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CRÍTICAS - CINE

Crímenes Ocultos (Child 44)

(Estados Unidos/ Inglaterra/ República Checa/ Rumania, 2015)

Dirección: Daniel Espinosa. Guión: Richard Price. Elenco: Tom Hardy, Gary Oldman, Noomi Rapace, Vincent Cassel. Producción: Michael Schaefer, Ridley Scott y Greg Shapiro. Distribuidora: Alfa Films. Duración: 137 minutos.

Hombres de la revolución.

La propia característica de la Unión Soviética y del comunismo ha convertido en una tarea compleja llevar a la pantalla el experimento soviético en Rusia, teniendo en cuenta la idiosincrasia rusa, la historia del país y de la revolución, las guerras civiles, las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, la hambruna, la colectivización forzosa, las purgas, los cambios de gobierno y la dictadura sangrienta y férrea que impuso el régimen stalinista a partir de la década del treinta. Lo interesante de la propuesta de Crímenes Ocultos (Child 44, 2015) es que intenta retomar, en un poco más de dos horas, estos acontecimientos en una superproducción con reminiscencias de las novelas de espionaje, las tramas policiales y el drama social y personal.

Crímenes Ocultos, la última película del director sueco Daniel Espinosa (Protegiendo al Enemigo, Safe House, 2012) es una adaptación de la novela homónima, Child 44 escrita por el galardonado novelista Tom Rob Smith y adaptada por Richard Price. La novela -primera parte de una trilogía sobre el agente Leo Demidov- retoma los crímenes cometidos por Andrei Chikatilo entre 1978 y 1990 en los que mutiló, violó y asesinó a cincuenta y dos mujeres y niños, y sitúa la historia en 1953, antes de la muerte de Joseph Stalin, para retrotraer la historia agregándole un matiz político al caso del Carnicero de Rostov.

Para realizar una denuncia de los crímenes del stalinismo, Crímenes Ocultos recurre a uno de los episodios más escandalosos de la década del treinta: la gran hambruna causada por la política de colectivización forzosa de la tierra en Ucrania. Allí el niño Leo Demidov (Xavier Atkins) es rescatado por un general del ejército rojo, que lo adopta para salvarlo de la hambruna y lo educa para servir a su país bajo la ideología comunista. Durante la Segunda Guerra Mundial, se convierte en un icono del comunismo al ser fotografiado izando la bandera soviética en la cúpula del Reichtag en Berlín una vez ocupada por los rusos tras la derrota alemana en la contienda.

Demidov (Tom Hardy) se convierte posteriormente en agente del Ministerio de Seguridad del Estado, la temida organización de inteligencia predecesora de la KGB, inmortalizada y estigmatizada por el cine y las novelas de espías de las décadas del sesenta, setenta y ochenta. Allí investiga casos de traición contra el Estado en los que algunos compañeros de Demidov cometen asesinatos respaldados por la impunidad otorgada por sus superiores. Cuando uno de los hijos de su mejor amigo Alexei Andreyev es asesinado, el padre pone en cuestión la negación de la posibilidad de un homicidio en el paraíso socialista promulgada en un discurso por el camarada Stalin y Demidov debe convencerlo de abandonar su proclama bajo amenaza de traición. Tras ser desterrado de Moscú junto a su esposa Raisa (Noomi Rapace) a la ciudad de Rostov al fallar en una prueba de lealtad a la que lo somete el Mayor Kuzmin (Vincent Cassel), Leo descubre que hay un asesino suelto y que ya hay más de cuarenta niños asesinados por este monstruo que encuentra a sus víctimas en las cercanías de las estaciones ferroviarias.

La frenética trama contiene una serie de vaivenes dramáticos y políticos en los que se mezclan la ambición, la impunidad y los guiños históricos en una combinación de gran calibre que tiene como corolario las grandes actuaciones de Tom Hardy y Noomi Rapace, quienes llevan a la vida a la pareja protagonista. Acompañados por un correcto Joel Kinnaman y los siempre extraordinarios Gary Oldman y Vincent Cassel la narración utiliza eficientemente un contexto histórico apasionante para desarrollar una historia de múltiples matices. Afortunadamente, el éxito de la novela vino acompañado de una película a la altura que sabe jugar con la historia para poner en dedo en la llaga cuando es necesario, pero sin atacar los cimientos de la sociedad soviética con discursos liberales.

Adentrarse en la historia de Rusia es inmiscuirse en una sociedad visceral que se ha consolidado en un territorio tan hermoso como hostil. Aunque con ciertos pruritos occidentales, la historia nos conduce a través de la cortina de hierro para recordar episodios históricos que posibilitan situar al estado de derecho junto a las conquistas sociales y diferenciarlos para entender un poco mejor la historia del siglo XX y disfrutar de una ficción de gran calibre.

calificacion_4

Por Martín Chiavarino

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