Hoy terminó el taller con el Jurado Joven y eligieron una película que me resultó simpática pero no puedo decir cual fue. La verdad es que fue un trabajo agradable y voy a extrañar la rutina de estos cuatro días: levantarme a las 8, practicar Qi Gong con la profesora Flavia, darme un baño en el mar, leer los textos o escribir un rato hasta la reunión de 11 a 14, que hoy se extendió como dos horas más.
Los integrantes del JJ eran dedicados, inteligentes y amables. Espero haber estado a la altura de la tarea. Al final, varios de los participantes me recomendaron que viera una película de MDP, All Light, Everywhere, de Theo Anthony, un director de Baltimore que se parece un poco a John Waters, que también es de Baltimore. ¿Serán todos iguales en Baltimore? (La película se ocupa, entre tantas cosas, de los parecidos entre las caras). Anthony hace documentales sobre temas que lo obsesionan. Según dice él mismo en el catálogo, en Rat Film intentó entender la historia de Baltimore a través de la cartografía. Suena interesante. En Subject to Review intenta entender “cómo el poder se manifiesta a través de una herramienta como la repetición instantánea”. Eso ya suena medio raro. All Light, Everywhere, siempre según el realizador, “amalgama estas investigaciones y se concentra en la intersección entre cámaras, armas, vigilancia policial y justicia.”
Esperaba un documental de izquierda, películas como lo que hace Travis Wilkerson (comenté la última en esta serie): radicales, claras, luminosas, cartesianas y dignas de ver. Pero no, esto es otra cosa, digamos una versión hipertrofiada y vacía del documental político, una producción cara y lustrosa, que amontona elementos que supuestamente confluyen en una tesis sobre la vigilancia y no son más que una yuxtaposición de escenarios distintos, la mayoría gratuitos, que abultan hasta conformar un mosaico, una colección de estampas con un tema común. Anthony tiene más de decorador que de cineasta y así la película se pierde en explicaciones sobre el nervio óptico, imágenes de archivo sobre las primeras cámaras de precisión y reconocimiento, biografías de algunos científicos fascistas del pasado, palomas mensajeras y otra serie de antecedentes históricos no del todo pertinentes en relación a los modernos sistemas de vigilancia.
La película está hilvanada mediante una voz femenina cool, apagada y lúgubre, que nos recuerda que estamos ante una denuncia y no ante una exposición de gadgets tecnológicos del presente y del pasado. Es tan disparatado y disperso el proyecto que, sobre el final, el espectador se entera de que la película iba a tener otra parte, dedicada a un curso de cine en el que los alumnos aprendieron a hacer series y cada uno filmó un piloto. Una voz, esta vez masculina, nos informa que, a último momento, la sacaron de la versión final porque no tenía mucho que ver con el resto de la película. El problema es que el resto de la película tampoco tiene que ver con la película, ya que Anthony se dedica a llenarla de cosas como si fuese una baulera.
De todos modos, hay dos tramos de All Light, Everywhere que podrían haber conformado una película (o mejor dos), si se sacaba toda la hojarasca histórica (asociada a una idea cada vez más expandida en el documental de izquierda que es la de que hay un mal que atraviesa las épocas y cuyo origen se remonta al viaje de Colón o, como en este caso, al siglo XIX) y científica (asociada a la idea de que la ciencia prestigia). El primer tramo (en realidad, los distintos tramos se intercalan como en las series, en las que se pasa de una situación a otra para que el espectador no se aburra) tiene que ver con un tipo llamado Ross McNutt, que hizo volar un avión sobre Baltimore capaz de registrar todo lo que ocurría en las calles para incrementar la seguridad. Las autoridades lo prohibieron, pero ahora McNutt busca la ayuda de los centros comunitarios y se lo ve discutiendo con representantes de un barrio negro. Es la parte Wiseman de la película, aunque Anthony es un Wiseman sin paciencia, más preocupado por dar una impresión efectista y que el espectador piense que McNutt es otro loco que intenta agregar más vigilancia.
Pero el núcleo All Light, Everywhere es la visita que hacen las cámaras de Anthony a la sede de la empresa Axon en Arizona. Axon es el fabricante de las pistolas eléctricas Taser, de las que tanto se habló en su momento en la Argentina. Pero aunque las pistolas aparecen, el centro de la presentación de Axon que filma Anthony tiene que ver con una cámara corporal, un dispositivo que la policía de Baltimore incorporó recientemente y que los agentes deben llevar encima, a la altura del pecho, cuando están en funciones. La cámara permite grabar lo que hacen los policías desde su propio punto de vista. Anthony incurre en la falta de ética que consiste en filmar al enemigo haciéndose pasar por un aliado, como para que el espectador se ría de él y acepte la tesis de que la vigilancia se expande hacia el infinito, lo que no deja de ser tan cierto como obvio. Pero lo interesante de la cámara corporal es que no está destinada a proporcionarle a los usuarios más información sino menos. Por ejemplo, Axon se niega a incorporarle lentes infrarrojos que permitirían averiguar que el objeto que un ladrón quiso sacar de su ropa no era un revólver sino un teléfono, lo que comprometería más al policía. La cámara solo graba evidencia que pueda ser usada en la corte y protege a los policías acusados de violar los derechos de los delincuentes. Pero, al mismo tiempo, sirve para vigilar a los propios policías, para que, por ejemplo, no le disparen a un sospechoso desarmado. Lo que prueba la voluntad de recurrir a este chiche caro y complicado, es que todo hecho relacionado con la aplicación de la ley se transforma indefectiblemente en un acto contencioso y que son los abogados, en última instancia, los árbitros del juego. Una empresa como Axon proporciona el hardware para una nueva movida en ese juego esencialmente leguleyo. En el fondo, Anthony se burla de los empresarios pero también se puede pensar que les da la razón: eso es parte de su deshonesta ambigüedad.
Y encima dura como dos horas. Tal vez el JJ me haya dejado muy cansado.
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