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36º MDQ FILM FEST | Mar del Plata a lo lejos (04)

36º MDQ FILM FEST | Mar del Plata a lo lejos (04)

El cuarto día hizo un calor del demonio, tanto en San Clemente como en Mar del Plata. Vi un par de partidos más de la Premier League y después un cortometraje de veinte minutos, Sycorax, de Lois Patiño y Matías Piñeiro, dos cineastas muy reconocidos en el mundo de los festivales y que ahora decidieron asociarse para hacer esta película y tal vez otras en lo sucesivo. Según sus propias declaraciones, estuvieron cinco años hasta que pudieron concretar este proyecto que, tras buscar localizaciones en Lanzarote y pensar en Grecia o en Escocia, se terminó filmando en las Islas Azores, territorio portugués en el medio del Atlántico. Es una producción cuidada y probablemente cara, un tipo de cine blindado, incuestionable tanto desde su concepción como desde su factura, casi imposible de rechazar por cualquier festival (se estrenó en la Quincena de los Realizadores de Cannes y en Mar del Plata compite en la sección Estados Alterados donde parece probable que gane un premio).
Las filmografías de Piñeiro y Patiño son en principio complementarias. Uno se interesa en Shakespeare y en la frontera entre el cine y el teatro, con especial atención a la palabra y las actrices. El otro es más bien un director silencioso, preocupado por la naturaleza y la exploración visual. Sycorax está en la intersección de ambos mundos: la película es una investigación sobre un personaje de Shakespeare que transcurre en una isla remota de paisaje exuberante. 

Sycorax es un personaje de La tempestad, una obra intrincadísima que transcurre en una isla desierta. Madre de Calibán, es un personaje que no tiene texto en la pieza de Shakespeare y de la que Próspero nos informa que fue una bruja vieja y encorvada condenada al destierro en la isla. En la película, Agustina Muñoz hace de una directora de teatro que intenta darle a Sycorax una existencia más sustancial, que empieza por un casting entre catorce mujeres del lugar que dicen una pequeño texto, aunque la ganadora parece ser una profesional. Lo que se va a representar, aparentemente, es una pequeña escena, que tiene relación con la obra pero no es parte de la misma. La escena transcurre en medio del bosque y su sentido es más aludido que explicado. En la banda de sonido, suenan vientos huracanados, así como la música de la ópera La tempestad, de Henry Purcell. 

La impresión que deja Sycorax es la de que estamos ante la presencia de un fragmento de arte importante, ante una obra impecable, vistosa y profunda. No se  la puede describir de gratuita sino de meditada. Por un lado, el uso de la imagen y el sonido son de un cuidado excepcional, aun cuando los planos superpuestos y los fundidos encadenados resulten un poco ostentosos y la tempestad suene demasiado literal (aunque en un volumen delicado). Por el otro, la recreación de la que es objeto el personaje está ampliamente justificada por los estudios recientes. La tempestad (basta guglear un poco) es objeto de arduas y complejas discusiones, especialmente las que la abordan desde el post colonialismo y el feminismo. De hecho, el sexo de algunos personajes como Ariel (el duende encerrado en un árbol por Sycorax y que Próspero promete liberal), ha sido puesto en discusión y bien podría se una mujer. En ese registro se inscriben las palabras de Muñoz, que no se imagina a Sycorax ni vieja, ni mala, ni horrible porque “no hay que creerle tanto a Próspero”. 

El problema que veo en Sycorax tiene un poco que ver con mi entrada de ayer, cuando hablé de Adiós invierno, el documental de Helke Misselwitz, que ponía en evidencia la humanidad y la belleza de cada mujer que ocupaba la pantalla. Aquí, en cambio, todo —en especial los habitantes de las Azores— parece estar en función de un propósito exterior a las imágenes: alguien podría decir que se trata de hace arte, de crear un objeto innovador y que tome en cuenta el desarrollo de la disciplina cinematográfica. Pero me temo que Sycorax es arte, pero es arte académico. Y en un doble sentido. Por una parte, su horizonte de interpretación reside en la jerga y las teorías en boga en la Academia, que imponen un cierto tratamiento de todos los temas. Aquí se trata de hacer Shakespeare con perspectiva de género. Los directores lo dicen explícitamente en el catálogo, cuando hablan de su rechazo a la concepción patriarcal de la obra. Pero, al mismo tiempo, Sycorax es académica en el viejo sentido de lo caligráfico, de lo lustroso, de lo que se considera profesional en el sentido más escolar del término. A ese academicismo, es decir a la celebración de lo que tiene un look profesional, está dedicada buena parte de la programación de los festivales. Es decir, a un arte que nace muerto, un arte que ni el mago Próspero puede liberar de su escondite en el árbol de lo correcto. 

 

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