Hay una idea que preside la estructura y el desarrollo narrativo de Nuestra tierra: la de la puesta en abismo. Proyecto de larga gestación sobre el asesinato del comunero Javier Chocobar en 2009, Lucrecia Martel parte de este hecho registrado en vídeo (algo tan inusual como fascinante) para proponernos a continuación toda una serie de recreaciones: primero la reconstrucción policial, después el juicio de 2018 en el que se discuten los distintos puntos de vista, también lo que podemos ver o lo que podemos interpretar en ese vídeo doméstico de bajísima calidad. El vídeo lo graba uno de los participantes en el altercado que culminó con la muerte de Chocobar, y la puesta en escena de la recreación policial o la del propio juicio tampoco son responsabilidad de Martel, por más que sea su cámara la que filme (y nos cuente desde su perspectiva) esos dos acontecimientos.
En realidad Martel intervine de forma activa cuando entrevista a muchos habitantes de las comunidades indígenas de Chuschagasta (provincia de Tucumán) y reconstruye sus vidas con diferentes testimonios fotográficos, una vidas casi siempre marcadas por la emigración a Buenos Aires y, en ocasiones, el retorno a su tierra natal, una tierra que ha sido objeto de la codicia de colonizadores y empresas mineras. “¿Para qué queremos la tierra, si ya no podemos hacer nada con ella?”, viene a decir uno de esos personajes que ha vuelto de Buenos Aires. Más que una película sobre el juicio a los asesinos de Chocobar, Nuestra tierra es una documental sobre el desarraigo forzado de toda una comunidad y sobre las causas que hay detrás de estos litigios sobre la propiedad de la tierra.
Interesan más las causas que el hecho en sí, un asesinato que tarda una década en juzgarse, solo para que los culpables salgan de la cárcel a los dos años. Pero a Martel le interesan también esas imágenes que muestra el enfrentamiento, los disparos y después, entre píxeles y desenfoques, se convierten en algo muy abstracto, como si se tratase de un fragmento de The Blair Witch Project: la cámara que encuadra el suelo mientras su portador corre, hasta que cae y sigue grabando la nada, por más (otra vez Blair) que continúe registrando el sonido. Pero, ¿qué nos dicen estas imágenes confusas, son la prueba de un asesinato o de una muerte accidental, son más válidas que el testimonio de muchos testigos para condenar a tres hombres? Martel nos viene a decir que su valor de prueba es circunstancial, que estas imágenes que captan un asesinato no son la causa sino la consecuencia de varios siglos de explotación. Y quizás ahí radique la explicación de por qué este proyecto durante mucho tiempo conocido como “Chocobar” ahora se titule Nuestra tierra.
(Argentina, Esstados Unidos, Mexico, Francia, Países Bajos, Dinamarca, 2025)
Dirección: Lucrecia Martel. Guion: Lucrecia Martel, María Alché. Producción: Joslyn Barnes, Julio Chavezmontes, Benjamín Domenech, Santiago Gallelli, Javier Leoz, Matias Roveda. Duración: 119 minutos.