(Estados Unidos/ Rusia, 2014)
Dirección: Kenneth Branagh. Guión: Adam Cozad, David Koepp. Elenco: Chris Pine, Kevin Costner, Kenneth Branagh, Keira Knightley. Producción: David Barron, Lorenzo di Bonaventura, Mace Pianigiani, Mark Vahradian. Distribuidora: UIP. Duración: 105 minutos.
Somnífero de patriotas.
Tom Clancy, fallecido hace unos meses, supo convertir en best-sellers de aventuras las andanzas de un tal Jack Ryan, personaje con perfil psicológico ejemplar para los ojos de los Estados Unidos: universitario, militar y patriota. La particularidad de Clancy, dentro de la literatura de espionaje, fue la de poner en primer plano -ya desde La Caza al Octubre Rojo– los mecanismos de la CIA y el revoloteo de la corrupción de un solo hombre, cuanto mucho un puñado pero nunca del organismo de seguridad, algo que también había que proteger porque como sucede con las instituciones, especialmente las construidas para salvaguardar los intereses propios “en el mundo fuera de los Estados Unidos”, éstas funcionan perfectamente hasta que germina la semilla podrida.
No es casual que tanto en Peligro Inminente como en Juego de Patriotas, el que enciende la mecha del desmadre sea siempre un “in-house man”, la idea del enemigo interno que tanto apasiona y desvela a la arista más conspiranoide en Estados Unidos. Después de dos sobrias transposiciones, ambas protagonizadas por Harrison Ford (indiscutiblemente el mejor Ryan), es llamativo que La Suma de Todos los Miedos (ya con Ben Affleck reemplazando a Ford) no haya funcionado del todo, tratándose de un film sobre un mega atentado posible en Estados Unidos, estrenada a menos de un año del ataque al Word Trade Center. Precisamente, sobre esos eventos se posa Código Sombra: Jack Ryan.
El joven Jack Ryan (Chris Pine) estudia en Gran Bretaña y se entera de la terrible noticia: su país está siendo atacado por terroristas, sin dudarlo se enlista como militar de combate, su fortuna lo destina a Afganistán aunque herido regresa a su hogar, que lo encuentra con una propuesta que le cambiará su vida: entrar a la CIA de la mano del veterano Harper (Kevin Costner, quien vive por estos tiempos un interesante revival). En lo que parecía el final de su carrera militar, está el comienzo de una nueva vida en la CIA. Lo que siempre se evitó en los noventa con las películas de Ford parece ser una recurrencia torpe en los dos intentos por devolverle algo de magia a los Ryan del siglo XXI, hablamos de la vuelta de los rusos (no se trata de autores literarios, sino de los malos más malos del mundo, los que todavía bajo ideas algo arcaicas pretenden dominar al resto de la humanidad). Como buen ruso falso en estas producciones, aparece nada menos que el director de este reboot (no precuela, como algunos clasificaron), el británico Kenneth Branagh, quien logra impostar un acento aceptable y gestos de un villano a la vieja escuela.
Código Sombra: Jack Ryan (vaya uno a saber por qué “código sombra”) representa en varios aspectos una nostalgia rancia por el cine de espionaje y acción de los noventa (una década que proveyó films intensos, entretenidos y hasta arriesgados gracias al gran Tony Scott). Aquí, a diferencia del díptico de Ford, se busca enaltecer ese oxímoron de la “inteligencia militar”, símbolo de una única opción potable para acabar con los peores villanos que habitan el mundo, pero a la vez de una lealtad que no se puede quebrar. Ese valor -supuestamente- noble es resaltado más de una vez, por si alguno dejó pasar las primeras muestras sobre “defender a tu país” y cosas por el estilo, algo que el cine estadounidense parecía haber dejado en el arcón de la chabacanería de los 80’s. Lo peor es que esta versión del “analista” Jack Ryan es aburrida, pesada y falta de acción pura, la carencia de estos valores son los que la crítica anglófila perdona en pos de los otros “valores”, los ya enumerados; que empalagan la vista, los oídos y el gusto por el verdaderamente noble cine de aventuras y espionaje. Hoy por hoy el mejor Jack es Reacher, de quien esperamos una secuela pronto.
Por José Tripodero