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CRÍTICAS

XXI Festival Santiago a Mil de Chile : Children of nowhere

Texto y puesta en escena: Fabrice Murgia. Dirección general y escenario: Matthieu Kaempfer. Producción: Cia Artara & LOD muziektheater.Composición musical e instalación sonora: Dominique Pauwels. Cuarteto de cellos: Conjunto Aton’ & Armide. Diseño de video: Giacinto Caponio y Jean-François Ravagnan. Diseño de iluminación: Enrico Bagnoli . Diseño de vestuario: Marie-Hélène Balau. Investigación: Vincent Hennebicq y Virginie Demilier. Actuación: Viviane De Muynck. Cantante: Lore Binon. Prensa: Pilar Subriabe.

Cuando la historia de la dictadura de un país es relatada por otro, con las mejores intenciones.

La obra, belga, narra los sucesos acontecidos en la época de la dictadura de Chile (1973-1990) respecto de uno de los campos de concentración más conocidos, Chacabuco. Allí se mantuvo cautiva a las personas, sin comunicación y bajo distintos regímenes de tortura. Muchos de ellos durante bastante tiempo. De modo que dentro de ese espacio los prisioneros trataban de generarse lo necesario para no volverse locos, lo que implicaba paradójicamente un poco de locura.

Sólo que curativa en lugar de dañina, fisiológica o psicológicamente. Se armaban un teatro escribiendo textos y representándolos; un cine mediante la proyección de unos negativos con un farol a gas. O alguien respondía “ya voy, estoy hablando con mi madre”, sosteniendo un tubo de teléfono imaginario. Y los otros esperaban a que su compañero terminara de hablar, respetando las necesidades internas de catarsis de cada uno.

La puesta en escena es preciosista, con mucho trabajo audiovisual. Un telón de fondo funciona de pantalla sobre la que se proyecta gran parte del contenido de la obra, a modo de documental. Es decir, una porción importante de esta obra de teatro es cine. Luego en la totalidad del suelo del espacio escénico hay arena. Y a la derecha y centro de proscenio, una silla antigua con apoyabrazos en la que se encuentra sentada una mujer de unos 60 años. Habla en francés y por momentos cortos acude al español para conquistar los corazones de su público lastimado. Parece muy conmovida, su actuación es convincente, verosímil, maniobrando cierta profundidad sincera. Explica la diferencia entre un niño que corre por un campo, libre, y un prisionero que huye de los recuerdos que aún lastiman. La música que ejecutan en vivo cuatro cellos, llena el espacio con una atmosfera que resalta la emotividad.

La dramaturgia es inteligente: con vuelo poético y un trabajo de investigación elaborado y serio, en las entrevistas a sobrevivientes y expertos sobre el tema. La puesta en escena utiliza además de la pantalla de fondo, un tul delantero sobre el cual también se proyectan fragmentos del documental, y tras el cual una cantante emite notas de penar, entre las sombras y la transparencia del alma. Este manejo de las artes visuales es meticuloso, prolijo y bello pero cuando mantiene dentro a la relatora de toda la historia, su sensibilidad humana bien trabajada desde lo actoral, se pierde en un acto estético algo frío. Cuando por el contrario, la actriz se acerca a proscenio a hablar desde las entrañas, sin artificio escenotécnico de ningún tipo, su voz llega al público chileno, a un lugar más sagrado. Al lugar al que la obra busca llegar. Y que no es ningún lugar.

Porque los chicos y grandes que conocieron Chacabuco, son de un lugar muy claro: de Chile.

Teatro: GAM, sala A2.

Funciones: 10 al 13 de enero.

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