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CRÍTICAS - CINE

Aprendiendo a Volar (Kauwboy)

(Países Bajos, 2012)

Dirección: Boudewijn Koole. Guión: Boudewijn Koole y Jolein Laarman. Elenco: Rick Lens, Loek Peters, Susan Radder, Cahit Ölmez, Ricky Koole. Producción: Wilant Boekelman y Jan van der Zanden. Distribuidora: Mirada Distribution. Duración: 81 minutos.

Alegoría del vivir.

Los films familiares centrados en las relaciones entre seres humanos y animales constituyen todo un arcón específico dentro de la historia del séptimo arte. La enorme mayoría de los ejemplos abraza un ecologismo militante que en medio de una trama de “reconstrucción personal” va mechando distintas metáforas alrededor de la exaltación del carácter altruista y/ o piadoso del hombre a través de los comportamientos de la “mascota” de turno. El microcosmos de afecto por lo general es puesto en crisis por un entorno voluble que acusa al “héroe” humano de antropomorfizar a la bestia y descuidar a los suyos, sus semejantes, lo que termina derivando en una solución negociada con muerte -simbólica o real- incluida.

El espectro narrativo, cuyo origen conceptual/ ideológico se remonta a la novela Black Beauty de Anna Sewell, fue variando con los años. A decir verdad, últimamente la balanza se ha ido volcando hacia la dicotomía de la “seriedad indie” y la comedia hollywoodense, con Wendy and Lucy (2008) y Marley y Yo (Marley & Me, 2008) como representantes insignia de la vertiente contemporánea. Si bien las susodichas alcanzaban con eficacia los objetivos propuestos, por nuestros días se extrañan epopeyas más ambiciosas y preciosistas como El Corcel Negro (The Black Stallion, 1979), quizás la obra maestra del subgénero y el opus más recordado de Carroll Ballard, un verdadero especialista en el tema en cuestión.

Como la vida nos suele dar sorpresas, hoy descubrimos una pequeña anomalía que llega desde los Países Bajos: Aprendiendo a Volar (Kauwboy, 2012) es una película de inflexión profundamente retro que viene a ocupar el lugar vacante en lo referido al cine familiar. Dejando de lado cualquier eco de las bazofias reduccionistas que suele ofrecer Disney mediante sus múltiples canales de distribución, el director y guionista Boudewijn Koole opta por el retrato minimalista del amor de Jojo (Rick Lens), un niño de 10 años, para con un grajo -un ave que comparte linaje con el cuervo- al que bautiza “Jack”. Luego de encontrarlo en la hierba y frente a la imposibilidad de devolverlo al nido, lo adopta sin más.

Por supuesto que la existencia del joven no es del todo fácil, con un padre inestable que arrastra una fuerte tendencia a ser agresivo, una madre cantante de country “de gira” por Estados Unidos y un contexto rural en el que las únicas alegrías pasan por las clases de waterpolo y la presencia de Yenthe (Susan Radder), el interés romántico de Jojo. El relato avanza con pulso aletargado y cae sutilmente en todos los clichés esperables, aún así edifica un verosímil tan simple como encantador que analiza las diversas “opciones” al momento de encarar una pérdida (depresión, rechazo, fantasía, aceptación parcial, etc.). Sin detalles crueles y desde la honestidad, el convite repasa los rasgos agridulces del vivir cotidiano…

calificacion_3

Por Emiliano Fernández

 

Cría cuervos.

Inevitablemente Aprendiendo a Volar (Kauwboy, 2012) nos retrotrae al segundo largometraje de Ken Loach, Kes (1969), por la similitud del guión y la construcción de los personajes aunque la temática social queda absolutamente al margen en el presente film holandés. Mientras que Kes es el comienzo de la construcción de un cine social existencialista que permita un descubrimiento de las clases populares en la Inglaterra laborista, marcada intelectualmente por los Estudios Culturales de la escuela de Birmingham, Kauwboy es una pequeña historia construida con mucho encanto basada en un gran elenco y una muy buena labor de dirección por parte de Boudewijn Koole.

