Canibalismo y degradación.
Que llegue al circuito comercial argentino una película tan irreverente como Apuestas Perversas (Cheap Thrills, 2013) es un hecho sumamente insólito. Para contextualizar el estreno en cuestión sólo basta recordar la andanada de propuestas tibias, conformistas y/ o mediocres con las que nos vienen torturando las distribuidoras locales. Sin ir más lejos, hubo un tiempo en que el mainstream estuvo interesado en proyectos independientes con un cierto sex appeal masivo, no obstante ese período desapareció y con él aquella maravillosa afluencia de pequeñas epopeyas sardónicas destinadas a patear el tablero, molestar a los espectadores/ cavernícolas de siempre y remover un poco el polvo del género eventual.
En esta oportunidad conviene aclarar que hablamos de la ópera prima de E.L. Katz, el guionista de los primeros opus de Adam Wingard y de Autopsy (2008), quizás el mejor delirio gore de Adam Gierasch. Para aquellos que no lo sepan, todos estos cineastas forman parte de una cofradía espontánea, junto al también enajenado Ti West, y suelen actuar, escribir o dirigir en las películas del grupo, intercambiando roles según el parecer del momento. Respetando una lógica símil Takashi Miike vinculada a la clase B más crispada, estos señores se caracterizan -salvando las distancias- por ser muy prolíficos, por filmar con presupuestos reducidos y por el desnivel cualitativo de los productos resultantes.
Ahora bien, mientras que a Wingard y West les llevó mucho tiempo llegar a sus convites más interesantes, léase Cacería Macabra (You’re Next, 2011) y The Sacrament (2013) respectivamente, para Katz el camino a la excelencia ya estaba pavimentado por sus colaboraciones de antaño. Apuestas Perversas, al igual que la reciente 13 Pecados (13 Sins, 2014), remake de una obra tailandesa que tomaba la premisa de Propuesta Indecente (Indecent Proposal, 1993) pero llevándola al extremo, en esencia ofrece una serie de “juegos” en los que dos pobres diablos, Craig (Pat Healy) y Vince (Ethan Embry), se dejan humillar, golpear, mutilar y demás divertimientos a cambio de los dólares de un sádico matrimonio.
Como en todas estas versiones libres y muy lejanas de Fausto, aquí se pone en tela de juicio la banalidad cultural y el egoísmo más acérrimo mediante una suerte de sketchs en los que cada desafío duplica en voracidad caníbal al anterior. Con un tono cercano al neo-obrerismo inglés de Shane Meadows y Ben Wheatley y un gran desempeño por parte del elenco, tanto de las víctimas como de los Mefistófeles de turno, el simpático Colin (David Koechner) y la bella Violet (Sara Paxton), Katz construye un retrato ácido e hiriente de la desesperación contemporánea, el darwinismo social y los recovecos más ridículos de esta fase del capitalismo, en donde la degradación está tan naturalizada como el lucro…
Por Emiliano Fernández