El lunes aporté por la
privada de prensa de El Hombre de
Acero. Me levanté tempranito, me
bañé, me perfumé, me cepillé bien el pelo, me puse mis botas rosa chicle, me
tomé un taxi con el corazón en la boca de los nervios y llegué… media hora antes.
En el Abasto no estaba ni el gato de la Pirucha y las puertas estaban cerradas,
así que me mandé al Starbucks a desayunar y a tratar de aplacar un poco la
anticipación con descafeinado. Todo
intento fue inútil. Había soñado con la película toda la noche y ya no me
aguantaba las ganas de verla. Incluso
trancé con mi fobia a los anteojitos 3D con tal de verla lo antes posible. Por
supuesto, corrí al baño a lavarlos con agua y jabón, pero me los puse, lo que
para mí significa un logro considerable teniendo en cuenta mi neurosis con
tendencias hipocondríacas. Qué puedo
decirles… ¡LA PELÍCULA ES IMPRESIONANTE! (Y vale la pena, así me hubiere tenido
que poner lentes de contacto usados para verla). EL HOMBRE DE ACERO ES ESPECTACULAR. No se la pueden perder.
Desde que me senté en la
butaca, la única noción que me atormentaba era la idea de que el film
terminaría en algún momento. Pero desde
el arranque, comprendí que las promesas que se habían hecho durante todo este
tiempo, tráiler tras tráiler, iban a ser honradas de cabo a rabo. La acción no se detiene, es cierto, pero el
fuerte de la cinta es su componente humano, emocional y dramático. Estamos
frente a un drama de proporciones
épicas. En un país como el nuestro, en donde la búsqueda de la identidad
tiene una amplitud de sentidos tan enorme y significativa, la metáfora que
desarrolla la propuesta de Snyder, se vuelve aún más potente todavía. Sobre
todo, cuando detrás de esa búsqueda, se yergue la sombra espantosa de un
holocausto. La mano sensible de Nolan,
acompaña toda la obra en presencia omnisciente, valiosa y elegante. El film es,
sobre todo, profundamente filosófico y casi rayano en el misticismo. Una
tragedia con todas las letras.
Creo que, sin lugar a dudas,
el cóctel imbatible de la película es su elenco. Hacía mucho que no veía un
ensamble tan glorioso. Todas las elecciones son en extremo inteligentes y cada
aporte es sumamente valioso. Y como es mi columna y puedo hacer lo que quiera
(de hecho la estoy escribiendo en calzones y con la boca atiborrada de
chocolates prohibidísimos) voy a detallar esa sección del asunto, con devoción
y minuciosidad. Es más, hagámoslo tipo
ficha… como volvió Alf (cuac); démosle
ese matiz de “tesis” que tanto bien le hace a cualquier postulado teórico
inconducente.
Arranquemos por su
protagonista: – Henry Cavill (Clark
Kent/Kal-El). El muchacho es un gran actor, ya lo habíamos visto en Los Tudor. Es verdad que los ingleses
pueden bien tirarse un pedo y parece que habla el mismísimo Shakespeare. Pero este pibe es de buena madera.
Carismático, de gran presencia dramática, sensible, cálido, tierno (hasta acá
guardé la compostura) Y ESTÁ MAS BUENO QUE COMER POLLO CON LA MANO, EN
CHANCLETAS Y AL LADO DE LA PELOPINCHO. ¡Dios mío, piedad por favor! ¡Piedad!
¡Qué bombonazo my God! Creo que desde
Alain Delón que no estábamos en presencia de semejante combo del infierno. Lo tiene todo y creo que va en camino de ser
tan enorme, o más incluso, que el propio
Christopher Reeve. De hecho, creo que en
la cinta hay algunos fotogramas con la cara de Reeve. Hay momentos en que
Cavill se parece tanto, que solo queda creer que se trata de un homenaje
escondido, muy merecido y apreciado por cierto, estilo subliminal. Henry nos obsequia un Clark Kent de ternura
insospechada y a la vez salvaje, feroz, misterioso, cavilante y con el grado
justo de malicia comprensible. Un hombre
atormentado por su origen, empeñado en honrar a su padre, aun cuando no tiene
del todo decidido a cuál de ellos.
