22/11/63 es el título de la miniserie producida en parte por Bad Robot, de J.J. Abrams, y distribuida por Hulu, que toma como texto fuente la novela del año 2011 escrita por Stephen King, en la cual se retrata el viaje en el tiempo Jake Epping, interpretado por un ligero James Franco, para impedir el asesinato del presidente norteamericano J.F. Kennedy y lograr un efecto mariposa que termine la Guerra de Vietnam.
Piloto. 01. Rabbit Hole.
Rabbit hole o madriguera del conejo, es definida como ese espacio conceptual donde la realidad se despoja de toda fachada, donde la naturaleza de las cosas se nos presentan exacerbadas pero puras, y se resalta su lado filosófico/existencialista. La literatura y el cine nos han enseñado que ningún viaje hacia ese espacio se logra sin sobresaltos y que nadie sale indemne. ¿No es acaso el principio de toda buena narración?
Así como Lewis Carroll imaginó que el final de esa madriguera era el alucinante (alucinógeno) País de las Maravillas, todo lector entrenado sabe bien que, para Stephen King, lo maravilloso y al mismo tiempo aterrador, son los Estados Unidos circa 1950/60, misma época en que transcurren la mayoría de los acontecimientos de la miniserie, transportándonos a un universo hecho al detalle y que hace el principal encanto de esta nueva apuesta.
El nombre del piloto no es casual y nos describe muchas características del viaje que iniciaremos de la mano de Jake Epping, un profesor de escuela secundaria más cerca de Michelle Pfeiffer en Mentes Peligrosas que de Robin Williams en La Sociedad de los Poetas Muertos.
Todo empieza con el personaje de Harry Dunning leyendo un poema que escribió en la clase de Escritura Creativa para adultos que tiene Jake a cargo. En ese escrito autobiográfico, Harry cuenta cómo, en 1960, su padre asesinó a su madre y dos hermanos, dejándolo a él como único sobreviviente pero con secuelas físicas y psicológicas (de nuevo, nadie sale indemne). Lo que parece ser una escena de apertura triste pero sin mucha incidencia en la historia principal, luego será resignificada como el detonante de las acciones del protagonista, que encuentra la motivación en un tercero ya que en su vida, no tiene prácticamente nada.
Siguiendo esta idea de personaje solitario -no precisamente en ruinas, pero tampoco avanzando-, somos testigos junto a Al Templeton (un conspirativo pero muy bien plantado Chris Cooper) del momento en el que Jake firma resignado los papeles de divorcio a su ahora ex mujer, Christy, mientras se come una hamburguesa de menos de dos dólares “Eso no puede ser carne de verdad”, le dice la mujer; pero qué puede importarle a un hombre que ya lo perdió todo, mientras represente cierta cotidianeidad es suficiente. Christy se despide, Al desaparece por la puerta detrás del mostrador y Jake queda en silencio mientras termina su hamburguesa. Acto seguido, Al vuelve con un aspecto cambiado, más canoso que de costumbre, deteriorado y tosiendo sangre; un descolocado Franco, exige una explicación y así es como, el enigmático personaje, aprovecha no sólo la curiosidad de Jake sino su conveniente soledad para revelarle su más preciado secreto: en la hamburguesería donde pasa su tiempo libre, donde finalmente dejó ir a su esposa, donde se come esa carne de dudosa procedencia, hay un portal al pasado, una madriguera de conejo.
Toda película o libro sobre viajes en el tiempo tienen una cosa en común: poseen sus propias reglas. No parece haber nada unificador en ellas, cada una maneja las variables a su favor y construyen los pero bajo diferentes bases.
Al Templeton es el personaje mentor de Jake encargado de dejarnos en claro estas reglas y así acomodar un poco la cabeza de un hombre que no entiende qué está pasando, ni cómo es posible firmar los papeles de divorcio y a los dos minutos enterarte que tu amigo tiene varios años más, así, de golpe.
