Críticas de lo nuevo de Refn, Penn y Verhoeven, que participaron en la Competencia Oficial.
The Neon Demon, de Nicolas Winding Refn (Estados Unidos, 2016)
Mamarracho I
Hay ciertos directores que, al presentar tan solo uno o dos trabajos en Cannes, acaparan la atención inmediata de crítica y espectadores. Así como en la actualidad el periodo de exhibición de un film se acortó drásticamente, lo mismo ocurre con el tiempo para analizar la obra de alguno de estos realizadores. Surgen así comparaciones inmediatas y ridículas que los ubican a la par con eximios directores de la historia del cine, como si de alguna manera estos viniesen a reemplazarlos. Ejemplos hay demasiados, y en cierto momento debemos aferrarnos a la idea de parar el carro y establecer hasta cuándo vamos a seguir bancando a este tipo de farsantes. Esta duda, en algunos casos ya esclarecida, se esparció sobre otros como Nolan, Dolan e Iñárritu, ubicándolos en el banquillo de acusados.
The Neon Demon era la prueba de fuego para Nicolas Winding Refn tras la vergonzosa Only God Forgives y la disfrutable y muy cool Drive.
Lamentablemente, TND contó con abucheos a mansalva tras su primer pasada en una función de prensa. Llegaron a escucharse gritos de críticos españoles esgrimiendo la palabra “basura” repetidas veces en la sala Debussy.
El concepto de cine new age que maneja Refn refiere a un cine visual y kitsch en el que las imágenes impactan, el sonido abruma, pero desde lo narrativo nos quedamos con muy poco. La sensación es la de estar viendo una especie videoclip musical. Abunda el esteticismo, el diseño simétrico, los planos cortos y el uso de música estridente.
TND no indaga sobre el mundo de la moda, apenas toca la superficie ambiente en el que Elle Fanning entra casi desapercibida para terminar pasando por arriba de un grupo de modelos lánguidas y esqueléticas aunque muy hermosas. Algo que ya habíamos visto y mucho mejor en Pretty Baby, con una joven Brooke Shields, e inclusive en la disfrutare Pret á Porter, de Robert Altman.
La incorporación de Elle a una agencia de modelaje es visto como una amenaza para el resto de las modelos, quienes, como una especie de fembots, comienzan a ejercer violencia hacia la nueva incorporación. Las relaciones enfermizas comienzan a aflorar, la fascinación con la belleza y su exaltación para estas mujeres son el motivo de vida y muerte.
Lo de Refn a esta altura es lamentable. La exaltación de lo cool y efímero de su propuesta por suerte no terminarán por convencer a nadie esta vez.
The Last Face, de Sean Penn (Estados Unidos, 2016)
Mamarracho II
Es inexplicable cómo un film como The Last Face pueda integrar una competencia oficial de cualquier festival sobre la Tierra.
En TLF todo está mal, sin exageración. Ya desde los títulos iniciales se imprimen ciertas frases estilo aforismos que son para la carcajada, con la intención de querer teñir de film romántico a una de doctores sin fronteras.
Javier Bardem y Charlize Theron (Wren) son integrantes de un grupo de doctores que van a realizar tareas bajo el respaldo de una agencia que preside Wren a regiones sudafricanas sacudidas por el terrorismo, pobreza, hambre y enfermedades derivadas.
El film comienza con un discurso de Charlize -a quien es imperdonable cómo Penn la hace quedar como una idiota en todo el film- ante la ONU en Ginebra exponiendo sobre la labor y concientizacion de las políticas globales sobre este tema. No obstante vuela hacia estos campamentos de refugiados a hacer trabajo de campo, y mientras tanto se enamora de Bardem. El film, que venía de un par de escenas a puros tiros y matanzas por doquier, con cámara a cargo de alguien con mal de parkinson, se vuelca hace un relato de lo más pueril a lo Corín Tellado. Se plantea un culebrón increíble, donde se deja de lado la concientización si en algún momento se quiso profundizar al respecto.
Sean Penn se da el lujo de destrozar en pantalla a Adéle Exarchopoulos y de utilizar a Jean Reno como un cómic relief innecesario tras un par de diálogos irrisorios, completamente fuera de todo sentido y razón, a los que podemos sumarle frases de Javier Bardem que tan solo servirían para reírse al repetirlos en una reunión con amigos, como: “A mi anterior novia le decía que la amaba, pero no lo hacía en verdad; a vos cuando te lo digo lo siento en serio”.
Elle, de Paul Verhoeven (Francia, 2016)
Il, el.
