Siempre querremos burlar a la pelona. Milenios de arte y de construcciones bastan para recordarlo. Burlarse de o mínimo reírnos con ella ha costado más, según cada época y cultura. En este sentido, la sexta Final Destination muestra que ha valido la pena, por la fanaticada de toda la saga y, más aún, por pillar los versátiles tonos de la asesina mayor como casi ninguna otra saga de terror adolescente hizo (sí, la magistral excepción sería la de Scream). Ahora, ¿qué nuevas razones hay para volver a esta nueva entrega? Antes de mencionar algunas internas y otras superficialmente ajenas a la obra, resumamos.
Iris (Gabrielle Rose) le ha heredado una premonición a Stefani Reyes (Kaitlin Santa Juana), su nieta: con discretas ocurrencias la muerte orquesta, por allá en 1968, un gran festín en el restaurante en la torre Sky View a la cual asistió la Iris joven (Brec Bassinger). Aparte del elenco y algunos sets, la secuencia está plagada de efectos digitales, incluida la sangre.
Detalles como este se mantendrán así de artificiales a lo largo de la película para remarcar hipérboles risibles antes que congruencias. El miedo a desaparecer es así de irracional. Aún con los esfuerzos juveniles de Stefani y su hermano Charlie (Teo Briones), esta vez quienes saben darle mejor pelea a aquella son Iris y “el sepulturero” JB (Tony Todd). En una de las mejores escenas, la nieta se ausenta de sus estudios universitarios para visitar a la abuela en su fortaleza apartada en el bosque. Las dos hablan sobre aquel recuerdo en el restaurante y la premonición que vincula a ambas. Durante ese flashback, las grietas en el piso de vidrio en el salón de baile se convierten, a través de una transición, en uno de sus ojos en el presente. La vieja sabe con tal gracia de las trampas de la muerte que dialoga con ella y se ríe “en su cara”. Con algo de extravío en la mirada de Rose, su presencia y el nombre del personaje transforman su capacidad vidente. Es un personaje de terror ejemplar por su ambivalencia y su fortaleza. JB, por su lado, también tendrá su perspectiva de aquel evento.
Gran parte de la saga se ha basado en la certeza de que es imposible descifrar 100% el entramado de la muerte. La reiteración de esto en exceso la ha convertido en su tara también. A modo de guiño con las películas anteriores, los guionistas siguen aprovechando tales mareos si bien añaden personajes y circunstancias asociables a la situación actual norteamericana. Como señala Alejandro Álvarez, guionista y amante del género, se trata de una velada alegoría sobre la debacle trumpiana cabe en la obra: los inmigrantes y los ancianos terminan siendo los más perjudicados. En el hospital donde buscan a JB, Stefani bromea sobre la precariedad del sistema sanitario antes de que ocurra el asesinato más lenta y extrema.
Con tal mordacidad, el equipo técnico crea secuencias donde somos los espectadores quienes vamos hilando las pistas de lo fatídico con planos brevísimos. Cuando la película logra sincronía con nosotros impide adelantarnos a los hechos siguientes. Mientras reímos del absurdo, quedan a la vista nuestras obsesiones por otra forma de muerte: el sentido unívoco.
Cuando, al contrario, es dilatado el ‘diseño fatídico’ para que tal o cual familiar muera por ser insolentes, la escena aburre a la vez que aterra. Ejemplar es la secuencia de la sala de resonancia magnética, extrema y aterradora hasta el ridículo. Al final, la gran razón para volver a esta sexta entrega es la vejez como la mejor y más alocada conocedora de la muerte. Y cuando aún los mayores ignoran sus intenciones, mejor entonces retirarse. Que Tony Todd, el único actor recurrente en la saga, haya fallecido meses antes de estrenar esta película es una ironía a la vez ajena e interna a la ficción. En su única yprolongada escena, el actor, ya aquejado por un cáncer, improvisó unas líneas justamente sobre jubilarse. Cruel también resulta darse cuenta de que el sacrificio de Iris fue en vano para su familia. Ojalá entre ironías y carcajadas al menos importe otro detalle: la vieja fallece para hacerle ver a su nieta que investigar la herencia familiar, veladamente, urge muchísimo más que mantener una beca en Norte América.
(Estados Unidos, Canadá, 2025)
Dirección: Zach Lipowski, Adam B. Stein. Guion: Guy Busick, Lori Evans Taylor. Elenco: Kaitlyn Santa Juana, Teo Briones, Richard Harmon. Producción: Toby Emmerich, Dianne McGunigle, Craig Perry, Sheila Hanahan Taylor, Jon Watts. Duración: 110 minutos.