De la sospecha a la distancia íntima:
La calle como espacio de tránsito es uno de los no lugares por excelencia. Personas anónimas y uniformes caminan abigarradas, de prisa y ensimismadas. De ese enjambre de gente la cámara se acerca a una mujer canosa, de cabello corto, que cruza mensajes de texto con alguien con quien parece que va a encontrarse en una esquina del barrio de Brooklyn. Impaciente, camina por la cuadra y regresa a la esquina, con actitud expectante y observadora entre la muchedumbre.
El comienzo de Intimate Distances (2020) del realizador Phillip Warnell, nos sume en la extrañeza. ¿Quién es esa mujer? ¿Está marcando a alguien? ¿En ese caso, para qué?
Avanzanda la película, nos damos cuenta que se estructura en un vaivén entre el zoom-in de la cámara que particulariza a Martha Woller (una directora de casting que busca a un actor para interpretar a un criminal) y el zoom-out, donde, en el plano general que recorre los techos, ya dejamos de distinguirla y escuchamos la voz en off de un hombre que relata sus experiencias como convicto en la cárcel.
Martha aborda a un cierto perfil de transeúnte en la calle (hombres jóvenes, de físico corpulento) y, con amabilidad, se presenta y les hace dos preguntas clave: si alguna vez han estado en la situación de sufrir un cambio repentino de rumbo en sus vidas y si alguna vez han estado en la situación de sentir que podrían cruzar el limite y hacer algo que siempre dijeron que nunca harían.
Entre estas conversaciones y el testimonio en voz en off, se dibuja entonces un documental que elude el formato tradicional de entrevistas en plano fijo y que logra la ilusión del tiempo real (lo cual le otorga cierto dinamismo), tratando sobre cuestiones filosóficas vinculadas a qué determinaría que alguien se convierta en criminal.
Sobre la criminalidad hay diversas teorías: las que la consideran determinada por la genética y las que consideran que es producto de la constitución subjetiva en relación al Otro social. Más allá de esto, el documental de Warnell nos interpela porque vivimos en la era de la sospecha paranoica y del odio al diferente, producto de la tiranía del lo igual que impone el capitalismo. Y esta cuestión la ha agudizado aún más la pandemia del Covid19, por cuanto todos podemos ser posibles portadores del virus.
La cámara de Warnell nos coloca como espectadores en el lugar del voyeur que tanto exploró Hitchcock en sus películas, como si estuviésemos ante la pantalla de una central de vigilancia. ¿Todos somos posibles sospechosos en tanto extraños? Ante este contexto, Martha rompe con la distancia frente al desconocido, quiebra la barrera del temor ante lo otro y se adentra con sus pequeñas conversaciones en cierta zona de intimidad, que linda con la confesión y la catarsis de diván. Se revela así la soledad y la angustia del hombre contemporáneo, confinado en su encierro entre el empuje a la productividad y a la virtualidad.
Pero al mismo tiempo, hay un cuidado. No se trata de una entrada intrusiva u obscena. A contramano de la época del reality, donde hay un mandato a que todo lo privado se vuelva público, en cada uno de los testimonios los entrevistados expresan su punto de vista y sus vivencias con cierto nivel de generalidad. Y cuando hay riesgo de caer en un registro personal de mayor profundidad, como ocurre en el último testimonio, Wollner tiene el tacto de quitarse el micrófono y de continuar la conversación en una intimidad que se vuelve opaca para el espectador.
La distancia intima es un titulo sumamente acertado para esa irrupción en las vidas de esos otros desconocidos y extraños, que propone tanto el propio documental como el cine en general. Accedemos a cierta zona de intimidad pero preservando cierta distancia. El documental resuena de otro modo en pandemia, donde la nueva normalidad es la del distanciamiento social. Así nos alienta a inventar nuevas maneras de preservar el lazo social, deponiendo la sospecha segregatoria.
© Carla Leonardi, 2020
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(Estados Unidos, 2020)
Dirección: Phillip Warnell. Elenco: Martha Wornell. Duración: 61 minutos.