INTRASCENDENCIAS
Desde hace un tiempo se vienen acumulando documentales sobre estrellas de Hollywood ya retiradas o cercanas al retiro. Desde el de Val Kilmer, pasando por el Michael J. Fox, Brooke Shields, Arnold Schwarzenegger, o Sylvester Stallone. Todos ellos tienen en común el estar prolijamente hechos, con un buen material de archivo y con la intención de oscilar constantemente entre la insistencia sobre su figura legendaria y la idea de mostrarnos que en el fondo no son más que meros mortales con sus frustraciones y problemas más o menos cotidianos. Le llegó el turno a Faye Danaway, actriz que a diferencia de los intérpretes mencionados anteriormente no tiene como virtud la de ser querible. Seré claro, Dunaway es una actriz excelente, ocasionalmente enorme, pero su figura no es una que inmediatamente evoque cariño. Su figura no sugiere nostalgia, ni ingenuidad, ni inocencia de ningún tipo. Una razón posible por la que sucede esto es que nunca se destacó por ser una actriz de comedia (la única sitcom televisiva en la que estuvo –It Had to Be You– fue un fracaso descomunal de cuatro episodios). La otra razón, más evidente aún, es que su rostro y su forma de actuar siempre tuvo un aura exquisitamente amargada y trágica, algo que parece afirmarse en dos de sus personajes más icónicos: la desgraciada Bonnie en Bonnie and Clyde, y la aún más desgraciada Evelyn Cross de Chinatown. Tampoco ayuda demasiado la fama de Faye Dunaway de actriz conocida por un carácter espantoso, leyenda quizás exagerada gracias entre otras cosas a unas palabras demoledoras que alguna vez le propinó Bette Davis en una entrevista con Johnny Carson.
Este momento de humor cruel por parte de la protagonista de La malvada aparece en el documental como una de las tantas formas de admitir que Faye Dunaway es una mujer de un carácter difícil. Lo curioso es que en el documental Faye sólo aparece la primera parte con la descalificación de Davis y no la anécdota que viene después donde cuenta porque le resultó insoportable mientras ambas rodaban La desaparición de Aimee (1976). Esto va a ser una constante en Faye. La mención al carácter difícil y explosivo de Faye Dunaway se menciona a cada rato, pero nadie cuenta una anécdota específica sobre eso. Incluso hay un momento algo inquietante en la película. Se trata del instante en que se habla de Mamita querida, aquel film trash donde Faye Dunaway personificaba a una Joan Crawford monstruosa que maltrataba físicamente a su hija. Allí una de las hijas de Dunaway dice que había aspectos de ese personaje que le recordaban a su propia madre cuando esta tenía sus ataques de locura (en el documental se toca el tema de la bipolaridad de Faye Dunaway así como de su alcoholismo). Hablar así en términos de una madre es durísimo, sin embargo, el documental nunca termina de detallar nada, haciendo que ese aspecto posiblemente muy oscuro quede en la mera sospecha y especulación del espectador. En otro plano mucho menor en cuanto a gravedad, cuando por ejemplo el documental quiere referirse a la muy mala relación y las fricciones que hubo entre dos personas de muy mal carácter como Polansky y la propia Dunaway, lo máximo que se nos cuenta es una anécdota bastante anodina sobre el pelo de la actriz cuando esta estaba filmando una escena en un restaurante.
Puede decirse que es una cuestión de pudor o de no caer en el morbo, pero lo cierto es que más que obedecer al buen gusto parece obedecer más a la idea de hacer el documental más lavado y perezoso posible. En este caso, hacer un documental que admita facetas oscuras de su objeto de estudio para generar algún tipo de interés mórbido, pero sin querer ahondar en estos aspectos para no arriesgarse a algún tipo de antipatía con el personaje que celebra. En vez de eso, la película opta por ser una serie de lugares comunes de la celebración más básica y la complacencia más aburrida posible.
Así es como Faye es mayormente una sumatoria de testimonios de personas que, para su sorpresa, se encontraron una Faye Danaway profesional y amable.
Mechado con esto, la película celebra lo que es esperable que celebre. Sus películas más memorables, la extraordinaria foto que Terry O’Neill le sacó frente a la pileta luego de que gane el oscar, y sus papeles más importantes en teatro. Por otro lado, cuando quiera hablarse de la faceta más terrenal de Dunaway, el costado que se tocará va a ser -como es predecible- el de madre.
Una vez que se hayan tocado todos los tópicos obligados, lo que quedan son un par de momentos de material de archivo curiosos, algún que otro testimonio de interés, y no mucho más que eso.
Si uno atraviesa su tediosa hora y media no verá otra cosa que un productor meramente televisivo en el peor de los sentidos posibles con el que suele aplicarse este término. Es decir: perezoso, básico e insoportablemente intrascendente. Si hay algo que representa a contrapelo a la expresividad única, la rara belleza y la voz envolvente de Faye Dunaway es esto.
(Estados Unidos, 2024)
Dirección: Laurent Bouzereau. Participaciones de: Faye Dunaway, Sharon Stone, Mark Harris, Mickey Rourke, James Gray. Producción: Laurent Bouzereau, Justin Falvey, Darryl Frank, Markus Keith. Duración: 91 minutos.