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CRÍTICAS - CINE

Crítica: Barrefondo, por Pedro Seva

(Argentina, 2018)

Dirección y guión: Jorge Leandro Colás. Basado en la novela homonima de Felix Bruzzone. Elenco: Nahuel Viale, Sergio Boris, Maria Soldi, Claudio Da Passano, Oscar Guzmán, Adrián Fondari. Producción: Carolina M. Fernández, Jorge Leandro Colás. Distribuidora: Cia. de Cine. Duración: 76 minutos.

El pequeño sigue pequeño.

Vez tras vez hemos visto la historia del pequeño hombre común que, por razones incontrolables, se embarca en una travesía de magnitudes mayores a las que puede manejar.

Barrefondo ensaya ser parte de este linaje narrativo. Tavo es un piletero que trabaja mayoritariamente en barrios privados para gente particularmente acaudalada. Debe mantener a su mujer embarazada a la vez que debe lidiar con su suegro, que busca hacerse cargo de su joven familia. El meollo del relato acontece cuando Pejerrey, jefe de una banda de delincuentes, presiona al protagonista, buscando información sobre las casas donde Tavo trabaja para poder asaltarlas.

Si bien parte de una premisa interesante, Barrefondo falla en construir una progresión dramática que sustente la transformación de Tavo de simple empleado a miembro de una banda criminal. Podría recordarse la reciente Barry Seal: sólo en América (American Made, Doug Liman) historia que, salvando las diferencias de presupuesto, forma parte del mismo linaje de historias que Barrefondo; con la diferencia de que la película de Liman logra un exitoso desarrollo de su trama tanto como de su protagonista.

En este tipo de relato (emblema de directores como Capra o Sturges) resulta menester el rotundo cambio del hombre común frente a las enormes situaciones que debe afrontar (en el caso de Barry Seal, este punto se evidencia con creces). Tal concepción de historia con un diseño coherente y un personaje polifacético que se embarra cada vez más permanece inédita en Barrefondo. Aquí, Tavo es simplemente llevado de un lado a otro sin ningún destino claro.

Barrefondo se afirma en espacios fácilmente identificables, siendo estos los barrios privados por un lado, y los lugares bajos que frecuentan Tavo y Pejerrey por el otro. Un problema que el film no puede evadir es el del uso de lugares comunes (estereotipos e irresolutos clisés), basta con observar a los empleadores de Tavo (una pendevieja, un solterón, unos rugbiers, una madre tacaña, etc.). Estos son, mutatis mutandis, el mismo tipo de personaje.

Utilizar un tipo marcadamente particular de personaje en una narración no está mal, pero el uso desmedido (y su acumulación) estanca el desarrollo de cualquier historia, por el simple hecho de que, personaje a personaje, el protagonista no se relaciona con nada que evolucione o cambie; es decir, no entra ninguna nueva fuerza en juego. Es recién sobre el final de la película, cuando aparece el Detective, que la historia atisba a cambiar de dirección y de lo directamente anodino. Véase Barry Seal, o mejor aún, The Swimmer, film que comparte con Barrefondo un elemento constitutivo, el constante empleo de piletas. Ned, el protagonista de The Swimmer, nada por las piletas del barrio en su largo camino a casa. A través de la sucesión de piletas se irán conociendo personajes distintos que revelarán diferentes facetas de Ned, a la vez que aportarán (en cada pileta) situaciones nuevas e irreversibles llegando a la conclusión del film. Es fundamental para el diseño de The Swimmer la cuestión de cómo personajes muy diversos (pese a pertenecer a la misma clase social) interactúan con su protagonista en el devenir de los hechos.

En Barrefondo nos encontramos mayoritariamente con una gran bolsa de personajes iguales e intercambiables que evitan el desarrollo de la historia tanto como el del propio Tavo. Una breve excepción a esta norma podría encontrarse en el binomio conformado por Tavo y su suegro, donde una lucha territorial por su mujer (y el bebé en camino) aporta un pequeño descanso de la insípida trama. Podría hacerse el ejercicio de imaginar, por ejemplo, qué hubiese ocurrido si el dúo Vito/Michael, de la saga El Padrino, se enfrentara únicamente con personajes del tipo de Don Fanucci. En la variedad (y algunas cosas más) reside la grandeza.

El desarrollo indeciso de Barrefondo también se traslada a la relación de Pejerrey con Tavo, y a la nueva carrera de este como delincuente. Si bien la doble vida de Tavo como piletero y criminal resulta una premisa interesante, Tavo empieza a operar recién a la mitad de la película. Además, el desarrollo de esta peligrosa empresa no presenta ningún tipo de peripecia para él, ya que lo único que hace es dibujar los planos de las casas; luego entrega esos papeles y se desentiende del problema.

No hay ningún tipo de iniciación delictiva y cualquier sufrimiento emocional para con el asunto es inexistente; incluso el hostigamiento que emprende Pejerrey resulta tibio para la magnitud de su emprendimiento y de lo que este podría perder de no contar con Tavo. Todos los robos ocurren fuera de campo mientras Tavo (y el espectador) se encuentran en otro lado esperando que los allanamientos de morada se materialicen frente a sus ojos. En resumen: Una película sobre robos, sin robos.

Por último, la conclusión de las historias de hombre común frente a grandes adversidades necesita de un final decisivo donde las limitaciones propias de los personajes se pongan a prueba, un movimiento profundamente trágico; a tal respecto puede considerarse el binomio fílmico conformado por El secreto de vivir (Mr. Deeds Goes to Town) y Caballero sin espada (Mr. Smith Goes to Washington) como firme evidencia.

La acción concluyente de Barrefondo parecería desarrollarse conforme a esto último. Debido al accionar de Tavo, varios personajes se encuentran en inminentes vías de colisión; solo que este enfrentamiento/clímax (nuevamente fuera de cuadro) no culmina con el esfuerzo final del protagonista para cambiar la situación o para criticar una forma estancada de ver el mundo, como sí ocurre particularmente en los films citados (el sistema judicial en Deeds y el congreso en Smith). Aquí, en cambio, el propio Tavo llega tarde al final de su propia película.

El dominar los fundamentos (intencionados o no) que conforman una historia se torna necesario para su desarrollo coherente. Si no hay conciencia de tales elementos, que indudablemente aparecen una y otra vez, estos se volverán decididamente en contra. Además, luego de todas las historias de este tipo que muchas veces hemos disfrutado, resulta fundamental llegar a las últimas consecuencias. En Intriga internacional (North by Northwest) el hombre común es arrojado a una imparable sucesión de peripecias suspendidas sobre el vació mismo (George Kaplan). ¿Qué hacer luego de semejante obra? Por lo pronto, saber que existe y obrar en consecuencia.

 

 

© Pedro Seva, 2018

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

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