CUANDO ACECHA LA MALDAD
A menos de un año del estreno de Longlegs: Coleccionista de almas llega la nueva película de Osgood Perkins: El mono, una transposición de un cuento escrito por Stephen King. Con un puñado de películas previas a estas dos últimas, el director expone un entusiasmo por el cine de terror, sin entrar en esas etiquetas nocivas como “terror elevado”, “art horror” y similares. El prólogo muestra a un piloto desesperado por devolver un mono de peluche y de aspecto siniestro en una casa de antigüedades y esoterismo, el intento falla porque cada vez que el simpático animalito golpea con su mano el tambor que lleva consigo alguien muere violentamente en un accidente, casi siempre absurdo. La historia va hacia atrás para mostrarnos la vida de dos hermanos gemelos, Hal y Bill, el primero es una víctima de bullying del segundo, ambos encuentran en un clóset al mono del principio y a partir de allí -como mandan las convenciones del género- se desata una espiral del infierno para todos aquellos que se le crucen.
Perkins abraza la comedia para ofrecerla a modo de cobertura de una narración delirante, sin matices para lanzarse hacia el absurdo con muertes hiperbólicas. No pasan muchos minutos para conectar las fatalidades mostradas aquí con la saga Destino final, cada una revestida por uno de los gore más hilarantes de los últimos tiempos. La particularidad en el poder de este mono se halla en la voluntad, cada vez que alguien gira la llave que acciona su tamborileo la muerte del alguien alrededor es inminente. La estrategia retórica del director está por encima de las muy divertidas películas mencionadas de Destino final porque le escapa a la progresión lineal de la dinámica de las muertes, algunas están elipsadas para dar lugar a la comedia, por ejemplo, con una elipsis de una muerte y por medio de un corte lo que se ve es el retrato de una víctima en su funeral. También hay un juego con las transiciones y las formas geométricas del mal, representado aquí por el monito en cuestión. Otro de los grandes momentos está en una escena onírica donde se invierten papeles de un hecho sucedido momentos atrás, apelando a la fragmentación y a una simpleza en el ritmo del montaje, tan solo con tres planos.
La faceta cómica está sostenida en la misantropía, cada personaje tiene sus miserias sin temor a exhibirlas, lo que convierte esta cualidad en algo terrible es que las familias en esta película están rotas. Cada diálogo y situación entre hermanos, madre e hijos, etc. tiene un grado de crueldad siempre encapsulado por el terror de un destino marcado para todos los personajes. Probablemente el mejor de ellos es el soliloquio sobre la muerte interpretado brillantemente por Tatiana Maslany, en el rol de la madre de los gemelos. Perkins logra destacarse, además, con pequeños detalles como las compañeras de grado rudas de Hal que le hacen la vida imposible (una de ellas es la propia hija del director). También elude de manera efectiva ciertos lugares comunes, sin regodearse en la densidad profunda de las relaciones parentales porque Perkins nunca baja la guardia de la comedia de terror. Que en 2025 alguien se haya animado a pasarle el tamiz de la maldad del cine de Todd Solondz a la saga “Destino final” es motivo de celebración, más para un género zarandeado muchas veces hacia zonas oscuras de un falso prestigio, algo de lo que Perkins con esta película se desliga velozmente tras el impacto de su film anterior.
(Estados Unidos, Reino Unido, 2025)
Dirección y Guión: Osgood Perkins. Elenco: Theo James, Tatiana Maslany, Christian Convery, Colin O’Brien, Rohan Campbell, Elijah Wood. Producción: Dave Caplan, Chris Ferguson, Brian Kavanagh-Jones, James Wan. Duración: 98 minutos.
