Tom Cruise y la máquina cinética
Todavía en ciertos ámbitos se discute a Tom Cruise. Justamente a él, uno de los grandes actores de estirpe clásica de nuestro tiempo, que con su sabiduría y contracción al trabajo supo convertirse en una cruza de destellos cinéticos de amplio espectro que fluctúan entre la sequedad de John Wayne y el encanto y la elegancia de Cary Grant, con una naturalidad y gracilidad que instantáneamente logran imprimir fotogramas clásicos en la pantalla. Sin duda la gran obra maestra de Cruise es la saga Misión: Imposible, ya a esta altura una de la mejores de la historia del cine. Cruise, más allá de demostrar ese fulgor cinético donde pone el cuerpo con el máximo nivel de fisicidad posible para componer al agente secreto Ethan Hunt, logra imponer como productor una sólida visión cinéfila en la elección de directores para la saga. Desde la doble mirada depalmiana hasta el desborde visual de John Woo, pasando por la acción aventurera y fresca de Abrams, los lúdicos juegos visuales de Brad Bird y la enorme combinación de acción, humor y suspenso que McQuarrie logó con él tanto en Jack Reacher como en Nación Secreta, Cruise establece parámetros clásicos para el cine de Acción y Aventuras como nadie lo hizo en las últimas dos décadas.
En A Sala Llena queremos establecer la importancia de Tom Cruise y Misión: Imposible, queremos ubicarlos en el lugar que merecen, por eso convocamos a Quintín (ex director del Bafici) y a Javier Porta Fouz (actual director del Bafici) para que escriban sobre las primeras dos películas, las fundacionales y acaso más cinéfilas, las de De Palma y John Woo. Y también habrá textos sobre el resto de la saga, esperando el estreno esta semana de Misión: Imposible – Repercusión, nuevamente a cargo de McQuarrie en la dirección. En A Sala Llena disfrutamos ser contemporáneos de Tom Cruise, uno de los grandes autores de nuestro tiempo.
