¿Por qué hay tal escasez de comedias? A veces uno se pregunta cosas por el estilo, y esa duda en particular me asalta con bastante frecuencia. Una respuesta podría ser que se debe a que hay escasez de comediantes. Habría que ver… tal vez… quizás ahora efectivamente haya menos de esos seres esenciales que en otros tiempos no tan tontos, no tan palurdos, con mayor capacidad de abstracción… pero incluso en el lodo de un mundo que ha decidido que no es importante entender qué cosa es un porcentaje para poder opinar de porcentajes… si uno busca… encuentra… y no solo comediantes sino también… ¡comedias! Y también de esas hechas para el cine. Sí: todavía existen comedias cinematográficas, e incluso ejemplares tan exóticos que en algunos países se estrenaron en salas de cine, esas que extrañamos tanto como a las comedias.
Es decir, hay comedias; lo que no hay es otra cosa, u otras cosas. Cuando uno se encuentra -un poco de casualidad y un poco por revisar con asiduidad la filmografía de Mike Judge en IMDb- con una película como Action Point, dirigida por Tim Kirkby, se da cuenta de que el problema es otro, son otros, más graves todavía. A Action Point no la vio casi nadie, no fue valorada por “The American Critics” -fue tratada como la mierda, como si fuera una mierda- y circuló menos que la teta que “mostró de más” (?) alguien en Instagram, mucho menos. Y Action Point es, se los aseguro con el poder de haber defendido con orgullo Jackass 3D frente a los que defendían La cinta blanca de Haneke, algo cercano a una película para tener de referencia, para volver a ver. Podríamos decir que es un bien atesorable, un tesoro; el abuso del término “obra maestra” me tiene harto, y también los consensos críticos que revelan menos acuerdo genuino que una alarmante falta de personalidad y de creciente estolidez.
Action Point tiene a Mike Judge como uno de sus guionistas, y a Johnny Knoxville como factótum. Knoxville puso a andar la película, es el responsable mayor, el corazón de las ideas y de sus ejecuciones: el que vio un corto documental sobre Action Park y se dio cuenta de que ahí estaba la historia que había que contar hoy, o hace dos años, para que siga siendo relevante hoy y cada vez más crucial hacia el futuro.
Action Point es:
1. Un relato sobre cómo el humor conectaba mejor con el público y con la crítica en los tiempos en los que existía algo llamado “responsabilidad personal”. Y que existía la crítica.
2. Una celebración de la destreza física y las decisiones soberanas acerca del propio cuerpo.
3. Un festín dionisíaco de vértigo, riesgo, golpes, Buster Keaton, el gag, el gag, el gag, el chiste, un oso borracho, la artesanía cómica en sentido excelso y mucho mucho mucho más.
4. Una demostración de que un parque de diversiones -como se decía antes, cuando la diversión no era mala palabra- en el que lo que sucede es un kilombo y un batifondo y un barullo puede filmarse con una elegancia y un virtuosismo notables: este señor Kirkby es alguien que sabe de la duración del plano y de la profundidad de campo.
5. Una nueva tentación para resucitar a André Bazin y ver qué opina de esta película, porque el humor aquí es baziniano de corazón, y de realismo. Bazin estaría con nosotros, los defensores de Action Point y no con ustedes, los defensores de la decadencia -que no decadentismo, ojalá- del cine reciente de Pedro Costa. Bazin está muerto y no puede desmentirnos, pero podemos releer sus textos.
6. Una película que Pauline Kael podría haber defendido por su arte del golpe y de la herida cómicos, así como supo defender el arte de la puteada. Kael también ha muerto.
7. Una película que, desde su oso, desde su casa de la frontera del western y desde su ambiente polvoriento conecta con una de las mejores películas de los sucios, podridos, hartos y festivos setenta del cine americano: El juez del patíbulo (The Life and Times of Judge Roy Bean) dirigida por John Huston con guion de John Milius, y protagonizada por Paul Newman, Ava Garner, Stacy Keach y un oso. Milius y Keach siguen vivos. No sé el oso.
8. Una película que conecta con las últimas de Clint Eastwood, por la exposición clara y conmovedora del legado de Knoxville, que se arriesga más que casi toda la crítica de estos tiempos para criticar al mundo que lo rodea. Y que se arriesga con formas de tremenda plasticidad y resistencia (la palabra de moda es resiliencia; basta de palabras de moda).
9. Una película que, al hablar de un arte y un mundo que se pierden para dejar lugar a la pasteurización y a la falta de riesgo del mínimo común denominador, conecta con El desprecio de Jean-Luc Godard y Casino de Martin Scorsese.
10. Una película que reúne a dos de los mejores pensadores cinematográficos de este siglo: Mike Judge y Johnny Knoxville. Sí, dos comediantes. Obviamente que son comediantes: son la resistencia frente a un mundo que detesta cada vez más al humor y a la comedia, que se dirige raudo, idiota y estólido a prohibir los chistes, a censurar la libertad, a cuidarnos para que no saltemos tan alto, para que no nos peguemos un golpe. Knoxville defiende nuestro derecho a saltar y a mandar a todo el mundo a hacerse un enema. Gracias, Johnny.
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