La Lisière (Francia/Alemania, 2010, 110’), de Géraldine Bajard
François, un médico joven, se muda a una campiña aparentemente tranquila. Lo de “aparentemente” es porque los adolescentes del lugar tiene extrañas maneras de matar el tiempo. Sus juegos no tienen nada de inocentes, incluso bordean el límite de lo siniestro. Y no dudarán en acercarse a François, con intenciones oscuras. Pero un terrible episodio hará que las cosas vayan a otro nivel.
La ópera prima de Géraldine Bajard es un thriller psicológico anticonvencional. La directora se vale de climas y sabe generar tensión mediante ruidos, miradas y otros elementos sutiles, lo que genera una sensación de incomodidad permanente. Ayuda en gran parte el trabajo actoral, sobre todo de los inquietantes muchachos: contenidos, pero tampoco gélidos. Como si esos personajes manejaran códigos creados por ellos mismos. Recuerda a la filmografía de Bruno Dumont, quien suele contar situaciones terribles sin ser explícito.
La película cuenta una historia de “pueblo chico, infierno grande”, en el que los adultos parecen intimidados por los menores. Casi como en una de terror, pero sin lugares comunes ni detalles burdos.
La manera lenta de contar puede provocar rechazo, aunque sigue siendo funcional a la historia.
En definitiva, La Lisière es una interesante muestra del cine francés contemporáneo.
Un médico llega a un pequeño pueblo donde se empiezan a dar pequeños crímenes. Este médico extranjero no es visto con demasiados buenos ojos… por la juventud, quiénes forman una extraña secta de adolescentes creídos y soberbios que parecen ser los que verdaderamente tienen el control del pueblo.
Seudo thriller previsible, repleto de lugares comunes y clisés, más parecido a un episodio de un serie policial estadounidense que a un film noir, La Lisiere toma elementos temáticos de La Cinta Blanca o El Pueblo de los Malditos, pero los convierte en un melodrama monótono y convencional.
Completamente olvidable.
scar honorario a Kazan en 199