LA AMARGURA
La directora inglesa Rose Glass regresa después de su enrarecido e hipnótico drama de terror Saint Maud, y lo hace con un neo-noir corrido de época, tal desplazamiento puede leerse tanto para adelante como para atrás. Lou (Kristen Stewart) administra un gimnasio en Nuevo México, su vida se limita a ser invisible y limpiar los desastres de los demás, esta ocupación aparece con diversas variables a lo largo de la historia. La irrupción de la recién llegada Jackie (una formidable Katy O’Brian) ilumina la vida de Lou, con una presencia descollante por su cuerpo de fisicoculturista. La atracción se vuelve mutua y los problemas también. El azar o la dinámica de pueblo chico provoca que la familia disfuncional de Lou se conecte con la vida nómade de Jackie, quien solo está de paso en su camino a Las Vegas para participar de un concurso de fisicoculturismo. Todo en el cierre de una era: 1989.
La aparición de Jackie es para Lou, además de un flechazo, un disparador que le permite dar un volantazo en su rutinaria y pesada vida. En un momento le confiesa que nunca salió de Nuevo México a una Jackie viajante; hecha de esa forma más a la fuerza que por convicciones puras. La intersección de ambos mundos da una como resultado una ebullición que se desparrama para los costados, mientras tanto Lou sabe que su destino es enfrentar de una vez por todas a su padre (Ed Harris en modo actor de oficio), un cerebro local del crimen bajo una fachada con un campo de tiro. Por el lado de Jackie hay una fuerza interna que circula, y no es la que construye a base de pesas y ejercicios, es algo incontrolable como una bomba de tiempo imposible de desactivar.
Entre los múltiples méritos de Rose Glass está en acomodar las ideas de a dos; como ya se dijo entre los dos personajes principales hay un juego de opuestos que se atraen, particularmente en Jackie hay una convicción bien definida: “Cualquiera es fuerte detrás de un pedazo de metal. Yo prefiero mi propia fuerza”, le dice al dueño del campo de tiro. Por otro lado, Lou carga con un pasado oscuro por limpiar las mierdas de su padre, para luego limpiar las de los miembros del gimnasio y finalmente para hacerlo con Jackie, en cierta forma. Glass también mete la cuchara de la violencia de género, en una escala solo potable de ser resuelta por las mujeres, no hay esperanza para obtener empatía masculina.
Pensar esta película como un neo-noir escapa de la idea formal o retórica del uso de los colores, la música o, en síntesis, de cierta nostalgia por los 80 recreada en los últimos tiempos. Aquí la historia está enraizada por el género en su máxima pureza si lo ubicamos en los 40, cuando se gestó. Si los escenarios cambiaran, en vez de ser un gimnasio -en plena era de la glorificación de los cuerpos mutados a base de esteroides- fuera un dinner o una tienda de departamentos, donde un extraño o extraña irrumpe y todo se resuelve a base de violencia y armas, estaríamos en presencia de un film noir de esencia pura. En especial por su espíritu en el desarrollo de una amargura, más que por una superficialidad sustanciada en recurrencias tangibles como la ropa, los autos o hasta incluso en formalidades como la música o la voz en off. A pesar de la época retratada, con toda su carga perfectamente representada, el foco está puesto en el desarrollo y en la culminación de una tragedia. Al igual que en su ópera prima, Glass juega una carta arriesgada con un final fuera de tono para la lógica construida hasta el momento, sin embargo, la brutalidad ya vívida queda en forma de huella indeleble, sin ninguna chance de ser borrada con un desenlace musical. El sufrimiento de Lou y Jackie es para siempre.
(Reino Unido, Estados Unidos, 2024)
Dirección: Rose Glass Guion: Rose Glass, Weronika Tofilska. Elenco: Kristen Stewart, Kathy O’Brien, Ed Harris, Dave Franco, Anna Baryshnikov, Jena Malone. Producción: Andrea Cornwell, Oliver Kassman. Duración: 104 minutos.