Filmada en 16mm en Medellín, la historia de un poeta que ha tenido un éxito fugaz no aparece a priori como un tema que pueda interesar en demasía, entre tanta oferta cinematográfica en las plataformas online.
Simón Mesa Soto asume el desafío con tan solo un largometraje anterior (Amparo, 2021) y dos cortometrajes previos, Leidi y madre de 2014 y 2016 respectivamente, el primero de los cuales ganó la Palma de oro de cortos en Cannes.
Como él mismo lo admite la película podía haber enfocado como personaje central a un cineasta, profesión en que se mezclan el arte y la industria, pero al elegir a un poeta privilegió el concepto del arte puro (la poesía) sobre el comercial (el cine).
Oscar, el personaje que da nombre al film, es un ser patético ya que todo le juega en contra, comenzando por su aspecto físico poco privilegiado y por ser objeto de burla de sus alumnos de colegio secundario. Las clases no son su vocación central, sino un medio de vida y quien lo encarna (Ubeimar Ríos) es como afirma Mesa Soto un no actor (al mejor estilo de Sorin).
A la falta de continuidad en su carrera como poeta, se podría decir fracasada, se le agrega una situación familiar que lo tiene separado de su esposa e hija, conviviendo con una madre de salud delicada.
Cuando detecta, entre sus alumnos de la clase de poesía, a Yurlady (Rebeca Andrade), una niña de apenas quince años con natural talento en la escritura de poemas, un rayo de esperanza parece cambiar su destino.
La joven es de origen humilde y no reluce por su belleza, pero lo más dramático es el núcleo familiar que la rodea, con una madre a la que ve una vez por semana, ya que trabaja en una casa como domestica incluida su residencia allí. La parentela numerosa, en cuya casa convive, incluye a varias hermanas, todas con niños pequeños, y un hermano apenas mayor, un verdadero “bully”. Hay varias mujeres y un tío, que poco se preocupan de ella hasta que, llegado un momento dramático, se lo acuse a Oscar injustamente de haberse aprovechado de ella.
Es que el poeta logra convencer a los organizadores de un concurso de poesía para que Yurlady participe y sea exitosamente reconocida, pero una situación infortunada obligará a que sea hospitalizada.
Todas las culpas recaerán sobre el bien intencionado poeta, mientras que sus colegas con cinismo no lo apoyan. Más dramática aun será la actitud de su hija, que llega a enrostrarle con un “me da pena tu actitud infantil”. Oscar sufre ante la postura de ella, quien le pide que no se vean más, lo que rompe su corazón.
Que una película tenga una duración de dos horas, que nunca se sienten como largas, es un mérito del realizador que mezcla con mucha certeza situaciones cómicas (las entrevistas por televisión en emisiones que podrían calificarse como burdas) con otras dramáticas que llevan a nuestro héroe al borde de la desesperación. Si de género habláramos en el caso de Un poeta, bien cabría calificarlo como comedia dramática.
Enriquecen además a la trama múltiples referencias a figuras de la poesía y del arte como es el caso de Charles Bukowski, al que Oscar venera y cuyo cine lo acerca a Woody Allen, al que el director parece tomar como referencia. Pero también reconoce que ciertas comedias argentinas (que no menciona) también son una fuente de inspiración.
La película es además una crítica a la sociedad de Medellín, donde conviven personas humildes como es el caso de la joven candidata a poetisa (vive en una casa que recuerda a las que pueblan nuestras villas o las de una “favela”) con gente de clase adinerada o incluso media, como sería el caso de Oscar.
(Alemania, Colombia, Suecia, 2025)
Guion, dirección: Simón Mesa Soto. Elenco: Guillermo Cardona, Ubeimar Ríos, Rebeca Andrada, Humberto Restrepo. Producción: Simón Mesa Soto, Manuel Ruiz Montealegre, Juan Sarmiento G. Duración: 120 minutos.