El cine de Verhoeven es atractivo, popular y particular. El holandés sabe combinar dosis de sexo, violencia e incorrección política de manera tal que logró imponerse con marca propia en cada uno de sus trabajos.
Por alguna razón, le fascina el mundo de las mujeres, su explotación, el maltrato que reciben a diario y el eventual poder que estas tienen y ejercen sobre los hombres en cada uno de los personajes que representa en sus films, a modo de venganza o de tan solo poder equilibrar las diferencias de género; siempre la mujer sale victoriosa.
En sus anteriores peliculas contó con representación de femme fatales a cargo de Sharon Stone (labor que la catapultó a la fama) o Elizabeth Berkley (sepultándola al olvido tras la genial e incomprendida Showgirls). Esta vez, el fuerte porte femenino viene de la maquina demoledora francesa por excelencia que representa Isabelle Huppert. Combinación perfecta de sadismo, incorrección e inmutabilidad, digna de ser comparada con las mejores interpretaciones las legendarias Bette Davis, Joan Crawford o Barbara Stanwick, actrices que generan odio inmediato con tan solo recordar su labor en algún film noir.
Verhoeven más Huppert naturalmente se potencian.
Por alguna razón, imagino a Verhoeven en el proceso de dirigir actores y dando indicaciones minuciosas sobre la postura femenina, los gestos y ademanes. Luego de ver Elle, esa imagen se diluye, sus indicaciones estarían de más; Verhoeven y Huppert son dos profesionales del carajo que saben perfectamente lo que hacen. De hecho, Huppert en cierta manera es imparable y se desconoce hasta qué punto de perfección llegará si no es que ya ha llegado con cada una de sus participaciones. Ya era insuperable su trabajo en las últimas como en In Another Country (Hong Sang-Soo) y L’Avenir (Mia Hansen-Love).
Huppert interpreta a la directora de una compañía que desarrolla videojuegos para plataformas como es la PS4, y para ello tiene a un grupo de jóvenes diseñadores que en gran parte la detesta. Es exitosa, con un circulo conformado por una octogenaria madre que no escapa de tener un sex toy contratado en su hogar -¿una sugarmommy?-, un hijo que es un imbécil y trabaja en un lugar de comidas rápidas, y un grupo de amigos cercanos con los que se detiene a cenar por las noches y socializar. La presencia masculina, por alguna razón, se presenta siempre debilitada. Las mujeres dominan.
Así como en el cine de De Palma (en Blow Out, Femme Fatale o la última, Passion), Elle es un film en el que es muy importante la mirada. Primer plano del film: un gato mira cómo a su dueña, tras una violación de domicilio, la arrebatan a golpes y eventualmente abusan, sin inmutarse. Esa mirada fría, a la que Verhoeven nos quiere verter como espectadores, no es más que el lugar pasivo de voyeur en el que nos ubica, al igual que a la mascota, limitándonos a mirar, procesar y continuar como si el hecho no hubiese ocurrido.
Tras la violación, el personaje de Huppert decide no realizar una denuncia, vuelve a su labor habitual y ni siquiera comenta el hecho ante sus pares, salvo varios días después. La violación parece haberle pasado de largo, casi imperceptible, como si algo de la situación la hubiese atraído en vez de perturbar. Allí Verhoeven juega con la peligrosa idea de que hay algo que atrae ante una relación sexual forzada y abrupta, algo que ya había ejemplificado brutalmente en la violación masiva en Spetters, en Bajos Instintos -cuando Michael Douglas se abalanza sobre Jeanne Tripplehorn-, el abuso de Kevin Bacon en El Hombre sin Sombra hacia una colega o la violación permitida en Conquista Sangrienta (esta última, con similitudes a lo que acontece en Los Perros de Paja, de Peckinpah). Huppert pareciera tener un blindaje, una fortaleza inaudita que por una razón que luego asoma permite comprender y aggiornar más aun su personaje.
En un festival de cine como es el de Cannes, todos los asistentes están a la espera de que aparezca con el correr de los días una ansiada obra maestra. Esto ocurre año tras año. Y, como resultó el transcurso de esta edición en particular, la elección de Elle como film proyectado el día anterior a conocerse los palmarés ha sido una sabia decisión, para terminar un festival a lo grande.
¿Cuándo considerar que un film está incluido dentro de esa clasificación inmutable y digna que impartimos sobre algunos films? ¿Acaso el cine de Verhoeven no ha contado con varias ya?
Elle no es menos que una nueva obra maestra.