Al le pide a Jake que atraviese la puerta y vea por sí mismo, explicitando la asimetría con un gran capítulo de Lost, otra serie a cargo JJ.Abrams, “White Rabbit”, donde el padre muerto de Jack lo incita a atravesar la jungla y conocer ese (infra)mundo del más allá; lo que está al otro lado de la puerta en la hamburguesería también huele a muerte. ¿Acaso el pasado está vivo para el presente? Esto se evidencia aún más en la novela al usar como pueblo de bienvenida a Derry, Maine, ese epicentro de lo oscuro donde se desarrolla el opus de S.K, It. Pero acá las coordenadas cambiaron y cuando Jake acepta caminar a través de la puerta, aterriza en un pueblo de Kentucky.
Así es como, cual paracaidista a lo desconocido, Jake cae sobre una calle empedrada donde la gente que pasa usa gomina, los autos parecen sacados del set de Christine y uno tiene la sensación de que en cualquier momento aparece el cast de Grease a interrumpir el paso despreocupado de los transeúntes. Para hacer las cosas un poco más raras, en medio de la asimilación de todo el contexto, un vagabundo atemporal se dirige a Jake cuando nadie más parece notarlo y le grita que no debería estar ahí; haciéndole caso, Jake corre a la zona de la calle donde pisó por primera vez el pueblo y, como quien cierra y abre los ojos, se encuentra nuevamente en el diner donde lo espera Al con la empatía de quien ya vivió esto antes.
Luego de otro viaje de prueba al pasado (porque hasta a Marty McFly le costó creerle al Doc), Jake regresa al presente derecho a un árbol en el que grabó las iniciales JFK y, efectivamente, comprueba que siguen ahí.
A estas alturas y en medio de tosida va, tosida viene, Chris Cooper confiesa que le queda poco tiempo de vida –“Ah, Jake, pasé dos años en el pasado y ahí me agarré cáncer, estoy muriendo”-, y que por eso necesita que Jake tome su lugar cual discípulo y haga el trabajo por él; acá Al expone su verdadera agenda: el portal está ahí desde siempre, él lo viene usando regularmente y que sus planes son, ni más ni menos, aprovecharlo para impedir el asesinato del presidente Kennedy para, si se quiere ingenuamente, lograr que los acontecimientos posteriores tengan una influencia positiva en el futuro. Por supuesto que para Jake todas son palabras de un viejo delirante y se va, sin acceder a seguir la historia. Pero no es algo que alguien puede sacar de su cabeza y durante el acto de egreso de sus alumnos mayores, Jake no puede dejar de pensar en Harry, ese hombre que nunca tuvo la oportunidad de otro destino y a nadie parece importarle; acá es donde el quiebre en el personaje sucede y el conflicto comienza a gestarse. Jake no tiene nada que lo motive, no es Al, no vivió la presidencia de Kennedy, no vivió la Guerra de Vietnam, pero sí vive la injusticia de Harry y ve en esa madriguera, la oportunidad de cambiar la vida de alguien, ya que no la suya.
Para sorpresa de Al, aparece su nuevo confidente dispuesto a escucharlo. Está bien, salvar a Kennedy, ¿cómo? Así se evidencian todas las posibles teorías conspirativas y sus ramificaciones, nombres, lugares, Lee Harvey Oswald y las dudas. Al pasó mucho tiempo planeando esto, tiene recortes pegados en la pared, mapas, pines sosteniendo hilos, todo parece salido de un capítulo de The X Files. Al quiere creer. También le entrega un cuaderno con estadísticas deportivas (algo así como el Sport’s Almanac de Volver al Futuro II) para conseguir dólares de 1960. Aludiendo a las tres reglas de Asimov y la robótica, para Stephen King también hay tres reglas para los viajes en el tiempo y así es cómo Al se lo advierte a Jake:
1. Cada vez que entrás por la madriguera, siempre llegás al pasado a la misma hora el mismo día, 21 de octubre de 1960.
2. No importa cuánto tiempo te quedes en el pasado, un minuto o un año, al volver siempre pasaron dos minutos en el presente.
3. Cada vez que entres por la madriguera, todo cambio hecho previamente desaparece.
Pero también hay un bonus track que predice el peligro que acompaña a la aventura, en palabras de Al: “El pasado no quiere ser cambiado”.
