0
0
Subtotal: $0,00
No products in the cart.

BERLINALE - Festivales

#BERLINALE2025 | Blue Moon

El tiempo y Richard Linklater. El tiempo concentrado en un corto periodo de tiempo, el de cada una de las películas de la trilogía Antes de…. O el tiempo expandido de Boyhood o la trilogía Antes de… tomada en su conjunto. El tiempo también es el protagonista de Blue Moon, cuya narración, si exceptuamos el prólogo, se desarrolla (prácticamente) en tiempo real, en una hora y media aproximadamente, y (también prácticamente) en un único escenario, un bar de Nueva York. Es la noche del 31 de marzo de 1943 y Lorenz Hart (Ethan Hawke) abandona el estreno del musical Oklahoma!, compuesta por el hasta hace poco su compañero en la escritura de canciones y musicales, Richard Rodgers, y su nuevo letrista, Oscar Hammerstein II, y se refugia en el Sardi’s, a la espera de la fiesta que sucederá al final de la representación. Salvo esa cuestión temporal, es un proyecto extraño en manos de Linklater, algo menos si recordamos Me and Orson Welles (2008), basada en una novela de Robert Kaplow, que aquí ejerce como guionista.

No es un detalle menor que el guión de Blue Moon (la canción homónima fue compuesta por Rogers y Hart, quede dicho por anticipado) esté basado en las cartas que se intercambiaron Hart y su veinteañera protegida, Elizabeth Weiland (aquí Margaret Qualley), porque esto enlaza la película de Linklater con otros proyectos contemporáneos que parten de la reconstrucción de momentos históricos recogidos en documentos de archivos, que bien pudieran ser cartas, como es el caso de esta película, o transcripciones de entrevistas. Me viene a la cabeza I Want to Talk About Duras (Claire Simon, 2021), pero también otra película que acaba de pasar por la Berlinale (y Sundance), Peter Hujar’s Day, en la que Ira Sachs recrea la entrevista de la escritora Linda Rosenkrantz al fotógrafo Peter Hujar que tuvo lugar en 1974 y de la que solo se conservaba la transcripción, pues nunca llegó a ser publicada. Aquí importa el estilo de la recreación: si Sachs parece inspirarse en el Philippe Garrel de Les hautes solitudes (también de 1974), Linklater opta por un imaginario que conecta con el cine de Hollywood de los años 40. (Una pequeña digresión: también hay una conexión con otro estreno de la Berlinale, Je n’avais que le néant – “Shoah” par Claude Lanzmann, en la que Guillaume Ribot se “inventa” un making of de Shoah a partir de los descartes del rodaje y los textos de las memorias de Lanzmann; el resultado es extraordinario).

En un momento de Blue Moon Hart le cuenta a uno de sus interlocutores, el barman Eddie, que el musical Oklahoma! (o, en sus palabras, “Oklahoma con signo de exclamación final”) es un ejercicio de nostalgia sobre un mundo que nunca existió. La película abunda en referencias a Casablanca, la película de Michael Curtiz estrenada a finales de 1942 (ya se sabe: el bar, el pianista, el amor, la amistad…), pero cabe preguntarse si ese mundo que retrataban las películas del Hollywood de entonces existió en algún lugar fuera de los estudios. Linklater lo tiene claro y su película es un retrato que potencia el artificio de aquel cine (ese maquillaje tan poco realista de Hawke), al tiempo que saca a relucir todo aquello que el cine clásico escondía en el armario: en este caso la homosexualidad de Hart (que el definía con un término más ambiguo, “omnisexual”, una suerte de bisexualidad que explicaría su fijación con Elizabeth). Ira Sachs explicaba en el coloquio posterior a una proyección de Peter Hujar’s Day que su proyecto respondía a una voluntad de rescate de la memoria queer. No puede escapársenos que, con todos sus matices, la película de Linklater tiene muchos puntos en común con el cine de Todd Haynes, casualmente presidente del jurado en esta edición de la Berlinale…

