La complejidad de una biopic que se precie y que procure abarcar la vida de un reconocido cantante (o una banda integrada por él) debe contar casi de manera obligada con elementos que puedan volverla épica.
Si esta consideración que parece tan básica hubiera tenido lugar en la construcción del film que se estrena esta semana, Bob Marley: One love, otra sería la historia. Señalo esto porque el camino narrativo elegido por los guionistas Zach Baylin, Frank Flowers y Terence Winter no es el mejor tal como las instancias se presentan al comienzo.
La simplificación de los hechos relacionados con los intereses del músico por fuera de los artísticos (como la política y la religión) y que lo transformaron en una estrella universal resta más que sumar. Tal vez apelar solo a la emocionalidad de los fanáticos es una equivocación que le cuesta todo a la película.
La deslucida interpretación de Kingsley Ben-Adir como Bob Marley confluye en un embudo descriptivo antojadizo y ambos definen la caída del relato como un castillo de naipes. La crónica que analiza el período de tiempo transcurrido entre 1976 y 1978, época en que Jamaica se encontraba en medio de una convulsión social y política, no alcanza para entender el fenómeno como el director Reinaldo Marcus Green pretende.
En efecto esa restricción temporal es la que limita a la semblanza en sus posibilidades, teniendo en cuenta que lo que se desea contar se transforma en una representación pobre de esa etapa primero y del marco general después. El tratamiento de la historia del joven Bob es endeble; se apoya muy fuertemente en los flashbacks para mostrar el camino de crecimiento emocional e ideológico del intérprete. A la vez el exceso en el uso de este recurso requiere innecesarios simbolismos para ahorrar tiempo.
Lo que podría parecer extremo intenta sorprender por medio de cierta audacia en función de presentar como heroica a la figura que motiva la constitución misma de la película y no logra su objetivo. No parece haber redención para Bob.
En obras del mismo tipo estos detalles funcionan de mejor manera, quizás porque los directores tienen experiencia y ejercicio del ritmo necesario para llevar adelante narraciones similares En este caso eso no se logra, y ahí es donde todo el resto falla.
El problema crece cuando con liviandad se elige dotar al personaje de un comportamiento que no es funcional -como debería ser- a este clase de relatos, tal como comenté al inicio. Los vanos intentos de recrear con fragmentos artificiales al que ya es de por sí un mito, en el tiempo que dura One love, es lo que desemboca en una idea final confusa.
La obviedad que atraviesa todo implica que ni siquiera la intención de mostrar como impactantes los momentos de interpretación musical en vivo llegan a buen puerto. Para una figura del relieve de Marley, que puso en la balanza elementos de la religión y la política en el marco de su expresión artística, la vía natural en un repaso audiovisual como el que nos convoca es la de buscar la atención del espectador (lo esperable), logrando intensidad en el vínculo con los espacios de contexto; pero en este caso esa búsqueda ocurre de manera bastante insulsa y vacía.
Que la producción esté a cargo de Rita y Ziggy explica por qué la narración parece convertirlos en los únicos reivindicados, considerando la intención evidente de una lavada de cara y la seguridad del protagonismo mínimo necesario En el primer caso como la mujer abnegada que acompaña al exitoso héroe musical pese a su falta de consideración humana en lo íntimo y en el segundo como el hijo que será el heredero del trono. En suma, una idea fallida de la vida personal y profesional del ídolo internacional del reggae.
(Estados Unidos, 2024)
Dirección: Reinaldo Marcus Green. Guion: Terence Winter, Frank E. Flowers, Zach Baylin, Reinaldo Marcus Green. Elenco: Kingsley Ben-Adir, Lashana Lynch, James Norton, Tosin Cole, Umi Myers. Producción: Dede Gardner, Jeremy Kleiner, Cedella Marley, Rita Marley, Ziggy Marley, Robert Teitel. Duración: 104 minutos.