Analizaremos algunos elementos en la puesta en
escena de Carrie (Brian de Palma, 1976) para mostrar cómo la pareja
principal del film hace un periplo interno y vertical hacia la Verdad, con
mayúscula, aventura que luego pagarán al mundo moderno con un trágico descenso.
Carrie White y Tommy Ross fueron hechos para un mundo que ya no existe, para
habitar en lo alto de la jerarquía, para descubrirse realmente como hombre y
mujer. Y por eso mismo, por ir en contracorriente al mundo moderno, el Mal y la
horizontalidad harán todo lo posible con tal de recostarlos y hundirlos.
Mostraremos cómo estos dos personajes, de manera simétrica, están hechos el uno
para el otro desde el comienzo de nuestra historia. El símbolo que los une,
trágicamente, es el de la cabeza, una constante de esta pareja, y, de manera
simétricamente opuesta, también es el del resto de los personajes principales.
Agradecemos al maestro Ángel Faretta por brindarnos las herramientas teóricas
de su Concepto del cine para escribir este texto, además de ponernos en
la pista cuando supo mencionar a la protagonista como Santa Carrie, un ejemplo
más en el cine de la mujer que no quiere ser ni santa ni puta, sino mujer (la
elección ante su madre del vestido rosa, ni rojo ni blanco, es un claro ejemplo
de ello). Destacamos aquí que prestaremos especial atención a Tommy Ross, visto
como el caballero en la modernidad, el hombre que comprende, pero demasiado
tarde, y por eso fracasa en su intento de salvación.
Carrie White es la rara del instituto. La de la
madre fanática religiosa, la del comportamiento tímido y temeroso, la de la
mirada perturbada y el poder oculto. Carrie White se viste mal, habla poco y
las pocas veces que lo hace es para empeorar su situación. Todo el mundo cree
además que Carrie White es fea. Pero eso no es cierto. Carrie White es hermosa,
sólo hay que saber mirarla. Tommy Ross es el chico popular del instituto.
Deportista, alto, rubio, hermoso. Hasta incluso se destaca en literatura, pero
eso es mentira, como después veremos. Tommy sale con Sue, la chica más popular
de la escuela. A Tommy lo espera una exitosa carrera de deportista cuando salga
del instituto. Y, como si todo lo anterior no fuera suficiente, Tommy Ross
tiene un gran corazón, aunque él no lo sepa. Nada parece unir a Tommy y Carrie.
Son los extremos opuestos, tanto que él es un campeón del deporte, mientras que
por culpa de Carrie sus compañeras de juego terminan siempre perdiendo el
partido de turno. Pese a ser tan distintos podemos decir que a ambos los une
cierta fama: todos saben quiénes son ellos. Tommy sale en los diarios como el
mejor jugador del año. Carrie sale en los dibujos obscenos que cubren las
paredes del colegio: “Carrie White come mierda”, se lee debajo de una agresiva
y explícita caricatura. Pero aunque ellos no lo sepan, y nosotros lo creamos
imposible, Tommy Ross y Carrie White están hechos el uno para el otro. Ambos
están destinados al amor. Y también a la tragedia.
Carrie es una película sobre la cabeza. La cabeza que
tiene una mente con poderes. La cabeza que tiene ideas malditas. La cabeza que
se cree fea. La se que cree hermosa. La cabeza que recibe la bendición, los
besos y las caricias. Pero también los golpes, las influencias de los astros y
las desgracias. Entonces, la cabeza es la constante de Carrie. La
primera vez que vemos a Carrie, luego de no poder pegarle a la pelota al final
de un partido de voley, es castigada con un golpe en la cabeza: una compañera,
Norma, se acerca furiosa a nuestra protagonista y le da un golpe con su gorra.