Jake se embarca en otro viaje exploratorio y ahí es cuando, al volver, se encuentra con Al muerto en su sillón (de nuevo, el pasado no quiere ser cambiado). Y confirma las sospechas del protagonista, necesita agarrar las riendas y continuar con el legado de Al. Toma envión y vuelve decidido 50 años atrás donde en cada paso que dé va a resonar esa premisa, si el pasado se resiste ¿podrá enfrentárselo?
La nueva propuesta de Hulu no se preocupa por los plot holes ni por los fans que miden cada uno de los pasos de sus personajes. Se enfoca en los cambios de éstos, en cómo son capaces de una flexibilidad inaudita con tal de un bien mayor, de sus miedos y subsecuentes superaciones. También está más preocupada en recrear ese pasado a primera vista inigualable, ya sea en colores y modas, como en precios – Al le confiesa a Jake que la hamburguesa salía menos de dos dólares porque su carnicero amigo era de 1960-. En pocas palabras, recrear en apariencia y a la primera, el sueño americano.
Una vez allí dentro, hay un quiebre en la actuación de James Franco. El personaje desgarbado y alicaído una vez que ingresa a Kentucky, devuelve la sensación de haber rejuvenecido en una especie de efecto proporcional a los años viajados. Se calza el sombrero junto a un traje hecho a medida y se mueve entre la gente como un lugareño más, adaptándose a la dinámica de la época como si el mismo lugar lo engullese cual presa distraída. El aire que respira aparenta ser más puro y se le nota. Primera parada en su nuevo hogar es la barbería, donde cualquier nostálgico sonreiría hasta dolerle la cara y Jake no lo disimula. Se siente en casa aún siendo la primera vez que está allí.
Sin embargo, hay un revés y es cuando Jake camina en ese nuevo territorio y se encuentra con los baños de la Estados Unidos segregada: negros y blancos no se juntan. Todo no es color de rosa, ojo. Y ahí se da el pie para empezar a incomodarnos, para que prestemos atención y no olvidemos lo que ya dijimos, el viaje no es ni fácil ni rápido, no se sale de él sin ningún rasguño.
La serie no se detiene en muchos detalles de la novela. En una entrevista, la showrunner Bridget Carpenter explica que sus intenciones son las de centrarse en la misión y no en las acciones paralelas que, si bien hacen a la novela excepcional, no son necesarias para la supervivencia del relato principal. La serie se toma sus licencias y, por ejemplo, presenta a Kennedy desde el primer capítulo evidenciando la especificidad televisiva y su fin último de espectacularidad y atención permanente. De todas maneras, el espíritu de su autor sí está presente constantemente (King es el productor ejecutivo) En su primer acercamiento a Kennedy en plena campaña electoral, Jake se manifiesta como un fan número uno, aludiendo a la descolocada fan da Paul Sheldon, y cada acción da lugar a la otra sin respiro, como uno se imagina que Stephen King escribe palabra tras palabra. Esta presencia de velocidad y urgencia es aportada por Chris Cooper, que a pesar de morir, aparece constantemente en flashbacks a modo de mapa del pasado, aconsejando sobre qué camino tomar en ese laberinto rockabilly.
Mientras Jake explora la primera parada de su viaje, nosotros observamos cómo, con cada decisión, el pasado lo afecta a él. La presencia del vagabundo se repetirá y el No deberías estar aquí, al igual que la resistencia del pasado, van tomando presencia concreta en forma de muerte y peligro por donde el protagonista va dejando su huella. No es poca cosa, convengamos. El plan de Jake es ambicioso y ni siquiera él está seguro de poder lidiar con todo lo que conlleva, pero cuando está a punto de abandonarlo todo, la cara de Harry vuelve a tener peso en el destino de Jake. Y así se dirige a la noche de Halloween donde sucedió la tragedia y su estadía en 1960 parece prolongarse al tener una mínima esperanza de que puede cambiar el futuro para mejor.
Fiorella Valente