Bipolaridad y desarraigo.
El viejo latiguillo de “todo llega a quien espera” por fin ha generado sus frutos en materia de cine de animación mainstream, un nicho que suele experimentar los desniveles propios de una industria cambiante como la familiar/ infantil, la cual a su vez gusta de apostar a las mismas fórmulas anacrónicas de siempre: hoy la extraordinaria Intensamente (Inside Out, 2015) quiebra la decadencia de años anteriores ya que no sólo es la mejor película de Pixar en más de un lustro, sino que también constituye un regreso al período más dinámico del estudio, el caracterizado por films magistrales y desconcertantes como Monsters, Inc. (2001), Buscando a Nemo (Finding Nemo, 2003), Los Increíbles (The Incredibles, 2004), Ratatouille (2007), WALL-E (2008) y Up (2009), su última gran realización hasta la fecha.
Dejando de lado en un cien por ciento la redundancia de las secuelas y esas lamentables reminiscencias recientes al cine de la factoría Disney (multinacional caníbal que terminó de fagocitar a Pixar hace ya bastante tiempo, imponiendo su conservadurismo retórico y comercial), esta bella anomalía se juega por un planteo narrativo entrañable que por suerte nos retrotrae a las grandes obsesiones de Andrew Stanton, Brad Bird, Pete Docter y compañía; léase los afectos cercanos, la amistad, las paradojas del convivir, el cúmulo de motivaciones detrás de las utopías íntimas y esa moralidad que guía a nuestras pequeñas epopeyas cotidianas. Aquí el coqueteo con el análisis clínico de un cuadro de bipolaridad va de la mano de una vehemencia creativa que maravilla gracias a su originalidad y osadía.
Conviene aclarar desde el vamos que Intensamente es hasta cierto punto una remake de Viaje Alucinante (Fantastic Voyage, 1966) pero en clave sensible y mucho menos “fisiológica”, esta vez viabilizada por los conflictos alrededor de las emociones de Riley, una niña de apenas 11 años. La trama se centra en las interacciones entre Alegría, Tristeza, Desagrado, Temor y Furia, los cinco bastiones de la psiquis de la protagonista, quien de un momento a otro se convierte en un ser apático producto de una discrepancia entre Alegría y Tristeza, debido a una mudanza familiar. Pete Docter y Ronaldo Del Carmen administran con mano maestra lo que rápidamente adquiere la forma de una road movie a través de los vaivenes de la estructura psicológica de Riley, en pos de restituir esa normalidad perdida.
La inteligencia y la sensatez sobresalen en el desarrollo dramático de la historia en general y en determinados instantes específicos, como la escena del pensamiento abstracto (surrealismo puro + parodia de los CGI) o las acotaciones hilarantes del amigo imaginario Bing Bong (de este modo, paulatinamente se va colando el eje fundamental del relato, el paso de la niñez a la adolescencia y sus sinsabores venideros). El encanto y la efusividad todo terreno del convite ponen en primer plano las tensiones inherentes al desarraigo, ese que abarca la abulia personal y el hecho de verse obligado a abandonar el terruño. Tan imaginativa a nivel visual como en lo que respecta a la dimensión del contenido, la propuesta está destinada a ocupar un lugar ilustre dentro del prodigioso catálogo de Pixar…
Por Emiliano Fernández