Así se inicia el ciclo de Carrie sobre su cabeza, que continúa con la bendición
de una ducha momento antes de menstruar por primera vez, sigue con los golpes
de su profesora y de su madre, el agresivo retrato suyo que decora las paredes,
el peinado que su profesora le quiere imponer, el té que su furiosa madre le
lanza en la cara, las pruebas de maquillaje, la caricia de Tommy en su nuca
para convencerla a bailar, los besos que luego le da en la frente y en la boca,
la corona que le colocarán a Carrie de manera paródica, la cinta que cae del
cielo y presagia la desgracia, la sangre de cerdo que la cubre desde la
coronilla hasta los pies y, finalmente, la casa que ella misma hace derrumbar
sobre su cuerpo. Carrie, que es santa y princesa, que tiene una real corona y
aureola de virginidad y bondad, es atacada por todos (menos por Tommy) en su
majestad. De manera simétrica, las demás mujeres también tienen una relación
con sus cabezas, pero no para ser santas princesas, sino todo lo contrario: de
los seductores peinados de Chris en el auto de su novio, a los peinados de sus
compañeras en la peluquería (tengamos en cuenta que Carrie no se peina como su
profesora le recomendara). De los tirones de pelo que se propaga Margaret White
para castigar a su hija, a la constante y vulgar gorra de Norma, sin olvidar
los golpes que la profesora de gimnasia le da a sus alumnas en la cara. Incluso
Sue y Chris hacen usos manipuladores de sus cabezas. Chris convence a su novio
de ser su cómplice al bajar su cabeza hasta la entrepierna de este. Sue, de
quien podemos sospechar que es la mente detrás de las buenas notas de Tommy,
usa su cerebro para manipularlo y lograr que invite a Carrie al baile de
promoción. Recordemos que Tommy acepta la propuesta mientras ella está haciendo
la tarea del colegio y él mira la televisión. Recordemos también que Tommy
reconocerá que ese poema que Carrie tanto admira en realidad no fue escrito por
él sino por otra persona, ¿acaso Sue?
La primera vez que vemos a Tommy también es en
relación a su cabeza. Tommy viene corriendo por la pista de deportes,
acomodándose el pelo con las dos manos. En realidad podríamos decir que Tommy
se está acomodando la corona que todavía no tiene. Tommy se sabe rey. Solamente
le falta su corona. Y a ella aspira. Pero claro, Tommy está equivocado, su
vista es corta, es materialista, es moderna. Cree que su coronación será
realizada cuando sea elegido rey del baile, una coronación que señalará su
culminación gloriosa en la escuela, donde hizo todo lo que debía hacer para
considerarse un exitoso. Pero, sin saberlo, Tommy es digno de otra majestad, de
una verdadera. Por ser ingenuo, por creer en esa parodia de coronación, terminará
pagando con la vida.
Tommy es una personaje fascinante y, creemos, poco
estudiado, ya que lógicamente se encuentra a la sombra de Carrie. Tommy es
doble, y esto lo hace dudar. Por un lado, al exterior, es el joven popular y
banal que la sociedad le ha impuesto ser. El bueno para el deporte, el que hace
trampas cuando se trata de la tarea, él que sale con la linda, el que es amigo
de todos. Pero Tommy tiene dudas. Hay en su interior otro que pugna por salir.
