Chau Misterix
Dirección: Virginia Lombardo. Dramaturgia: Mauricio Kartun. Música Original: Mariano Cossa. Escenografía y Vestuario: Mery Vidal y Lucio Tirao. Diseño de Luces: Jorge Merzari. Diseño de Sexo, Violencia y Fantasía: Federico Howard. Producción Ejecutiva: Pablo Silva. Elenco: Talo Silveyra, Tamara Garzón, Esteban Coletti, Inés Palombo. Prensa: Simkin y Franco.
El Enemigo tan Temido
Como cuesta crecer… reconocer que el cuerpo va cambiando, que las ambiciones cambian, que los objetivos de la vida no son los mismos.
Hay edades que me dolieron más que otras. Y los once fueron muy dolorosos para mí. No sé, fue un año raro. La maldad de los chicos se acentúa, se empieza a ver a las chicas con otros ojos. Y por otro lado, no me quería despegar de mis juegos tan preciados, de mis mundos imaginarios, de ciertas costumbres…
Hay algo del Rubén de Chau Misterix que reconozco en mi mismo. El protagonista (Talo Silveyra) es un chico tímido, introvertido, orgulloso e imaginativo. Para los ojos de los demás, no es más que objeto de burla de chicos crueles, tanto sea por sus lentes o sus debilidades físicas, o acaso por dejarse dominar por la madre o por no animarse a encarar la chica que le gusta.
Sin embargo, Rubén encuentra la fortaleza en su imaginación, en donde interpreta a Misterix, un héroe valiente que debe luchar contra peligrosos villanos que no son más que sus propios compañeros de juegos, quienes cambian de roles (amigo o enemigo) según el punto de vista que Ruben tenga de ellos en ese momento.
La riqueza del texto de Kartun no solamente está en el inteligente paso que se da de la realidad y la ficción y viceversa, sino de la delicadeza con la que va introduciendo las incertidumbres del protagonista y estas adquieren otro significado: el despertar sexual, la madurez, abandonar los juegos de la infancia, la hombría, los prejuicios, el poder de decisión y de resaltar para conquistar a la persona deseada.
Kartun logra que el espectador sienta empatía por el protagonista, pero tampoco se apiada de él. Desnuda sus debilidades, su patetismo y lo deja en la calle. A través del absurdo, mezcla de fantasía y costumbrismo vamos conociendo un mundo de crueldad, que en todos vivimos en algún momento.
La puesta en escena de Virginia Lombardo es encantadora y sutil, violenta, seductora, pero también inocente y nostálgica. Nos transporta a través de canciones y un meticuloso trabajo de vestuario a fines de la década del ’50, cuidando especialmente el lenguaje, el modo de hablar de aquellos años, no solamente en los términos usados, sino también en la forma en que cada palabra se usa, el tono, el volumen de voz.
Cuando el personaje se transforma en “Misterix”, en cambio podemos meternos dentro del serial. Los cuatro intérpretes cuidan cada postura, y el tono a la hora de recrear el modo de hablar de los radioteatros de los años ’50.
Más allá de esto, el cambio de registro (a veces abrupto, otras evolutiva) de fantasía-realidad deja entrever el talento del joven elenco. La versatilidad de los cuatro protagonistas, para transmitir emocionalmente aquello que esconden con las palabras es notable. Talo Silveyra sobresale gracias a un manejo admirable del cuerpo y la voz.
Dinámica, divertida y nostálgica, esta nueva transpocisión de Chau Misterix es un lujo que podemos disfrutar en la cartelera porteña. Lo que lleva la firma de Kartun, no puede fallar, y si a eso le sumamos la experiencia de Lombardo en la dirección, podemos decir que estamos ante una obra completa.
Crecer es duro, verse reflejado en la ficción mucho peor, pero el buen arte dosifica cualquier pena.
Por Rodolfo Weisskirch
“¿Quién se quiere ir del paraíso?”
M.K.
