No tengo en mente ninguna otra cinematografía europea que haya abordado su pasado colonial de la forma en que lo ha hecho la portuguesa. Hay razones históricas para ello. La Revolución de 1974 puso punto y final a todo el proceso de descolonización africana (Angola, Mozambique, Guinea-Bissau, Cabo Verde…) y los cineastas que surgieron en ese momento no lo dejaron de lado. De hecho ha sido un tema recurrente desde entonces, basta pensar en algunas películas de Miguel Gomes o Pedro Costa, pero es que hasta Manoel de Oliveira lo trató episódicamente. En cualquier caso, el mejor ejemplo de este cine conscientemente postcolonial lo encontramos ya en 1980, cuando Fernando Matos Silva filma Acto dos feitos da Guiné. Filma o monta, porque se sirve de muchas imágenes rodadas en Guinea-Bissau entre 1969 y 1970, a las que le suma fragmentos de ficción, recreaciones y representaciones teatrales que, por aquel entonces, ya formaban parte del ADN del cine portugués. Como si todo el cine portugués, del documental al que pone en evidencia la representación metacinematográfica, ya estuviera contenido en una sola película.
O riso e a faca es la nueva película de Pedro Pinho, el director de A fábrica de nada, de 2017, y viendo su nueva película se entiende que le llevara ocho años culminarla (¡además de que se trata de una película de tres horas y media!). Pinho nos devuelve a la Guinea-Bissau actual, a donde ha llegado un ingeniero, Sérgio, para abordar el impacto medioambiental de una carretera que ha de cruzar todo el país. Y ese será el arco narrativo de la película, el tiempo que Sergio pasa en Guinea-Bissau hasta que entrega su informe.
A Pinho no le interesa tanto desarrollar dramáticamente este punto de partida (aunque por en medio se cruce un intento de soborno) como confrontar a su personaje central con otros. Los primeros serán europeos que trabajan en el mismo proyecto, pero poco a poco Sérgio se irá relacionando con personajes locales, fundamentalmente dos, Diára y Gui, a los que conoce en un bar y cuya relación se basa en la vida nocturna. El tema del colonialismo estará siempre muy presente, también en Gui, personaje queer de origen brasileño, colonizado en Brasil, colonizador en Guinea-Bissau.
A media película se produce un gesto que gira por completo el tono de la película, algo más festivo en la primera parte, más oscuro en la segunda. El coche que transporta a Sérgio está a punto de atropellar a un ciclista caído en la carretera, al que no auxilia. No hay ningún edulcoramiento de la realidad del país, ni por parte de los extranjeros ni de los locales (si acaso ese soborno poético con el que se inicia la película, en la que se pide la entrega de un libro a cambio de la libertad de paso). Pero esa oscuridad afecta sobre todo a las relaciones sexuales, con ese encuentro de Sérgio con una prostituta que le insiste en que le diga qué quiere exactamente con ella y que no le sermonee sobre el colonialismo y lo que su país necesita realmente, para lavar así son conciencia blanca y colonial.
Son estos diálogos lo más deslumbrante de O riso e a faca. Su esencia es la de un documental (los temas que abordan como si se tratase de declaraciones de personas reales) pero su tratamiento es el de cualquier ficción (hay hasta diez personas acreditadas como guionistas). Y ese es el gran hallazgo de Pinho: conseguir llevar a la ficción con toda naturalidad los temas que afectan a la cuestión postcolonial y que en principio pensaríamos que solo se pueden abordar desde la práctica ensayística. Empezando por el propio personaje de Sérgio, al que interpreta Sérgio Coragem y que podemos ver como un trasunto del propio Pinho, como si rodar una película implicase los mismos dilemas que construir una carretera. Los materiales heterogéneos de los que se servía Matos Silva en su película de 1980 han alcanzado la síntesis más perfecta (e invisible) en la película de Pinho.
(Francia, Portugal, Brasil, Rumania, 2025)
Guion, dirección: Pedro Pinho. Elenco: Sérgio Coragem, Cleo Diára, Jonathan Guilherme. Duración: 211 minutos.
