Recalculando.
Los relatos de superación personal tienden a inflar un intelecto lacrimoso que suele derivarse de testimonios verídicos para enaltecer con fundamento una moraleja popular que ayude a concientizar. Este tipo de formato permite que en el cine se contemple un efecto provocador capaz de satisfacer al receptor sensibilizado promedio y amortiguar la demanda de caracterizaciones profundas para abrazar estatuillas. Jean-Marc Vallée es un realizador admirado por remarla con dramas notorios que se barajan entre crisis ficcionadas y adaptaciones respetadas con vista a asimilar realidades.
En Alma Salvaje el director propone basarse en las memorias testimoniales de Cheryl Strayed (otro perfil serio a manos de Reese Witherspoon), la mochilera estrella que allá por los noventa decidió iniciar una caminata en solitario desde el desierto de Mojave hasta la frontera con México sin preparación física ni conocimientos de supervivencia, en pos de evadir adicciones y descartar malas influencias.
Vallée se entromete en la cotidianidad sacrificada de una ciudadana corriente que toca fondo a consecuencia de una separación sentimental bastante angustiosa y la repentina muerte de su madre, después de contraer cáncer de pulmón. A falta de ese cable a tierra que la contenga y la pérdida del soporte maternal, que enérgicamente encarna Laura Dern, asistimos a una metamorfosis emocional en la apaleada vida de nuestra protagonista. Devenida en una empleada promiscua que recurre al escapismo silvestre como método para alcanzar la sanidad espiritual, Cheryl concentra en la aventura árida el terreno propicio para tonificar el carácter, abandonar el conformismo material, abstenerse de los vicios citadinos y fortalecer el instinto de defensa ante la sensación de amenaza.
Entre el pasado perpetuado por una actitud rabiosa y el periplo actual que la encuentra indefensa ante tanta testosterona rondando a lo largo de todo el circuito, se intercala un continuado de flashbacks que saturan el contexto y abalan un montaje de breves planos recortados. Así se encadena un drama fraccionado pero ligero (el guión corre por cuenta del melómano Nick Hornby) que sortea estrategias redundantes (el contacto con desconocidos, los baches en solitario, las desventajas de no curtir el ámbito) e instancias reveladoras (la catarsis efusiva, los planteos existenciales, la redención del ser), persistiendo tan solo un muestrario de acciones amables y modismos novatos de supervivencia. Los consejos medicinales tan comunes en este tipo de propuestas es lo que se superpone en la historia pero sin opacar la atención de sus personajes. Toda la travesía se sostiene por las actuaciones pulidas de Witherspoon, como la víctima reventada que repele toda presencia del género masculino, y Dern, encarnando a esa consejera delicada, triste y derrumbada.
El canadiense dirige una biopic apacible en comparación con la realidad cruda de la previa El Club de los Desahuciados, donde el martirio premiado de Matthew MacConaughey resaltaba la interpretación hollywoodense del tormento social junto a un móvil de denuncia en función del negocio codicioso de las instituciones dedicadas a la venta de barbitúricos. El feminismo suavizado de Alma Salvaje revela un trayecto decorado por diálogos económicos para sugerir méritos actitudinales y permitirle al espectador desatarse emotivamente frente a la pantalla. La película alterna entre el calvario físico y la meditación paisajista para montar un drama introspectivo, pero a falta de instancias comprometidamente sólidas termina redondeando una crónica voluntaria respaldada únicamente por los desempeños de Witherspoon y Dern para llegar a buen puerto. Zafaste, Vallée.
Por Enrique D. Fernández