Miércoles 23 de agosto.
Llegamos a la segunda mitad del festival, que sigue proyectando lo más destacado del cine nacional gracias a una muy interesante y variada programación.
Compartimos críticas de cortos y largometrajes que el público pudo disfrutar en esta jornada.
Una Bala para Rossi, de Sebastián Trecco (Cortometraje)
Corto independiente y por fuera de la competencia. Una Bala para Rossi es el primer trabajo de Sebastián Trecco, filmado íntegramente con habitantes de la ciudad de Bolívar. Una propuesta “amateur” y curiosa dentro de la programación, cuya trama se basa en las mafias, la venganza y la sangre.
En su afán de ocupar un cargo superior y vengarse de los miembros de la banda delictiva de la que forma parte, liderada por “La Morocha”, Rossi encara un camino nefasto marcado por las balas, las traiciones y pasajes de Nietzsche. Rossi es un hombre prudente y con más códigos que sus compañeros, que deberá hacerle frente a la corrupción de los sin escrúpulos.
La particularidad del cortometraje es su método artesano (exceso de recursos digitales caseros, mal sonido y peores actuaciones), pero están claras las intenciones de su proyección en el festival: la sala estaba repleta de lugareños habidos por disfrutar de una película con huella local.
Al Silencio, de Mariano Cócolo (Cortometraje)
Ganador en el 31° Festival de Cine de Mar del Plata como Mejor Director de Cortometraje, Mariano Cócolo aquí cuenta el emotivo y duro viaje de un hombre hacia la montaña. En todo momento es evidente que el joven muchacho no es de la zona pero que lo mueve una pulsión que va más allá de la razón y que no puede explicarse con palabras.
Sobre su espalda Miguel carga una porción de lo que fue su vida y cuyo resultado penoso no ha elegido. Pero lo afronta, lo asume y sigue adelante a través de una larga, fría y solitaria travesía por la nieve.
Al Silencio, de manera austera y con planos generales, se toma su tiempo para cada momento. Un ritual, un cierre de un ciclo en la vida, la culminación de una tarea que se auto encomienda un hombre callado e introvertido del que casi no escuchamos la voz en la película, pero con una fuerte convicción llevada a cabo por su misión.
Manuel, de Joel y Natanael Navas (Cortometraje)
Los mendocinos Navas incursionan aquí en un trabajo mitad cámara en mano con Super 8, mitad cámara moderna. Se alejan y se acercan a la historia no sólo de un chico en pleno disfrute de su niñez e inocencia, sino también de una familia perseguida.
1978, plena dictadura argentina. En medio de este contexto de horror y pánico, Manuel juega tranquilo, curioso y aventurero con su cámara Super 8 en el patio de su casa o en la vereda, principalmente con su madre, a las escondidas, sin darse cuenta de nada. De su progenitora aparecen unas imágenes muy breves, y también en un momento aparece su padre que quiebra la tranquilidad (del espectador) y lo sitúa en el entorno.
A pesar de todo ello, Manuel es un cortometraje metafórico, colorido y alegre. Joel y Natanael Navas son hábiles retratando polos opuestos: la inocencia frente a la maduración abrupta y la toma de conciencia, la metáfora del juego de las escondidas frente al horror que implica esconderse para no perder la vida, la diversión frente al dolor y tristezas más grandes que pueden existir. Todo esto retratado de una manera maravillosamente simple.
No Sabés con Quién estás Hablando, de Demián Rugna (2016 – Largometraje)
Ya desde Malditos Sean! (2011), Demián Rugna demostró su capacidad de llevar al extremo situaciones y personajes. Con No Sabés con Quién estás Hablando (2016) hace lo propio recurriendo convenientemente al humor negro y lo absurdo, sin resignar aspectos técnicos y argumentales.
Juan (Martín Tchira) pasa sus días jugando a la Play y trabajando repartiendo volantes en la calle para un jefe veterano y mafioso (Héctor Bidonde). Su vida no es más que soñar despierto con tener su auto “pistero” y poder correr a altas velocidades. Pero su vida tranquila y rutinaria se verá alterada cuando se cruce con Romano (Germán de Silva), un estafador profesional sin un peso que lo utiliza para satisfacer sus propias necesidades financieras a cualquier precio.
Fresco y desopilante, el último film de Rugna habla acerca de los sueños, pero retrata a la perfección a dos perdedores sin remedio, encarnados por una pareja actoral consistente cuyo trabajo tiene un resultado más que satisfactorio que satiriza un poco a los buddy films. Si bien la película tiene todos los componentes del cine Clase B, por momentos va más allá y se anima a coquetear con la producción a gran escala: persecuciones con autos, balacera, explosiones.
Vertiginosa, fierrera, delirante, lo último del director de The Last Gateaway (2007) seguramente haya sido una muy grata sorpresa en la programación del festival de este año con una sala colmada y con carcajadas estridentes. Como dice el propio Rugna, hay que entenderla y captar su propósito: entretener, distraer, meterse de lleno en la aventura y disfrutarla como es… una gran comedia bizarra.
© Ximena Brennan, 2017 | [email protected] | @AnXieBre
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La Vendedora de Fósforos, de Alejo Moguillansky (2017 – Largometraje), por Matías Orta
El Pampero no se detiene. La productora de Mariano Llinás mantiene su estatus como caldo de cultivo de films con propuestas que se diferencian de otras corrientes del cine argentino, constituyendo una especie de subgénero. La Vendedora de Fósforos (2017) es el nuevo exponente.
Valter (Walter Jakob) recibe el encargo de montar una ópera en el Teatro Colón. Se trata de una adaptación del cuento “La vendedora de fósforos”, de Hans Christian Andersen, escrita por un alemán (Helmut Lachenmann) que planea mezclar la historia clásica con una anécdota vinculada a la RAF (facción del Ejército Rojo alemán). Para encontrar la manera de llevar el proyecto a buen puerto, acude a su mujer, Marie (María Villar), quien hace malabares entre cuidar a la hija de ambos (Cleo Moguillansky) y cumplir con su trabajo junto a una señora (Margarita Fernández) que gusta tocar piezas clásicas en su viejo piano Steinway. Cada uno de estos mundos no tardarán en coincidir.
Como en El Escarabajo de Oro (2014) y otros films de la factoría El Pampero, Moguillansky parte de un concepto específico para mostrar el detrás de escena de un proceso creativo, y mezcla ideas y cultura de distintos lados, incluyendo Al azar, Baltazar (Au Hazard Balthazar, 1966), de Robert Bresson. La familia compuesta por los personajes de Jakob, Villar y la joven Moguillansky también están haciendo, sin proponérselo, su propia versión del cuento de Andersen, aunque con un tono de humor y toques de ternura.
La Vendedora de Fósforos podrá no estar a la altura de otras producciones de Alejo Moguillansky, pero permite verlo en forma, fiel a su visión hilarante de la vida y el arte.