Young Mr. Lincoln Forever.
John Ford fue uno de los principales artistas que, a través del cine, recuperó la épica (épica que, según Borges, había sido olvidada por la literatura en el siglo XX) y quien mejor retrató la construcción de la civilización, siempre recorriendo el camino del héroe, con un pulso narrativo grácil, que define el clasicismo y la historia del cine toda. Ford nos liberó de la solemnidad para siempre, fue un libertador: marcó el camino y construyó el pilar fundamental del cine moderno.
Spielberg, conociendo a la perfección la historia del cine estadounidense, sabía que no podía prescindir de El Joven Lincoln de John Ford para construir su Lincoln versión 2012, y lo que filmó fue ni más ni menos que una continuidad (llámese secuela si quieren) de la película de Ford, marcando entre ambas una unión indivisible que, sumando a Caballo de Guerra a la cuenta, lo convierte en el director más puramente Fordiano de la actualidad (quizá junto a Clint Eastwood). No es casual que la primera aparición de Daniel Day Lewis como Abraham Lincoln en Lincoln es sentado, a punto de hablarle a los soldados e inspirarlos. También aparecía así Henry Fonda en El Joven Lincoln, sentado y a punto de dar un discurso político.
El recorrido de ambas películas es el mismo. Mientras Abe Lincoln joven pretende salvar dos muchachos de la horca ejerciendo como abogado, el Abe presidente pretende salvar a los negros de la esclavitud. El Lincoln gracioso de Ford, que hace chistes en el juzgado ante la inminencia de la muerte de sus defendidos, replica en los pasos de comedia del Lincoln presidente de Spielberg con chistes sutiles y emocionantes que Abe hacía en cada reunión con su gabinete. Por otro lado, en ambas películas vemos un Lincoln apesadumbrado por la pérdida. De joven, por la prematura muerte de la madre en su adolescencia y, cuando es presidente, por la muerte de su segundo hijo. En ambos casos vemos una diferencia en la puesta en escena: mientras que Ford muestra un río moverse detrás del Abe joven cuando reflexiona sobre la muerte y analiza estudiar derecho –claramente el río como señal de devenir, de avance, de coming of age–, las charlas de Abe con su esposa Mary Todd (gran papel de Sally Field) sobre la muerte de su hijo son oscuras, poco iluminadas y con tormentas de fondo, con las que Spielberg nos muestra un conflicto sin solución, inconmensurable, como la muerte de un hijo.
Además, la Mary Todd de Spielberg es la mujer Fordiana, el pilar de la civilización. La vemos sentada en el centro de la cámara de representantes en la parte alta de la sala controlándolo todo. Ella lleva la cuenta de la votación que dará por concluida la esclavitud en Estados Unidos. Abe y Mary Todd tienen un diálogo sobre por qué él no la quiso recluir en una institución mental ante la muerte de su hijo. Si eso hubiera sucedido, ninguna de estas dos películas se habría filmado, porque Lincoln es el personaje fordiano por excelencia, el que reconoce cuál es el lugar de la mujer (ver el alegato de Henry Fonda en El Joven Lincoln cuando habla de la mujer estadounidense, síntesis perfecta del cine de Ford) y que sin ella no funciona la moral del hogar. De hecho, en El Joven Lincoln la madre de los sospechosos es la primera que pronuncia “llamen al sheriff” cuando se consuma el asesinato. Claramente, la mujer como viga y centro moral de todo.
La luminosidad del personaje de Tomy Lee Jones y el slapstick de James Spader se contraponen al dejo de tristeza con el cual deambula el Lincoln brillantemente interpretado por un Daniel Day Lewis contenido pero lleno de sabiduría y concentrado en su trabajo (la aparición de su primogénito interpretado por Joseph Gordon-Levitt que interrumpe una reunión laboral de Abe es, literalmente, cortada por él mismo, mostrando su contracción a la labor cotidiana). El Abe de Spielberg se muestra decidido a abolir la esclavitud quizá como última labor de su vida.
Una vez que el trabajo finaliza, Abe avanza. Pero son momentos distintos de la vida, y la puesta en escena se divide otra vez. Mientras que en El Joven Lincoln John Ford nos muestra a Lincoln que se despide cálidamente de la familia defendida por él en el juicio, y con un bello contrapicado lo vemos subiendo a pie una colina, con un último plano general que lo muestra de frente llegando a la cima, representando toda una vida por delante y su crecimiento como político, el Lincoln de Spielberg nos entrega esa amarga despedida de su gabinete y ese largo plano fijo por el pasillo, con Abe que camina, cansino, notoriamente agotado, y descendiendo por una escalera en la parte final la noche en la que encuentra a la muerte. Lincoln dejó un legado político y paradigmático en la construcción del camino del héroe. Por eso, Ford y Spielberg lo retratan. Como dijimos, ambas películas son indivisibles, como esta nota, que no sabemos si es una nota sobre El Joven Lincoln o Lincoln. Es inevitable, después de todo, porque, en realidad, son lo mismo.
Por Carlos Rey