Uno que no es fingido, uno que es un real y verdadero caballero. Como sabemos,
en el Concepto del cine, la teoría del maestro Ángel Faretta, las
horizontales son las líneas del relato, de la historia, del curso normal. En
cambio las verticales son la aparición de lo trágico, de lo escondido, de eso
otro que permanece oculto, hasta que se manifiesta. Cuando el profesor de
literatura lee el poema que supuestamente Tommy ha escrito, el joven se ríe
burlón de la situación. El poema es uno de amor, un grito en plena modernidad
por una oportunidad para dejar en libertad a la expresión del alma. Tommy
escucha y se ríe de la manera declamatoria en que el admirado profesor lee. Y
tiene un lápiz colocado en su boca de manera horizontal, un lápiz que apoya
claramente el relato horizontal de la escena: el profesor lee el embuste de
Tommy, y Tommy ríe con su engaño, cumpliendo a la perfección el rol que debe
cumplir, el del chico listo que comprende que la inteligencia sensible es un
don para aparentar, y no para tener realmente. Pero el rostro de Tommy cambia, se
vuelve serio, y el lápiz de pone en forma vertical, ante la aparición de la
verdad, de lo oculto, eso que es “un otro”, cuando el profesor lee: “…si nos
dieran espacio y aire y paz…”. Ese es el problema de Tommy: no le están
dejando el espacio necesario para ser quien tiene que ser. No sabe que esos
espacios se consiguen finalmente peleando, estando en contra, oponiéndose. Esa
lucha solo puede ser realizada si se la hace con y por amor. Pero Tommy no
quiere escuchar esa verdad. Cuando al final de la frase el profesor dice “…
para amarnos…”, Tommy vuelve a colocar el lápiz de manera horizontal y a reír
como un tonto junto a sus compañeros. Al final del poema el profesor pregunta
la opinión de la clase. Y Carrie, hablando más de Tommy que de lo escrito,
apunta con voz perdida que le pareció “hermoso”. El profesor se burla de ella
recitando el inicio de la poesía patria America the beautiful. A la
verdad poética amorosa se le responde con la parodia de la poesía épica, que es
el recitado liberal. Y acá empieza a funcionar el mitologema. Carrie es la
princesa en apuros. Tommy el caballero que debe ir al rescate. Tommy no soporta
que se burlen de Carrie y distrae al profesor con un insulto. Pero después
retrocede, cuidando otra vez su imagen, sin sacrificarse del todo. La
excelencia de la puesta está en que detrás de Tommy, escondido todo el tiempo
hasta el momento en que decide salir al cruce, hay un cartel que publicita una
obra teatral de la escuela: Hamlet. Y eso mismo es Tommy. Un príncipe
caballero que duda, que no sabe si ser o no ser. Que no entiende si actúa por
pedido, por imagen, por deber, o por decisión personal ante lo que cree
injusto, ante lo que es el amor. Poco a poco esta duda se irá resolviendo en el
corazón de Tommy. Pero, como en la historia del príncipe dinamarqués, cuando se
de cuenta de quién es él, ya será demasiado tarde.
Sue, la novia oficial de Tommy, le pide a este que
lleve a Carrie al baile en lugar de a ella, para limpiar sus culpas luego de la
maldad que le ha hecho a la chica junto a sus compañeras de clase. Tommy duda.
No quiere hacerlo, pero siente que es su deber, su dama se lo ha pedido. Tommy
encuentra el modelo heroico para tomar esta decisión mirando un programa de
televisión. Contemplando el film Duel
at Diablo (Ralph Nelson, 1966), donde un héroe rescata a una dama de
un peligroso indio, decide finalmente llevar a Carrie al baile. El cine otra
vez, en plena autoconciencia, expone que la tradición heroica durante la
modernidad estuvo bajo su resguardo. Aunque ahora se trate de un western
en plena decadencia del género. Y encima transmitido por televisión. ¿Será
quizás por esto mismo que Tommy pierde al final su duelo frente al diablo?
Con más obligación que placer, Tommy lleva al baile
a Carrie. Pero poco a poco Tommy descubre en Carrie algo que lo fascina: Carrie
es inocente. Carrie es una dama pura. Y Tommy, ante esa verdadera extrañeza,
toma un rol que nunca antes pudo llevar a cabo: el rol del caballero. Lo
interesante del asunto es ver como Carrie le da con plena consciencia el
espacio suficiente para que pueda cumplir con su rol, ese espacio que Tommy
tanto añoraba en el poema leído. Prestemos atención a un gesto mínimo pero
lumínico. Tommy y Carrie llegan a la puerta del colegio en el auto de él. Tommy
sale por su puerta. Carrie está a punto de abrir la suya pero se frena y
espera, ansiosa. Tommy da la vuelta hasta la puerta de ella y se la abre,
invitando a Carrie a descender con su mano extendida. Tommy cumple su rol de
caballerosidad gracias a que Carrie le dejó el espacio suficiente para que así
actúe. El espacio y aire que el poema le reclama a la sociedad para que el amor
se pueda desarrollar.