Todo en Blue Moon gira en torno a Hart, a sus diálogos con distintos personajes. Aunque más que un diálogo, a lo que asistimos es a un monólogo con puntuales réplicas de distintos personajes: el camarero Eddie y el escritor E.B. White, cuando los miembros del equipo de Oklahoma! aún no han llegado al bar; después con Rogers y finalmente con Elizabeth. Podríamos añadir también al pianista Morty, que acompaña toda la velada con melodías del cancionero clásico americano (Gershwin, Rogers y Hammerstein II, Rogers y Hart…). Y su acompañamiento es tan omnipresente que podríamos ver (o escuchar) toda la película como si fuese un largo ciclo de canciones. Nadie canta, salvo Hart entonando alguna estrofa, pero los diálogos tienen algo en su elaboración que podrían pasar por la letra de distintas canciones, un flujo musical que nos va llevando por las distintas fases de la noche.

A grosso modo, son como tres movimientos. El primero, ese en el que Hart se adelanta al resto de los invitados y mantiene una larga conversación con Eddie, White y Morty, está dominado por la ironía, al de un personaje desencantado, con muchos problemas con el alcohol y al que su falta de disciplina en el trabajo ha llevado a que su socio en la composición se haya buscado otro letrista. El segundo movimiento es el del encuentro con Rogers, cuando han llegado ya todos los invitados a la fiesta y Hart se empeña en saldar cuentas. Es el momento del cinismo y una rabia que Hart contiene lo mejor que puede, fabulando con futuros proyectos que en el fondo sabe irrealizables.

Es así como Blue Moon desemboca en el encuentro final de Hart con Elizabeth y este diálogo puramente confesional representa no solo el clímax emocional de la película, sino que podría ser la fuente para una de las más bellas canciones de amor. O desamor, al fin y al cabo las canciones de amor son casi siempre historias de rupturas y amores no correspondidos. Esta larga conversación lo deja muy claro, aún con toda su ambigüedad. Elizabeth le cuenta la historia de su primera y fracasada relación sexual con un chico de su edad que no demostró demasiado interés en ella. Hart le confiesa su amor, sabiendo de antemano que nunca será correspondido, pero sin reconocer que esa fijación por una mujer 27 años más joven, a la que presenta en sociedad como su protegida, puede que no sea más que una cortina con la que tapar su verdadera identidad sexual.

Al poco de llegar a Sardi’s, Hart reconoce que atraviesa un mal momento y saca a relucir el juramento de matrimonio, cuando se dice eso de “en la salud o en la enfermedad”. En inglés tiene otro sentido, con ese “for better or for worse” (para lo bueno o para lo malo) al que alude Hart, a una vida como la suya que ha entrado de lleno en la parte del “for worse” (lo de la enfermedad aquí no tendría sentido). El éxito de Oklahoma! sería como el punto de inflexión en su vida, el que consagraría a Hammerstein II como letrista definitivo de Rogers. Hart es consciente de que su vida está declinando y, con su carácter autodestructivo, fallecerá solo siete meses después (no es ningún spoiler: la película empieza así, cuando Hart es encontrado borracho tirado en un callejón antes de morir cuatro días después en un hospital). No hay ningún romanticismo en Blue Moon, mucho menos esa redención y final feliz que propone la canción. A Hart ya solo le queda la soledad, uno de esos sentimientos que, como la melancolía, representan un gran material literario, pero con los que es difícil convivir.

(Estados Unidos, 2025)

Dirección: Richard Linklater. Guion: Robert Kaplow. Elenco: Ethan Hawke, Margaret Qualley, Andrew Scott, Bobby Cannavale. Producción: Mike Blizzard, Richard Linklater, John Sloss. Duración: 100 minutos.

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

También te puede interesar...

BUSCADOR

Generic selectors
Solo coincidencias exactas
Búsqueda por título
Búsqueda en contenido
Post Type Selectors

ÚLTIMAS ENTRADAS

Recibe las últimas novedades

Suscríbete a nuestro Newsletter