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CRÍTICAS

Phil Collins en Argentina, por Patricio Durán

Phil yendo del micrófono a la batería o de la batería al micrófono, Phil bailando la tarantela con la pandereta, Phil parodiando a Michael Jackson, Phil haciendo el paso ridículo del video de “I can’t dance”, Phil saltando, corriendo, haciendo payasadas… esos fueron los Phil Collins que nos perdimos el martes 20 de marzo en el Campo Argentino de Polo. En cambio, el legendario músico inglés entró caminando al escenario con poca solemnidad y menos glamour, apoyado en un bastón, hasta la silla de la que no se movió durante todo el show. Diversos problemas de salud no le permiten moverse demasiado o tocar instrumentos, pero quedó claro que toda la parafernalia no hacía falta, eran tan solo aditivos. Las canciones de Phil Collins superaron la prueba del tiempo y hoy son himnos pop que corea todo su público. Sus temas y su voz fue todo lo que hizo falta como prueba. Bueno, eso y una banda demoledora: En las guitarras Ronnie Caryl –su amigo de la adolescencia– y Daryl Stuermer, el reemplazante de Steve Hackett para los shows en vivo de Genesis desde 1978. En el bajo estuvo Leland Sklar, con su barba más larga que nunca, Brad Cole en teclados, Luis Conte en percusión, cuatro cantantes, su infaltable sección de vientos (The Vine Street Horns, creada por el trompetista Harry Kim) y la gran sorpresa de la noche, su hijo Nicholas en la batería. El chico de dieciséis años se sentó en el lugar más difícil de ocupar en la banda de un baterista, que encima tuvo a monstruos como Bill Bruford (Yes, King Crimson) o Chester Thompson (Frank Zappa, Weather Report), quizás Nic no sea su mejor baterista, pero sí es el más emocionante. Se puso la camiseta de Argentina y tocó de forma impecable las canciones de su padre, con ganas y energía de sobra.

El setlist que Collins eligió sabiamente abarca su etapa más exitosa. Todas las canciones que sonaron están comprendidas entre 1978 y 1996. Desde su primer hit con Genesis (“Follow you, follow me”) hasta “Dance into the light” del disco del mismo nombre. Esa época fue en la que Phil Collins se consagró como una estrella en el mundo del rock sencillamente porque convertía en oro todo lo que tocaba. Suceso con Genesis, como solista, como compositor, como productor, como actor, era invitado por todos los que querían algo de su éxito.

El show comenzó con “Against all odds”, una de sus muchas baladas indestructibles, y siguió con “Another day in paradise”. Parecía que nos encaminábamos a un show calmo pero entonces entraron los vientos para “I missed again” y “Hang in long enough” y las 55.000 personas que asistieron al Campo Argentino de Polo empezaron a bailar y cantar los hits. El momento más emotivo fue con “Follow you, follow me” mientras la pantalla pasaba imágenes de Phil junto a sus amigos de Genesis: Peter, Tony, Mike y Steve. El pequeño solo de sintetizador de ese tema fue todo lo que quedó de su pasado prog.

“In the air tonight”, la canción perfecta de Phil, crea un clima sombrío que estalla en la entrada de batería más famosa del rock, y aunque se extraña a Collins dejando la vida en ese final a los gritos y golpeando los parches, su canción perfecta sonó perfecta y hasta le agregó una introducción nueva. Otro clásico de sus presentaciones en vivo fue “Separate lives”, originalmente de Stephen Bishop pero que Phil se apropió (porque también es un maestro en apropiarse canciones de otros: “You can’t hurry love” y “A groovy kind of love” por ejemplo), la cantó a dúo con Bridgitte Bryant y demostró que su voz sigue casi intacta.

El tramo final fue a pura fiesta con más de sus hits, esos en los que conviven los sonidos ochentosos con la influencia del soul de los sesentas: “You can’t hurry love”, “Dance into the light”, “Invisible touch”, “Easy lover” y “Sussudio” con su público (hasta algunos desde los balcones de los edificios que dan al campo de polo) bailando y cantando entre el confeti. El bis fue con “Take me home”, otro de sus himnos y la canción que suele cerrar todos sus shows desde que apareció en 1985. Entonces se fue caminando lentamente, apoyado en su bastón y se despidió, quizás por última vez, pero con 55.000 almas deseando que nos dé una noche más.

© Patricio Durán, 2018 | @moss_elixir

© Fotografía cortesía de Manuela Pannunzzio, 2018 | @manuepannunzio

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

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