Me contaron que hay gente que, obsesiva ella, si se enfrenta a la disyuntiva de tener que elegir una sola entre dos películas sobre las que tiene ganas de escribir en igual medida y el director de una de ellas tiene un apellido que conlleva alguna dificultad en su grafía, por ejemplo una consonante con alguna clase de acento que hay que buscar especialmente en el teclado o con alguna función específica del menú del programa de escritura, descarta la opción del director con ć, š o ç. Así de injustas y poco tolerantes con las diferencias son las cosas para algunos, según me han contado.
El señor Luka Popadić, serbio y también suizo, porque nació en Serbia pero vive en Suiza y ya es suizo, o es suizo serbio, nos hace notar en My Swiss Army que su apellido no es Popadic sino Popadić. Mientras está haciendo el servicio militar en Suiza incluso llega a mandar una carta a las autoridades para que en la identificación de su uniforme diga Popadić y no Popadic. No consigue nada en términos prácticos -ni le responden- pero sí logra sumar otro de los muchos buenos momentos de su documental, y también consigue una fibra para agregar ese acento en la etiqueta de su uniforme (¿o cómo será que se llama esa tela rectangular con el nombre que usan militares y también empleados de cadenas de comida rápida?). Por otro lado, también consigue que yo me ponga a preguntar en Drvengrad que cómo es esa letra c con ese acento, y que gracias a esas preguntas me entere de que hay una así, ć, y además otra así, č. Me explican la diferencia de pronunciación entre las dos, digo que la percibo pero en realidad no sé si la percibo, aunque no creo que me olvide de la existencia de la č, la del acento circunflejo inverso o caret.
Mientras tanto, ustedes dirán qué tiene que ver todo esto con esta flamante ópera prima del serbio-suizo o suizo-serbio Popadić y no Popadic presentada en Kustendorf (Serbia) poco después de presentarse y de ganar el premio del público en el Solothurn Film Festival (Suiza). Bueno, tiene que ver, porque My Swiss Army forma parte de ese segmento de los documentales animados por el superior espíritu de la curiosidad, que avanzan en función de querer saber cómo son las cosas. Y así las cosas, resulta que en Suiza el servicio militar es así y asá, y acá no lo vamos a contar porque seguramente cuando puedan ver My Swiss Army podrán notar por sí mismos cómo Popadić procede con una bonhomía todo terreno, cómo pregunta y se pregunta, cómo busca más allá de su experiencia particular de inmigrante en Suiza y encuentra otras historias, otras particularidades de otros soldados suizos que provienen de otros países, con otros detalles y otros ángulos. Y lo hace sin miedo a que su documental sea ágil y grácil y no tiene problema alguno en educar y entretener, nada menos que lo que le pedía el Topo Gigio a la televisión. Pero Popadić hace cine por cohesión y visión de conjunto y al preguntarse y preguntar, y al observar y observarse, trabaja en función de ampliar su propia noción acerca de las cosas que investiga y sobre todo la nuestra, que ahora no solamente sabemos que el país famoso por sus quesos, sus depósitos bancarios secretos, sus relojes, sus chocolates y su neutralidad tiene más soldados per cápita que cualquier otro país europeo. ¿Cómo, por qué? Bueno, ojalá puedan enterarse al ver próximamente My Swiss Army, que además ostenta el mejor momento de humor absurdo en un cementerio del que tengamos registro.