El baile de promoción se llama “Amor entre las
estrellas”. Cuando la profesora amiga le pregunta a Carrie cómo se siente, ella
le confiesa que se encuentra como si estuviera en Marte. Cuando Tommy saca a
bailar a Carrie, la lleva hasta el centro del gimnasio, en eje exacto con las
estrellas hechas de papel plateado que cuelgan del techo. Carrie y Tommy aspiran
a lo alto. Ellos son la verdadera jerarquía, la verdadera realeza de la noche,
porque son los único que en ese baile encuentran el amor. Es interesante ver
que la cámara se coloca por debajo de ellos ni bien empiezan a bailar,
alejándolos del resto de los bailarines, haciéndolos girar entre las luces y
las estrellas, como si realmente estuvieran bailando en el cielo. Este
movimiento circular alrededor de una pareja, que tiene su origen en Vértigo
(Alfred Hitchcock, 1958), es utilizado por de Palma cuando de verdadera pasión
expuesta se trata. Así lo demuestra el trágico final de Blow out (Brian de Palma,
1981) y el reencuentro de padre e hija en Obsesión (Brian de Palma,
1976) (entre nosotros, Leonardo Favio hizo lo mismo, años antes que de Palma,
con el abrazo entre el fuego de Nazareno y Griselda). En el baile hay otro
gesto que vuelve a marcar la caballerosidad de Tommy: besa a Carrie, pero en la
frente, un beso casto, de respeto. Al demostrarle ella que está dispuesta a
algo más, Tommy la besa en la boca. Desde este beso todo cambia. Ambos
comprenden que se acaban de encontrar con el amor de su vida. Es fascinante ver
cómo la actuación de Tommy desde este momento es distinta: su voz se vuelve
confidente, su mirada y gestos son más sinceros, más reservados, más íntimos.
Tommy por vez primera se encuentra con el amor. Y ante el amor no puede haber
mentiras, por eso le confiesa que él jamás escribió ese poema que ella tanto
admira. Y le dice una verdad que hasta a él mismo sorprende: le gusta estar con
ella.
Carrie trata sobre dos adolescentes colocados en lugares
opuestos, de fracaso y de éxito, por una sociedad que se dedica a encasillar. Y
esos dos adolescentes, como los amantes de Verona, se atreven a romper esos
moldes para expresar su amor, para descubrirse como el hombre y la mujer que
realmente son. Este descubrimiento los eleva por sobre el resto, los pone en
una condición más sincera y por ende susceptible de ser atacada. Y en el mundo
de lo horizontal, cuando algo destaca hacia arriba, debe ser derribado. Como dice la canción que bailan: There must be a God, could it be
that he’s heard me at last. Carrie rezó y encontró al amor. Pero en la creación
también hay un diablo, y está operando debajo del escenario de la vida.
Carrie y Tommy son inocentes y creen que el mundo
puede aceptar el descubrimiento feliz que uno ha hecho en el otro. Y por eso se
entregan a ese ritual de coronación. Ellos saben que lo merecen. Tommy se sabe
rey. Carrie se siente por primera vez digna ante el mundo. ¿Pero vale ser
coronados por gente de la horizontalidad, por gente que no comprende el código
de la jerarquía real? Carrie y Tommy son victimas de una parodia. En la
modernidad horizontal no hay lugar para hombres y mujeres verdaderos, no hay
lugar para el amor sincero, no hay lugar para los reyes y reinas, los
caballeros y las princesas santas. La crueldad del asunto es hacerles creer una
puesta en escena falsa, un ritual pervertido al que se entregan sin saber sus
consecuencias reales. Tommy era el hombre para Carrie. Como un verdadero
caballero orgullos, hace público su amor al besarla frente a todos, primero en
el baile, y luego en el escenario. Y cuando tiene que defenderla de sus
atacantes, está dispuesto a hacerlo, pero es tarde, ya han caído en la trampa.
