Para Tony Ochoa P.
When you are recording something,
you are taking care of it*
Desde los primeros segundos Apenas el sol* (Arami Ullón, 2020) y Espíritu sagrado** (Chema García Ibarra, 2021) contrastan la desconfianza del dispositivo presente en cada obra con la realidad que los rodea.
La realizadora asuncena refleja esto en principio con el plano todavía en negro y mientras se oye el efecto sonoro de una grabadora. Luego las reflexiones de Sobode Chiqueno, el entrevistador, en torno a sus raíces culturales son alternadas con planos fijos en la naturaleza semiárida del Chaco.
Segundos después la escena de una entrevista a un habitante del pueblo Ayoreo precisa también los rasgos visuales. El foco en estos personajes en plano medio difumina su entorno para concentrar la atención del registro y quien habla.
Por esto hasta el subtitulaje en inglés es un indicio del abismo entre la cultura Ayoreo y los entrevistados. Mientras Sobode y Ullón muestran lo que quedó, los subtítulos posibilitan un vínculo a otras culturas. Sin investigación y traducción los foráneos solo entenderíamos dos fechas, una misa y otras escasas tres escenas enunciadas en español.
Sobode ya aprovechó en las primeras escenas mostrar a aliadas como su esposa o habitantes quienes sufren haber dejado atrás el chamanismo de su familia. En este sentido el trabajo de Rebecca Trösch y Valeria Raccioppi, también montajista de El silencio es un cuerpo que cae (Agustina Comedi, 2019), remarca esto con la capacidad de los objetos y los discursos para evocar lo perdido dentro y fuera del encuadre, y no tanto desde la pretendida fidelidad de una grabación. Raccioppi había hilado de esta manera asociativa la obra de Agustina. La diferencia aquí es la memoria reciente de una cultura ancestral en vías de transformarse por completo.
“… Lo bueno de tener un niño subnormal es que no tienes que preocuparte de que te lo roben. Lo malo es que es subnormal”**
Por su parte, la obra del alicantino Chema García Ibarra propone esas primeras ambivalencias con un plano cerrado. En este Verónica, una niña de mirada diáfana, lee en voz alta un libro según el cual los subnormales solo se salvarían con el bautismo. La inocencia en su tono y su mirada contrastan con la pizarra al fondo de la imagen donde esa palabra sacramental está desenfocada.
En la segunda escena ocurre la grabación de una entrevista para la tv con quien parece su madre y una torpe presentadora indagando sobre la desaparición de su otra hija. Esta escena dará cuenta luego de abismos técnicos, temáticos y traumáticos al darnos cuenta de que la cámara televisiva entorpece la visual del plano cinematográfico. Además un cuadro guindado por encima de los personajes muestra a dos niñas tocando guitarra.
Así y en general, los planos fijos de Espíritu sagrado** sostienen durante más de cuarenta minutos nuestra mirada. El diseño de producción reitera la apariencia de misterio con objetos humorísticos como un gato en la mochila de Verónica al que le falta un ojo o el símbolo de la pirámide egipcia.
Tal rigor técnico significará para la trama solo un supuesto ya que el misterio de avistamientos ovnis no será tal y la cámara comenzará a sugerirnos las pistas de un inesperado engaño. Así quedarán develadas las posibilidades para pensar en el Almodóvar de madres más dispares o en el Lynch de Blue Velvet o The Straight Story cuando sus sueños parecían suburbios y se entendían como realidad cotidiana. Aquí los planos en movimiento hacia la segunda parte de la obra refuerzan que los brillantes colores negro y dorado y los estampados de leopardo en el diseño de producción son una cruenta ironía frente a la inocencia inicial.
Al final si bien ambas obras atienden a la necesidad de los registros desde el documental y la ficción, sus realizadores conocen de las miradas y su importancia en el cine como único medio audiovisual donde la atención necesita ser plena. Así sea desde la paradoja esta confianza en el medio reafirma una certeza. Todo instrumento solo es confiable desde las ambivalencias de su utilidad.
Espíritu sagrado
Apenas el sol
© Eduardo Alfonso Elechiguerra, 2021 | @EElechiguerra
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