-Kevin
Costner (Jonathan Kent): El señor merece una columna aparte. En
este film está gigante. Kevin es un hombre de estirpe cinematográfica desde los
huesos hasta los huevos, y el aporte que hace a esta cinta es
inconmensurable. Estamos frente a una
interpretación portentosa, sin estereotipos y de un nivel de emocionalidad
realmente profundo. Un padre fuerte,
amoroso y complejo, criando a un hijo más fuerte, más amoroso y más complejo
todavía. El vínculo está tan bien definido, que no tiene un solo fotograma de
más, ni de menos.
-Russell
Crow (Jor-El): Es raro ver a esta bestia en un rol tan
contenido. Convengamos que la decisión de optar por un actor tan físico (un
enorme actor) para hacer el rol de una conciencia es, como mínimo, arriesgada.
Es cierto que lo dejan despuntar el vicio en el principio del film, pero su
performance general es totalmente contenida; y espectacularmente bien lograda. Si
nos ponemos a pensar un poco, es muy parecida a la opción que se tomó con
Marlon Brando. Sé que van a masacrarme por esto, pero creo que Crow es un mejor
Jor-El que Brando. El Jor-El de Brando era mucho más distante, ceremonioso y
solemne. Crow en cambio, humaniza muchísimo a su personaje, lo rejuvenece y lo
vuelve cercano. En la composición de
Russell, el motor de sus acciones es el amor a su hijo, mucho más que el
interés científico o la necesidad de salvar a Krypton de la extinción de su
raza. Y es por eso que, a la larga,
Jor-El y Jonathan Kent terminan siendo una misma opción. Es mi opinión
particular, que el debate entre padres de Clark incluye una tercera parte
representada por el General Zod. Esta metáfora tiene que ver con el costado
oscuro del poder de Clark y con la idea de lo que representa el uso inmoral del
“superpoder”. A la larga, Jonathan y
Jor-El predican casi lo mismo, es Zod el que le muestra la verdadera contracara
de su identidad a nuestro Hombre de Acero y es, nada menos que el boceto del
peligrosísimo Superman Bizarro.
–Michael Shannon (General Zod): Les decía a mis compañeros de A Sala Llena… Matías Orta, Rodolfo
Weisskirch y Elena M. D´Aquila, que yo creía que Michael Shannon había caído al
reparto de jetas diciendo que quería ser actor. Allí le habían contestado _Tomá, ponete esta que vas a andar bien_ y
le habían dado ese rostro maravillosamente cinematográfico que tiene. No puede
más Michael. Su General Zod es
desproporcionado, gigantesco, apasionado, violento, sangrante, doliente y
profundamente inmoral. Un hombre
perdido, caído de la gracia, que busca redención pero la intuye
equivocadamente. Para mí, es el General
Zod quien representa el verdadero dilema moral de Clark. Es el último de su
estirpe, su último par y, destruirlo, significaría quedarse absolutamente solo. Zod le
muestra a Clark su condición divina frente a los hombres y el muchacho debe decidir
entre abrazarla y liberar todo su poder, o rechazarla. Es una elección de
estirpe y, por ende, es sumamente dolorosa. El ENORME Michael Shannon le hace
justicia a este villano que traspasa la pantalla con armadura y todo.
Los personajes femeninos son
diferentes en la cinta, pero están todos conectados por la misma cosa: el
instinto maternal y natural de auto sacrificio de la hembra. Lois Lane,
Martha Kent y Lara-El,
terminan sacrificándose en un punto u otro del film, por Clark. Las tres son mujeres
fuertes, pero la figura subyacente que las une en un lazo indestructible, es la
de la maternidad. Si, aún en el caso de Lois, que es una intrépida y valiente periodista,
además del interés sexual del protagonista, y que viste solo pantalones. La
femineidad en estas mujeres está realmente presente y con poder real. Pero no
nos equivoquemos, esta es una película de hombres. Todos los conflictos
trascendentes a sortear en la trama, se dirimen entre ellos. Y la figura paterna
cobra el espesor relevante y definitivo dentro del argumento.
Salí del cine con la mente
evaporada y la sensación me acompaño durante todo el día. En lo único que
pensaba era en que llegara el jueves para verla de nuevo. No puedo esperar. Me salgo de la vaina…
Amigos queridos, ¿qué más
puedo decirles? La película es monumental. Es todo lo que se esperaba y más. No
se la pueden perder. Vayan, vean y suspiren…