La gran cantidad de películas que se han filmado sobre el Holocausto puede dividirse en dos grupos principales, según se trate de obras de ficción o documentales. A este último conjunto pertenece The Exit of the Trains, del realizador Radu Jude y el historiador Adrian Cioflâncā.
Jude no es tan célebre (al menos en Argentina) como otros colegas rumanos tales como Porumboui y Puiu. Con ellos se inició en nuestro país a inicios de 2007 (gracias a la distribuidora Zeta Films) la racha de estrenos rumanos.
Al menos tres de sus largometrajes anteriores se vieron en BAFICI (2010) y Mar del Plata (2016 y 2018) y sería interesante rescatar su cortometraje The Tube with a Hat (2007), premiado en su momento en Sundance, Huesca, Valencia y Almería, entre otros Festivales.
Dentro del género documental, la monumental obra de Claude Lanzmann (Shoah), marcó un antes y un después al no mostrar ninguna imagen del Holocausto, sino declaraciones y filmaciones en los lugares de Polonia, donde ocurrió la terrible masacre judía.
Las casi tres horas de la que ahora nos ocupa sólo contiene fotografías y está dividida en dos partes muy asimétricas en lo que a duración se refiere. La primera, denominada “Declaraciones y principios”, ocupa el noventa por ciento del metraje y se basa exclusivamente en fotos de personas y sus documentos de identidad, víctimas del pogrom (matanza) iniciado el 29 de junio de 1941 en la ciudad de Iasi (noreste de Rumania).
Lo que la película no menciona es que había apenas transcurrido una semana desde el inicio de la Operación Barbarossa, cuando Alemania decide invadir a su hasta entonces aliado (Rusia). Es muy probable que lacasi coincidencia de ambas fechas no sea producto del azar, ya que la matanza fue perpetrada en forma coordinada por los SS alemanes y la Policía rumana. Lo que el film subraya y es destacable es la actitud del cuerpo policial y las barbaries que cometió.
No sólo robaron joyas, dinero, ropa de la población judía, sino que además les lanzaron piedras, los escupieron (parte de la población civil también) y hasta se disputaron la cantidad de muertes cometidas. A medida que desfilan las fotos y nombres de las víctimas se escuchan voces en off de unas doscientas personas, algunos descendientes de ellas. Un párrafo de un relator cuenta textualmente la comparación que hacen dos perpetradores: “yo maté a seis” afirma uno y el otro redobla diciendo: “y yo maté a diez”.
Un rol central lo tuvieron los (dos) “trenes de la muerte” que partieron desde Iasi hacia el Sur, cargando en cada vagón de ganado cerrado unas cien personas. Mucha gente murió dentro de ellos por falta de agua (bebían su propia) y aire.
La segunda parte, que no por breve es menos impactante, se denomina “Imágenes” y contiene fotos, seguramente inéditas en su mayoría y muchas tomadas por los propios soldados nazis y policías rumanos. Lo que las diferencia de las que se conocieron, cerca del fin de la Guerra, en Polonia, es que son cronológicamente anteriores ya que los campos de exterminio datan de fines de 1941 y 1942.
Hay una inevitable asociación de dichas fotos con el libro de Georges Didi-Huberman, que el catálogo del Festival cita. La obra se denomina “Images malgrétout” (“Imágenes pese a todo”) publicado en 2003. En esta obra, las fotos son casi todas de Auschwitz y por tanto bastante posteriores a junio de 1941. Pero el mensaje es el mismo: el poder de las imágenes. De hecho en su libro Didi-Huberman cita a Hannah Arendt con la siguiente frase reveladora: los nazis “estaban convencidos que una de las mejores chances de éxito de su cometido residía en el hecho de que nadie en el exterior llegaría a creerlo”.
Alguna mención a la masacre de Iasi figura en el libro “Los años del extermino” de Saul Friedländer (ningún parentesco), pero dicho pogrom es menos conocido que aquéllos ocurridos en el país vecino (Polonia).
De haber llegado a ser difundidas las imágenes de los últimos quince minutos del film, quizás hubiese existido una diferente actitud y respuesta del mundo (fuerzas aliadas incluidas) frente a la barbaridad nazi. Hay una foto al final que es tremenda: pasajeros parados en la estación donde descargaron ganado. Se ven muchos cadáveres en el piso y los rostros indiferentes de esos pasajeros; símbolo de la pasividad que habla por sí solo.
En todo caso, películas como The Exit of the Trains sirven para contrarrestar las afirmaciones de negacionistas como el despreciable David Irving, a quien enfrentó y venció valientemente en un juicio Deborah E. Lipstadt (film Denial con Rachel Weisz).
© Fredy Friedlander, 2020
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(Rumania, 2020)
Guion y dirección: Radu Jude, Adrian Cioflânca. Duración: 175 minutos.