es introducida desde el minuto uno como una joven despierta, inteligente, empática y libre de vicios. Atenta a su alrededor y preocupada por el bienestar de los demás, es la primera en presentir que algo anda mal y accionar en consecuencia. Sin embargo, nada de su caracterización le permite salir de lo esperable, tomar distancia del arquetipo, ni siquiera eludir la tradicional secuencia en que, como heroína de turno, descubre a las víctimas mutiladas reconstruyendo el rastro del asesino. Hablando de este, es curioso que el homicida que siembra el caos en el Cine Ópera (titulado así en homenaje al film de Argento) sí logra volverse un personaje digno de recordar. Primitivo, desagradable y con un peculiar hábito que involucra un frasco de salmuera (cuyo contenido no vamos a revelar, aunque cabe decir que es más que pertinente para un slasher ambientado en una sala de cine), capta nuestra atención e interés desde su enigmática presentación. Es cierto, a través de su vestimenta la película lo inscribe en la tradición de los asesinos de guante negro característicos del giallo y, mediante su piloto, lo emparenta con el de Sé lo que hicieron el verano pasado, pero el sádico antagonista de Al morir la matinée logra dejar atrás a sus referentes, emerge como un villano memorable y, gracias a una acertada decisión de casting, incluso dispara un simpático guiño metatextual.

Los principales problemas que aquejan al film radican, podría decirse, en su guión; por ejemplo, en sus diálogos que no terminan de convencer, que sobreexplican y que intentan funcionar como presagio del destino de los personajes —a la manera del horóscopo de La Masacre de Texas—, pero que acaban siendo poco más que un burdo anticipo. Asimismo, hay una dilatación innecesaria de la acción que va a contramano de la construcción de la tensión y de la sensación de peligro inminente que se busca transmitir: pese a contar con un inicio dinámico en el que se presenta con eficiencia a cada uno de los personajes, la multiplicidad de puntos de vista y de líneas narrativas con diferentes tonos parece desviar el foco del relato durante su segundo acto, descuidando así el timing que el género demanda y haciendo que, por momentos, uno envidie a Tomás, el niño que mira la pantalla absolutamente hipnotizado por la película que tiene delante. Irónicamente, es recién cuando esa proyección llega a su fin y sus espectadores comienzan a ser asesinados que la película que los enmarca termina de cobrar vida.

Es sumamente probable que la mayoría de los elogios que perciba Al morir la matinée refieran, en mayor o menor medida, a la labor del director de fotografía Benjamin Silva. Y no es para menos: su propuesta lumínica, compuesta en buena medida por colores primarios saturados, es verdaderamente notable y nada tiene que envidiarle a sus icónicas antecesoras. Virtuosismo de lado, esta apuesta estilística además prueba ser fundamental en su carácter de escenario, de terreno creativo fértil para la ejecución de algunas de las tantas y efectivas ideas visuales del film, desde el humo de cigarrillo escapándose por la garganta de una víctima degollada (y luego extinguiéndose en conjunto con su vida), pasando por el montaje paralelo de los fluidos (secuencia en que se produce la muerte más creativa del relato, esa que homenajea y potencia una de las más recordadas de Martes 13: Parte 2), y hasta el simpatiquísimo plano simétrico de los “caramelos” cayendo en cámara lenta por la escalera.

De más está decir que Al morir la matinée está lejos de ser una película de terror perfecta (de hecho, su clímax sorprendentemente rehúye de la notoria y destacable fotografía del resto del relato y pondera, en cambio, su circularidad y la inclusión de una fugaz cita a Halloween). Aún así, dentro del cine de género rioplatense, el slasher de Contenti se posiciona como mucho más que un compendio nostálgico de referencias: con sus bienvenidas dosis de humor, su pasión por el gore, su confianza en los efectos prácticos y su corazón innegablemente cinéfilo, ¿cómo no simpatizar con su deseo de que la pantalla vuelva a pintarse de rojo sangre?

 

 

 

© Joaquín Chazarreta, 2020 | @JMChazarreta

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

(Uruguay, 2020)

Dirección: Maximiliano Contenti. Guion: Maximiliano Contenti, Manuel Facal. Elenco: Luciana Grasso, Ricardo Islas, Julieta Spinelli, Franco Duran, Pedro Duarte. Producción: Maximiliano Contenti, Alina Kaplan, Lucía Gaviglio Salkind. Duración: 88 minutos.

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