A Sala Llena

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CRÍTICAS - CINE

Amy

(Estados Unidos/ Reino Unido, 2015)

Dirección y Guión: Asif Kapadia. Elenco: Amy Winehouse, Mitchell Winehouse, Janis Winehouse, Raye Cosbert, Blake Fielder-Civil, Salaam Remi, Mark Ronson, Juliette Ashby, Tyler James, Tony Bennett. Producción: James Gay-Rees, George Pank y Paul Bell. Distribuidora: Hoyts. Duración: 128 minutos.

Mi corona de espinas.

Algo de verdad arrastran los dichos de la familia de Amy Winehouse acerca del trabajo de Asif Kapadia, por más que sea sólo a nivel descriptivo: el documental los deja muy mal parados (en especial a Mitchell Winehouse, el padre de la británica) y efectivamente hace hincapié en la espiral descendente de la cantante hacia la debacle personal y su muerte en 2011, a la edad de 27 años (de los 128 minutos de duración total, tan sólo la media hora del comienzo cubre su niñez y adolescencia, el resto del metraje está dedicado a los múltiples problemas que marcaron su vida). De hecho, la riqueza del material inédito que ofrece el film se explica por el “visto bueno” inicial del clan, lo que se tradujo en el acceso irrestricto a grabaciones caseras, demos, fotos de variada naturaleza, videos íntimos, imágenes de backstage y la jugosa posibilidad de realizar entrevistas a todos los allegados a Winehouse.

La película nos regala un pantallazo extraordinario y muy deprimente por los coletazos del saberse una pieza más de la industria del espectáculo, aunque no sin contradicciones: al estar financiada por Universal Music, en general se omite la responsabilidad de la compañía discográfica y el management en la actitud pasiva -y a veces convalidante- para con los síntomas de un comportamiento evidentemente autodestructivo. A favor del planteo macro del director, debemos decir que no se podía evitar asignar sutilmente culpas dentro del entorno más cercano (a Mitchell se suma Blake Fielder-Civil, el ex marido de Winehouse, dos parásitos por antonomasia) y que era imposible esquivar el retrato de una tragedia anunciada con mucha antelación (sobre todo considerando el corto paso por este mundo de la intérprete, su enorme talento y esa precoz tendencia hacia la honestidad y la ebullición).

Con apenas dos álbumes en su haber, el correcto Frank (2003) y el maravilloso Back to Black (2006), el trayecto que recorrió la inglesa fue bastante literal y se caracterizó por una metamorfosis desde el molde de “vocalista de jazz” a una suerte de princesa del neo soul, lo que a su vez escondía una obsesión estética en torno a Ronnie Spector de The Ronettes y una serie de influencias musicales que abarcaban además el pop, el rock de garage y el hip hop. El deterioro en su salud luego de la masividad que le trajo Rehab, el primer corte de difusión del segundo disco, la dejó a merced del escarnio público y puso de manifiesto trastornos psicológicos que se agravaron al son de los flashes y la andanada de premios del mainstream. Mientras que la bulimia ya estaba presente en su adolescencia por el dolor que le generó la separación de sus padres, su adicción a las drogas fue cortesía de su ex esposo.

Una vez más la vieja fábula de la corona de espinas y la artista torturada adquiere forma a través de un relato en primera persona sustentado en voces en off y un registro visual en verdad exquisito, producto de muchas horas de edición y un interés en la dimensión humana de la protagonista, por sobre la efigie decadente que la prensa construyó a lo largo del tiempo: Kapadia muestra cómo determinadas figuras de los medios de comunicación (por ejemplo, Jay Leno) la explotaron cuando ella estaba en la cúspide de su popularidad y luego la desecharon al aparecer los primeros signos de crisis anímica/ profesional (giras canceladas y una abulia cada día más recurrente). El “show del acoso” al que fue sometida, parte fundamental de una cultura contemporánea que enarbola las banderas de la frivolidad, las pavadas y el morbo, terminó anulando todo progreso u oportunidad de reencauzamiento.

Quizás el punto más alto de Amy (2015) sea precisamente también el más desgarrador, el que la deja desnuda por completo frente a las cámaras en una especie de exteriorización de su vida privada ante la mirada de ojos que hoy -por fin- parecen comprenderla: resulta lastimoso atestiguar que a la joven enérgica y alegre de sus primeros años se le opone la displicencia del crepúsculo, el correspondiente a la segunda mitad de la década pasada. El realizador hasta cierto punto reproduce el esquema apasionado de Senna (2010), por un lado celebrando el oficio en cuestión (la música funciona como un bálsamo sanador) y por el otro combinando la ambición de los documentales expositivos con una retórica propia del cine ficcional (los acentos dramáticos están muy bien administrados). La idea del diamante en bruto, que no llegó a desarrollarse del todo, sobrevuela cada minuto del film…

calificacion_5

Por Emiliano Fernández

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