Chau. Una sola palabra nos predispone a la despedida. A un adiós. A un punto y aparte. Chau. Ya desde el título, la obra nos promete un final. Alguien – o algo – va a ser dejado atrás. Y si tenemos en cuenta que lleva el sello Kartun, entonces podemos estar seguros que la etimología de una simple palabra se amplía y se desarrolla en un sin fin de recorridos, de significados y lecturas. Y a ella le sigue Misterix, concepto profundo y claro de un mundo de fantasía, de superpoderes y aventuras, de un universo de acción y sueños. Chau Misterix no es cualquier adiós. Es el fin de la inocencia.
Chau Misterix nace en 1980 y es llevada a los escenarios por primera vez, con dirección de Carlos Catalano, en la Sala Auditorio de Buenos Aires. Desde esa época, no hubo temporada teatral que no estuviese engalanada por esta obra. Virginia Lombardo toma toda esa enorme potencialidad narrativa y la hace carne, a través de una excelente puesta en escena y, principalmente, con una magistral dirección de actores. Tener entre manos esta obra de Kartun es poseer un diamante en bruto. Lombardo lo explota de manera contundente, sensible y original.
El personaje Misterix, aquel de tinta y papel, tiene como principal atributo la invulnerabilidad. Y el paso de la infancia a la adolescencia demanda, irremediablemente, el abandono sistemático de la comodidad, de las palabras que se conocen y tienen sentido, del cuerpo que, cada vez más, se convierte en una cárcel incomprensible, bullidora de hormonas, de movimientos torpes y sensaciones a descubrir.
Chau Misterix es un fin y, a la vez, un comienzo. Es el dolor de cambiar a pesar de uno, sin entender siquiera aquello que sucede alrededor. La fantasía es el refugio. Y es así que el superhéroe llega al rescate de un preadolescente que teme crecer. Hasta que no quedan más aventuras. Hasta que el tiempo, las circunstancias, las exigencias sociales y externas al cuerpo que comienza a adolecer, lo hacen chocar de lleno con la realidad. Basta de fantasías. Adiós al paraíso.
Lo maravilloso de esta propuesta es el juego en el que el espectador se descubre inmerso. En una convención que se mantiene fielmente por poco más de una hora, el público viaja hacia su infancia, se reconoce, y los reconoce: a ellos, cuatro personajes de 11 años, caracterizados por actores en sus veintes. Un gran desafío actoral, del que los cuatro intérpretes – Esteban Coletti, Tamara Garzón, Inés Palombo y Estanislao Silveyra- salen completamente airosos. Es más, en ellos, en su ductilidad, en la sutileza de sus gestos y movimientos corporales, yace uno de los fuertes de la obra.
La creativa y clara propuesta de la directora nos permite sumergirnos en ese microcosmos barrial; con su idiosincrasia, con sus personajes con sentimientos a flor de piel, sufrientes pasajeros de un viaje que está por concluir. Y nos adentramos en sus juegos, en sus búsquedas -teñidas de nostalgia y erotismo incipiente-, porque la obra interpela al espectador directamente desde la propia memoria emotiva. Todos hemos dejado a Misterix.
Chau Misterix está llena de detalles de alto grado simbólico, llevados a cabo brillantemente desde las distintas áreas técnicas: la iluminación, certera y concreta, en clave de ensoñación, el sonido, que aviva en el espectador los ecos de su propia infancia, y el vestuario, clave en el desarrollo de los dos universos de significación, la realidad y la fantasía, constantemente en pugna. Todo esto perfectamente orquestado, para lograr un espectáculo teatral equilibrado, sutil y bello, que vale la pena recomendar.
Chau Misterix es una de esas obras de cita obligada. La versión de Virginia Lombardo es ciertamente una excelente opción para no perderse el talento de Mauricio Kartun, de la mano de una excepcional puesta en escena y dirección de actores. ¡Imperdible!
Teatro: El Tinglado – Mario Bravo 948
Funciones: Viernes – 23.00 hs
Entrada: $ 60 – $ 45
Por Agustina Salvador