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Cine

Animales peligrosos (Dangerous Animals)

LA REDENCIÓN DE LOS TIBURONES.

El fenómeno que supuso Tiburón de Steven Spielberg allá por su estreno en 1975 es algo que resuena hasta el día de hoy, puesto que cambió para siempre el cine de terror y la manera de hacer blockbusters, para bien o para mal. El monstruo ya no era un ser mitológico como un vampiro o un muerto viviente, era algo del mundo real, venido de lo más profundo y aterrador de la naturaleza, un depredador. Con esta premisa, salieron una infinidad de secuelas (hasta cuatro directamente relacionadas al film de Spielberg), reinterpretaciones u obras que trataban de imitar el concepto, como Anaconda o Pirañas 3D, por algo es que todos recordamos el chiste del holograma de Tiburón 19 en Volver al Futuro. Parte II.

Dentro de este subgénero del cine de terror, se encontró una preferencia por parte de los productores hacia los tiburones. Aquellos animales de gran tamaño, ojos oscuros como la noche, un centenar de dientes afilados y su icónica aleta que sobresale la superficie del agua. Sin embargo, a pesar de su aspecto terrorífico, los tiburones no son realmente los animales despiadados y psicópatas que se muestran en la pantalla grande. De hecho, los ataques a humanos son poco frecuentes ya que no nos suelen ver como presa. Se puede asegurar que Spielberg, aunque sin la intención de hacerlo, creó un prejuicio y un miedo hacia estas criaturas que no ha dejado de aumentar.

Pero como los tiempos cambian, este 2025 ha llegado un film de la mano del director australiano Sean Byrne, especializado en el ámbito del horror, que reivindica, o se propone en hacerlo, la dañada imagen de estos peces por parte del séptimo arte. Animales peligrosos funciona como una extraña pero interesante subversión del terror con animales, introduciendo a un asesino del género slasher como principal y único monstruo a enfrentar. El concepto se siente como un aire fresco en comparación a Megalodón o en el más ridículo de los casos, Sharknado. Sin embargo, en todos los demás aspectos fracasa estrepitosamente.

Desde la primera escena el espectador ya sabe que tipo de película va a ser, arrancamos viendo a una pareja llegando a un barco de pesca en medio de la nada, entonces son recibidos por Tucker (Jai Courtney), el dueño del barco que con verle la expresión y la manera de hablar, es imposible no darse cuenta que está mal de la cabeza y por supuesto, como en toda película de terror, los personajes deben tomar una decisión estúpida para dar inicio al relato, ir a nadar con tiburones acompañados de un completo desconocido. Sorpresa, éste resulta ser un asesino sociópata que disfruta de secuestrar y torturar mujeres.

Inmediatamente pasamos a una secuencia de títulos que presenta el espacio, una playa paradisiaca con una corrección de color sacada de filtros de Instagram, algo que se repite en muchos planos más adelante. Tras ello, Byrne emplea la táctica de Wes Craven en Scream, usada mucho antes por Alfred Hitchcock en Psycho, la de cambiar de protagonista. Pero lamentablemente no se trata de Sidney ni de Lila Crane, sino de Zephyr (Hassie Harrison), una rubia nómade y surfista de personalidad ruda y fuerte, que tras una escena de sexo con una canción de tiktok de fondo con Moses (Josh Heuston), un personaje al que acaba de conocer, es secuestrada por Tucker. Todo lo que ocurre a partir de ese punto es cliché tras cliché, si es que no lo era ya.

Los personajes son planos y están mediocremente desarrollados, Zephyr es la final girl de turno, a mitad del film, se intenta agregarle un conflicto de miedo al abandono, el cual tiene origen en suorfandad y su falta de un hogar, con tal de que podamos empatizar o por lo menos interesarnos en ella. Lo mismo aplica para su romance con Moses, apenas y los vemos interactuar como para que nos podamos tomar en serio su relación, tanto así que hasta el director se burla en una escena en la que Moses la va a reportar con la policía, quienes obviamente no van a hacer nada útil.

Ahí recae el mayor problema del film, se toma demasiado en serio, lo que en muchos momentos le juega en contra por lo ridícula que llega a ser. Hay escenas y planos muy puntuales que sobran por completo, solo sirven para estirar la trama en un intento de aumentar la tensión. Hablando de tensión, Byrne busca que el film impacte al espectador en todo momento, el terror recae únicamente en la violencia gráfica, es decir, sangre, puñaladas, desmembramientos (aunque suena horrible, no cuenta como un film gore, no te preocupes) o lo porque muchos van a pagar la entrada, las personas siendo atacadas y devoradas por los tiburones hechos con un CGI poco creíble. Cómo es posible que un tiburón de los años setenta hecho a mano con efectos prácticos, se vea mejor y produzca más miedo. Ahí está el motivo de por qué Tiburón de 1975 funcionó tan bien en su estreno y sigue funcionando en la actualidad, Spielberg entendió que el terror se genera en el fuera de campo, aquello que no se ve y estimula la imaginación del espectador, causando terror y suspenso en lo que podría ser o podría ocurrir. Byrne al contrario, hace todo muy directo.

Para cerrar, Animales peligrosos intenta ser el próximo clásico del terror con animales, con diálogos que en su intento de ser memorables acaban siendo un sin sentido de palabras, lo que queda demostrado por el final. Sin hablar con spoilers, Zephyr hace un hasta la vista baby, utilizando la estrofa de una canción de Fleetwood Mac que se escucha al inicio por unos minutos y no tiene ningún tipo de relación con el villano ni con la situación. Si se puede decir algo rescatable, Tucker cumple su propósito como antagonista de sentirse como un peligro y un terror para los personajes. Seguramente nadie lo vio venir, pero el título del film se refiere a él y no a los pobres tiburones.

(Australia, Estados Unidos, Canadá, 2025)

Dirección: Sean Byrne. Guion: Nick Lepard. Elenco: Hassie Harrison, Jai Courtney, Josh Heuston, Michael Goldman. Producción: Chris Ferguson, Brian Kavanaugh-Jones, Mickey Liddell, Troy Lum, Andrew Mason, Pete Shilaimon. Duración: 98 minutos.

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