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36º MDQ FILM FEST | Al final del túnel

36º MDQ FILM FEST | Al final del túnel

CRISOL DE RAZAS

La historia del robo al Banco Río de San Isidro es uno de esos relatos extraordinarios que revelan algunas pistas sobre las peculiaridades de los rioplatenses. Esta historia de los boqueteros que robaron cientos de cajas fuertes a principios de 2006 es la inspiración en la que se apoya el realizador Rodrigo Grande (Cuestión de principios, 2009) para construir el esqueleto de Al final del túnel (2016).

Joaquín (Leonardo Sbaraglia) es un solitario paralítico recluido en la casa en la que creció con su anciano y deprimido perro, Casimiro. Cuando Berta (Clara Lago), una bella mujer, se presenta junto a su hija de ocho años para ocupar el piso de arriba de la casa, la monotonía del abatido hombre, que pasa la mayor parte del tiempo en el sótano reparando o experimentando con artefactos electrónicos, cambiará y así comenzará a bajar la guardia.

Al escuchar unos ruidos extraños detrás de la pared, Joaquín descubre que unos hombres -liderados por Galereto (Pablo Echarri)- están trabajando en pos de robar el banco de la esquina. Con el transcurso de la película la curiosidad deja paso a la obsesión y el hombre descubre que el organizador del robo es un comisario y que Berta está implicada y es la pareja de Galereto. Joaquín comienza a su vez a planificar cómo sacar partido de todo el asunto para obtener una parte del dinero para poder pagar las deudas que penden sobre la casa.

Al final del túnel maneja correctamente la sutileza pero el guión se extiende demasiado en la primera parte en cuestiones redundantes demostrando una pobre síntesis argumental. Terminada la introducción, la película cambia de tono y de ritmo para convertirse durante el final en un film diametralmente opuesto al del comienzo, otorgándole agilidad e intensidad a una historia que parecía estancada. La introducción de la actriz española Clara Lago no le aporta nada a la historia y la diluye en la apatía durante la primera parte. A su vez, al ganar protagonismo Echarri y al aparecer Federico Luppi en el papel de un policía corrupto, el opus de Rodrigo Grande cobra vitalidad a través de la buena labor del primero y de la brillante interpretación del experimentado Luppi.

El guión es por momentos reiterativo y aburrido, e interesante y sugestivo por otros. La pareja protagónica es absolutamente despareja. Los diálogos de Lago son muy forzados y su personaje poco creíble para la idiosincrasia nacional, mientras que Sbaraglia logra sacar a su personaje adelante interpretando correctamente a este protagonista taciturno y apesadumbrado por la tragedia que destruyó su vida.

Al final del túnel tiene altibajos y muchas escenas están de más pero la segunda parte del film es vertiginosa y apasionante, a pesar de que Grande extiende innecesariamente el final y que la historia de un robo a un banco ya fue trabajada en otra coproducción entre España y Argentina, 100 años de perdón (2016) de Daniel Calparsoro, recientemente estrenada en las pantallas nacionales.

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