A Sala Llena

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CRÍTICAS - CINE

Buena luz, buen aire (Joheun Bit Joheun Gonggi)

EL MISMO HORROR, EL MISMO DOLOR

1980, Corea del Sur. 1976 hasta fines de 1983, Argentina. Dictaduras, muertes, desaparecidos, represión. Madres. Muchas madres a la búsqueda de sus hijos. Restos fósiles, reconocimientos de expertos, preguntas sin respuestas. Interrogantes planteados por esos hijos de otras personas. Recorridos por los centros clandestinos, por esos espacios enormes, fríos, paredes que parecen hablar o escuchar susurros. Chupaderos de la muerte de acá y de allá, por Asia y América del Sur. Viajes de la muerte, los aviones con destino fijo: esa zona entre el río y el mar. No había que dejar rastros. Si no era a través de los aviones, ahí estaban los fusilamientos, acá y allá, en Corea y Argentina, el mismo horror, el mismo dolor. La historia que se parece, se entronca de un país a otro, de una dictadura a otra. Y solo, y vaya que fue (es) suficiente la valentía de esa mujeres, con pañuelos o sin ellos, de rostros distintos, de arrugas causadas por el paso del tiempo, también por esas pérdidas de seres cercanos, algunos de ellos recuperados como restos fósiles que revelan la verdad absoluta, la violencia de Estado, el silencio cómplice, el grosero y vulgar algo habrán hecho. Allá y acá. En el sur coreano y en el sur de este continente.

Gwangju-se fue el paisaje coreano arrasado por la dictadura de Chun Doo-hwan: La masacre arremolinó entre mil y dos mil muertos, y allí estuvieron y están las sobrevivientes, esas madres del dolor que instarían por el fin de la dictadura, recién producida en 1987.

Y las Madres de Plaza de Mayo surgen con sus testimonios, también de algunos sobrevivientes de aquel horror donde la vida seguía sin inconveniente alguno mientras las voces del fuera de campo llegaban a los oídos de los secuestrados y torturados.

Trabajo de largo aliento y de años hasta su concepción definitiva, el emprendido por el cineasta coreano Im Heung-soon. En primera instancia en talleres con alumnos de enseñanza secundaria de su propio país.

Los resultados estéticos y temáticos del documental Buena luz, buen aire, ya descriptas sus motivaciones y propósitos, son transparentes. El trabajo oscila entre el objetivo institucional, la elección narrativa de cabezas parlantes, el contrapunto entre un horror y otro, los recorridos de la cámara por esos pasillos convertidos en silencio de catacumbas y la manifestación y pedido de justicia, más allá del paso del tiempo, por los hechos criminales de décadas atrás.

Trasluce un testimonio entre tantos, aquel que expresa que además de las torturas infligidas en los cuerpos, el aislamiento invadía cada minuto de existencia, acaso como sensación previa al siguiente vuelo en avión o al inminente fusilamiento.

(Corea del Sur, 2020)

Guion y dirección: Im Heung-Soon. Elenco: Ana Claudia Oberlin, Alejandra Naftal, Kim Gil-ja, Carlos Somigliana, Kim Jeom-rye. Distribuidora: Zeta Films. Duración: 110 minutos.

https://www.youtube.com/watch?v=Pomu3FXMW_g

 

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