Potiche, Mujeres al Poder (Potiche, Francia, 2010) de Francois Ozon.
Si yo les mencionara lo siguiente: película multicolor, llena de paraguas, con Catherine Deneuve cantando ¿de que películas les estaría hablando? No, lamentablemente no acertaron y esta vez no vamos a charlar de Los Paraguas de Cherbourg ese tratado maravilloso sobre la ausencia y el olvido que convirtieron en inmortal al gran Jacques Demy. Hoy la película de referencia es Potiche, Mujeres al Poder, que tienen a la Deneuve dirigiendo una fabrica de paraguas junto a sus hijos, donde previamente desbancan del poder al marido (Fabrice Luchini) ante los reclamos sindicales por parte de los trabajadores ya que este les otorgaba pésimas condiciones laborales en una fabrica francesa de paraguas en la década del setenta.
François Ozon es el responsable de esta comedia que aborda de manera grotesca los problemas de un matrimonio, sus relaciones extramatrimoniales y la relación entre padres e hijos. El humor utilizado por Ozon remite a los peores recuerdos del cine chabacano de los ochenta (si la película fuera Argentina quedaría dentro de la mejor tradición de Olmedo y Porcel) donde chistes sin gracia y que atrasan miles de años (el ruidito de la bragueta ante el intento fallido del jefe por cogerse a su secretaria no se puede hacer mas) degradan a la película a la peor estofa de la comedia francesa.
Esta comedia de baja calaña tiene coherencia dentro de la visión de Ozon sobre la mujer, una mirada casi misógina (algo que viene ocurriendo desde 8 Mujeres y La Piscina) una representación totalmente anquilosada sobre el poder femenino y sobre el efecto en los hombres. Potiche no se queda atrás y nos entrega también la peor versión de Gérard Depardieu, un político de poca monta y moral dudosa que resulta garante del ascenso de Deneuve al poder de la fábrica. Un pasado los une con una aventura romántica y un presente decadente donde Ozon, los pone a bailar en una discoteca brindándonos uno de los grandes momentos de la vergüenza ajena cinematográfica de los últimos años.
Terminando este festín conservador no podía faltar una mirada reaccionaria sobre la homosexualidad del hijo de la pareja Deneuve-Luchini, considerado hijo bastardo del matrimonio (del cual ni siquiera se sabe cual es el padre), un personaje del cual Ozon no puede tratar ni con un atisbo de ironía, al cual maltrata y odia y en línea con el odio a las mujeres, Ozon redondea una comedia odiosa, que termina en ¡Musical! Y otro gran momento aterrador del cine contemporáneo francés.