La película narra la adopción por parte de un niño, Jojo, de un cuervo recién nacido caído del nido. Jojo es un niño extrovertido que debe hacerse cargo de sí mismo ante la constante ausencia de su padre. Su negativa a aceptar la adopción del animal refuerza la ira contenida en el pequeño Jojo, que busca en todo momento evadirse de la realidad para no aceptar la desaparición de su joven y bella madre. En medio de la necesidad de sobrellevar la situación, Jojo descubre el amor de otra niña y de la inusual mascota, el pequeño cuervo Jack. El chiquillo y Jack crecen y aprender a volar juntos escondidos en el estudio de su madre, alejados del padre y sus duras reglas, para convertirse en el canal de escape de una realidad demasiado insoportable.

Uno de los grandes aciertos de Kauwboy es la calidez de la música folk de Ricky Koole, la madre de Jojo, quien irradia de luz y de tristeza la vida del niño y de su tozudo y melancólico padre. A esto se le suman las excelentes actuaciones de los protagonistas y una fotografía que insinúa el mundo iracundo y colérico que se bate en el interior de los personajes. La tragedia es sutilmente sugerida para construir un ambiente cargado de tensión que espera por explotar en el espíritu del niño, y aprovecha cada instante para ofrecer una mirada trágica sobre la vida y las formas de enfrentarse a la misma.

Aprendiendo a Volar es una balada folk sobre la maduración emocional y la necesidad de enfrentar la vida y la muerte en un camino que a cada momento debemos intentar descifrar. El mundo en tensión entre la mirada paterna adulta y la del niño haciendo sus primeros pasos y confrontando la muerte de sus seres cercanos es la imagen conceptual que Kauwboy expone en su crudeza y candidez para ofrecer una obra mesurada y hermosa sobre la dificultad de crecer y criar.

calificacion_4

Por Martín Chiavarino

 

Las despedidas tienen olor a sala de espera.

“Como los niños ya atraen automáticamente consigo la poesía, creo que se ha de evocar introducir elementos poéticos en una película infantil, para que la poesía nazca de sí misma, como algo más, como un resultado y no como un medio, ni incluso como un objetivo que alcanzar”, afirma el director y crítico de cine François Truffaut en su texto Reflexiones sobre los niños y el cine, escrito el 6 de febrero de 1975. El cineasta francés entendió como pocos el universo lúdico de los niños ya que siempre expuso en la pantalla que la corta edad no es sinónimo de simpleza: “Nada es pequeño en lo que concierne a la infancia”. Su sabiduría sensible le dio las herramientas necesarias para construir una de las mejores películas sobre niños: La Piel Dura (1976).

Aprendiendo a Volar nace en la misma cuna y, al igual que La Piel Dura, el punto de vista se centra en el infante ya que el director holandés tiene la gran capacidad de convertirse en su cómplice. La cuarta película de Boudewijn Koole se preocupa por gritar a los cuatro vientos que los niños son mucho más valientes que los adultos. Y por más valientes me refiero a menos miedosos. Jojo (Rick Lens), uno de los niños más adorables de la historia del cine, pasa sus días jugando a ser niño en vez de jugar a ser grande ya que debe ocuparse de los quehaceres de la casa porque sus padres, de distinta manera, se encuentran ausentes.

Jojo es fuerte porque no tiene quien lo proteja, pero su vigor crece como un dinosaurio de goma en un vaso de agua cuando encuentra abandonado un pichón de cuervo debajo de un árbol. La adopción es mutua porque ambos seres están necesitados de afecto y protección. ¿Qué piensas del puré de papas con Brocolí?, le pregunta el niño a Jack, el cuervo bebé, tratándolo con la misma complicidad que tiene el director con Jojo. La relación entre los dos funciona como un diario íntimo que devela aquellos detalles de la vida de Jojo que como espectadores desconocemos. El niño rubio que le pone montañas de azúcar a las tostadas crea una ficción dentro de la ficción para poder sobrevivir a la realidad. Aprendiendo a Volar es una película intensa sobre la complejidad del duelo, aquel proceso emocional eterno que conlleva una pérdida.

A pesar de que Jojo es el encargado de enseñarle a volar a Jack, es el cuervo quien le enseña a desplegar las alas al niño porque la existencia de la mascota emplumada reside en ayudarlo a enfrentarse con esa verdad tan temida. Aprendiendo a Volar nos recuerda con extrema emotividad, combatiendo el peso moral y los lugares comunes, que, sin importar la edad, siempre seremos niños indefensos a la hora de intentar comprender que la vida es finita.

calificacion_5

Por Maia Debowicz

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