Si Carrie es coronada con un baño de sangre animal, realizado por un ser
infernal que se encuentra en las profundidades, una diablesa que se relame con
su propia crueldad, Tommy, que desde el comienzo del film se toca la cabeza
para acomodarse la corona que aún no tiene, finalmente la recibe: una tacho de
hierro que cae del cielo y le revienta la cabeza. El hombre que quiso ser
distinto, el hombre que se puso en posición vertical, termina muerto,
recostado, horizontalizado a los pies de su dama. Y ella lo ve muerto. Y desata
la venganza sobre el escenario, en pleno eje vertical.
Dos veces por lo menos se anuncia la muerte de
Tommy antes de que suceda. La primera es cuando estaciona su auto frente a la
casa de Carrie, dejándolo debajo de una cruz dibujada en la calle. La otra es
cuando él y Carrie votan por ellos mismos y la cruz queda junto al nombre de
Tommy. En ese momento Tommy y Carrie mandan al infierno a la modestia, sin
saber que el infierno los aguarda de cerca. Luego de que el infierno se desate
en el gimnasio donde se realizó el baile, Carrie tendrá dos duelos. El cine
mira al cine, y así regresa a nuestro film el film ya antes citado, Duelo en
Diablo. Es el regreso del western y del enfrentamiento final entre el bien y el
mal. El primer duelo es en un camino. Chris se lanzará detrás de Carrie con su
auto, lista para atropellarla: una simetría directa con el niño del comienzo
montado en bicicleta. Y, como con ese niño, Carrie volcará con su mente al auto
y lo hará estallar. Los condenados perecerán en el fuego, como los alumnos y
profesores del instituto, como la misma Carrie y su madre. Lo interesante del
segundo duelo, Carrie versus su madre, es la extrema ambigüedad del acto: la
madre muere como santa martirizada y, consciente de esto, termina su vida entre
gemidos de puro goce místico. Carrie, hasta para matar a su malvada madre, es
capaz de una extraña piedad, aunque con el suficiente pudor para no contemplar
ese placer ajeno.
Al igual que Tommy, Carrie también tendrá su cruz:
en la pesadilla final de Sue, en vez de ser la cruz de un cementerio, Carrie
está debajo de la cruz que anuncia la venta de su terreno. Y como epitafio se
puede leer: Carrie White arde en el infierno. Así se cumple el recorrido
espacial total del film. De una horizontalidad incómoda a una elevación justa,
que termina trágicamente con un hundimiento de todos los personajes. Carrie
White fue una santa empujada hacia la venganza. Humillada por la mediocridad,
hizo justicia y arrasó con los malvados. Seguramente que más cristiano hubiera
sido resignarse y dar la otra mejilla. Pero Carrie prefirió limpiar el mundo,
aun cuando el precio fuera su propia condena. Por eso su vida es una tragedia,
como la de Antígona. Carrie White quizás haya encontrado una piedad superior, o
quizás ahora mismo arda en el infierno; no lo sabemos. Lo que sí es seguro es
que, si esto último es así, podemos afirmar que lo hace con una vasta compañía,
una gran cantidad de almas condenadas que sufren y esperan en vano por una
ascensión ya imposible.
Carrie White y Tommy Ross son dos mártires del amor elevado en un mundo
que solo busca satisfacción momentánea, parodia e inversión de valores. Un
mundo que juega a querer reyes, pero que cuando los tiene se relame con cubrir
sus divinas cabezas de sangre y muerte.
Bibliografía
Faretta, Ángel. 2005. El concepto del cine. Buenos Aires: Editorial
Djaen.
Faretta, Ángel. 2008. Espíritu de simetría. Buenos Aires: Editorial
Djaen.
Faretta, Ángel. 2009. La pasión manda. Buenos Aires: Editorial Djaen.