“…Quereme así, piantao, piantao, piantao…
Abrite los amores que vamos a intentar
la mágica locura total de revivir…
¡Vení, volá, vení!..”
(Balada para un loco, Horacio Ferrer)
Daríase un dato en apariencia poco interesante si se describiera que la obra se desprende de un libro, es común que un texto dramatúrgico se publique y luego sea puesto en escena, pero en este caso la referencia es significativa. La obra Daría mi memoria por volverla a ver se encuentra en el libro “Actuar como loco”, cuyo autor es también el dramaturgo y director de la misma. Como deja ver el título, en este libro, el escritor-teatrista Alan Robinson se sumerge de lleno en la marea de “la actuación” empujado por los vientos de “la locura”. A través de experiencias en ambos territorios exhibe alternativas para abordar a la locura y curar al teatro de vicios burgueses. Como corolario del libro se encuentra el guión de la obra teatral, la cual podría verse como el resultado ficcional de la suma de cierta biografía con el respaldo de una forma de entender la locura y hacer teatro.
Cabe detenerse a mencionar el libro porque logra plasmar experiencias en palabras y llevarlas a la práctica, convirtiéndose en un manifiesto, no solo como doctrina, sino porque realmente se manifiesta en escena.
Puede apreciarse la obra teatral sin leer el libro y viceversa, pero realizar ambas actividades, sin importar el orden, va a completar y profundizar la visión (teatral/literaria) y enriquecer a quien lo haga.
Cotidianamente la sociedad pone a la locura como algo apartado y encerrado en algún reducto clínico. Contrariamente, la puesta, la dramaturgia y la calidad de las actuaciones (calidad entendida como eficacia, pero también como actuaciones cálidas) hacen que el espectador se sienta dentro, siendo testigo cercano de lo que acontece. Estando ahí dentro se puede ver con mayor claridad que una persona, como el protagonista, por entusiasmarse colosalmente con una obra de arte, un proyecto, una idea o un sueño a cumplir, dejando de lado conceptos materiales, debería poder ser considerado en su sano juicio, que la enfermedad es el sistema al que estamos sometidos. La locura nociva esta fuera de los manicomios y no se la aísla ni se medica, la locura de poder, de ambición, que genera guerras y desigualdad entre otras cosas.
En términos generales el tono de una obra puede definirse por el balance entre drama y comedia. Mas allá del género, habitualmente, también se parte de un equilibrio hasta que un elemento genera el desequilibrio, planteándose un conflicto haciendo que la resolución de este sea lo que lleve al equilibrio nuevamente.
Esta obra puede definirse como una comedia dramática, en la que el desequilibrio sucede rápidamente, la búsqueda del equilibrio se pone en juego con oscilaciones de profundidad en las emociones y en la frecuencia o ritmo en la que se generan.
Parafraseando un pasaje del libro del autor en cuestión puede afirmarse que se apunta a que el espectador vaya al teatro a vivir una experiencia emocional más que a un entretenimiento de fin de semana nomás.
Ver esta obra realizada es algo esperanzador, demuestra que salir de lugares sombríos o emprender cualquier quimera aunque parezca una locura es posible, sobre todo si es con amor.
Teatro: El Crisol – Scalabrini Ortiz 657
Funciones: Viernes 20:30 hs.
Entrada: $150
Por Jonathan Sassón
Dramaturgia: Alan Robinson. Dirección: Alan Robinson. Asistencia de dirección: Leni Auletta. Música: Pablo Dinardo, Pablo Martin. Diseño Gráfico: Jueves Producciones. Producción ejecutiva: Eric Robinson. Producción: Los Hermanos. Elenco: Leticia Torres, Martín Dodera, Maxi Sarramone. Prensa: Los Hermanos.